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Riesgo de ruptura social

La inflación, que en España llegó al 10,4% en agosto, tiene un impacto mucho mayor para las familias trabajadoras, clases medias y pequeñas y medianas empresas.

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Septiembre 2022 / 105

Fotografía
Paola de Grenet

Los ciudadanos de numerosos países viven cada día más asustados por el insostenible aumento de los precios y el riesgo de un corte del suministro de gas. La inflación, que en España llegó al 10,4% en agosto, tiene un impacto mucho mayor para las familias trabajadoras, clases medias y pequeñas y medianas empresas. Los productos básicos han registrado alzas mucho mayores. Los combustibles líquidos han subido el 98%; la electricidad, el 49%, y alimentos básicos como harinas y cereales, el 38%. 
Todos los organismos internacionales coinciden en que la inflación golpea con mucha más intensidad a las familias con menos rentas. Según Oxfam, la inflación reduce el poder adquisitivo de los hogares más pobres el 30% más que el de los hogares más ricos.

Urge una política europea de la energía que garantice el suministro de gas

La subida de los precios no es un fenómeno meteorológico. Las causas inmediatas pueden estar relacionadas con el encarecimiento de las materias primas, la ruptura de las cadenas de suministro de semiconductores o el alza de los alimentos y productos energéticos tras la guerra de Rusia contra Ucrania. Pero las razones de fondo están estrechamente ligadas al funcionamiento de la economía global sometida a los intereses de las multinacionales, que aprovechan las tensiones del mercado para acaparar, especular y multiplicar sus ganancias.
Hace casi 40 años, el profesor José Luis Sampedro ya advirtió de “la impotencia de la ciencia capitalista ante la inflación”. En su libro La inflación, el profesor explicaba como el capitalismo "es inflacionario” y sus raíces estaban en “la estructura monopolista, (que implica elevados beneficios), explotación de la periferia subdesarrollada y explotación interior del consumidor”. 

Beneficios estratosféricos
La realidad es que el ritmo de concentración de capital y poder de los monopolios ha desbordado todas las previsiones. Los beneficios de las compañías de energía, bancos y comercializadoras de materias primas han alcanzado niveles estratosféricos. En el segundo trimestre de este año, la petrolera británica Shell ha batido el récord de beneficios al superar los 11.320 millones de euros, más del doble que hace una año. “Más dinero que Dios”, como dijo el presidente estadounidense Joe Biden. La saudí Aramco ganó 48.000 millones de euros, el 90% más y la francesa Total superó los 7.700 millones, el triple que hace un año. Repsol duplicó sus beneficios hasta 2.539 millones en el primer semestre. La gran banca española ganó el 36% en los primeros seis meses.
      A pesar de sus sucesivas reencarnaciones, vemos como el capitalismo no sabe reconducir la desbocada espiral de los precios que volvió a descontrolarse en 2021. La Reserva Federal de EE UU erró al principio, como la mayoría de autoridades, al considerar que se trataba de un fenómeno transitorio. Luego optó por la medicina dura con tres subidas sucesivas de los tipos de interés; en total 2,25%. El BCE los ha elevado solo 0,5 puntos y le sigue los pasos. Todos temen que la subida del precio del dinero provoque una recesión y en la UE, además, una crisis de deuda. 

Patronal y sindicatos deben evitar un mayor empobrecimiento de los trabajadores


La verdad es que resulta difícil sujetar los precios sin reducir los numerosos desequilibrios. Estados Unidos se resiste a perder sus privilegios con el poder exorbitante del dólar. Los Estados son insignificantes ante unos monopolios cada vez más voraces. Ni siquiera los organismos internaciones como el G-20 y la OCDE han podido imponer a las multinacionales un impuesto mínimo del 15%.
La magnitud de la crisis, especialmente dramática en los países de África y Asia que padecen hambrunas, y el elevado grado de interconexión de la economía significa que ningún país puede abordar por si solo la respuesta a los desafíos actuales. También en esta situación es necesaria una respuesta europea, que resultó fundamental en la crisis de la covid-19 con el plan de vacunas y con los 800.000 millones de euros de los fondos Next Generation. 
Ahora urge establecer una política europea de la energía que garantice el suministro de gas a todos y apoyos a la financiación de la deuda pública de los países más necesitados. En España es necesario que la patronal acepte negociar con los sindicatos para evitar un mayor empobrecimiento de los trabajadores y una ruptura social.