Ni playa ni montaña
La desigualdad aflora también en el derecho al ocio y al descanso: se necesita más justicia social
¿Qué prefiere: playa o montaña? Pues no se lo va a creer, pero hay una tercera opción: nada. Así es, nada. Pero no se trata de una elección, sino de una obligación: en 2024, una de cada tres personas no pudo permitirse ir de vacaciones fuera de casa al menos una semana al año (el 33,4%, según el XV Informe El Estado de la Pobreza de EAPN-ES). La proporción aumenta hasta el 59,4% entre las personas en situación de pobreza.
A nadie escapa la importancia del derecho al trabajo como elemento fundamental para el cumplimiento de otros derechos humanos. Pero ¿y el derecho al descanso y al ocio, entendidos como fuentes de participación social y cultural, desarrollo personal y salud mental y física? ¿Por qué no puede todo el mundo disfrutar del tiempo libre y de unas vacaciones pagadas? ¿Tienen todas las personas acceso al ocio? ¿Por qué, si se vela por otros derechos, no se hace tanto por el descanso?