La excepción de Barcelona 92
El impacto económico y social beneficioso de los Juegos de 1992 fue singular, irrepetible y, probablemente, exagerado
Los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992 fueron un gran momento en la historia de la ciudad. Las principales figuras políticas del mundo estaban presentes el día de la inauguración, el 25 de julio. El alcalde, Pasqual Maragall, lanzaba al mundo un mensaje de paz en cuatro idiomas. La ciudad se volcó acompañando a la antorcha olímpica, con el apoyo de toda Cataluña y España, en un caso poco habitual de cooperación interinstitucional y de colaboración público-privada bajo la dirección firme del sector público. Los Juegos eran la guinda a un proyecto exitoso de transformación de la ciudad (y se ponían al servicio de este proyecto), que se había iniciado con anterioridad y que tenía que continuar con posterioridad. Se empezaron a preparar en 1982 con el Informe Cuyàs, con los primeros pasos de la democracia municipal tras cuatro décadas de una dictadura fascista y centralista que habían limitado el potencial obvio de la ciudad y su área metropolitana.
Los Juegos de Barcelona son considerados casi universalmente un gran éxito. Barcelona había sido candidata a albergar unos Juegos con anterioridad, en 1936,...