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Europa interviene la energía

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Noviembre 2022 / 107
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Ilustración
Lola Fernández

En los últimos tres años la Unión Europea ha adoptado decisiones excepcionales de unidad para responder a las crisis sanitaria y económica provocadas por la pandemia de la covid-19. Ahora está embarcada en solventar una crisis energética de tremendas consecuencias económicas y sociales. En junio de 2020 la Unión puso en marcha una estrategia de vacunación para asegurar que todos los europeos recibieran las vacunas de manera gratuita. Al mes siguiente aprobó los fondos de recuperación Next Generation, que suponen una inversión de 800.000 millones de euros para reactivar las economías tras el golpe de la crisis sanitaria. Lo relevante es que estos fondos se financian con deuda común (los eurobonos que parecían imposibles). El dinero se distribuirá según las necesidades de cada Estado y la deuda se amortizará en función de la capacidad económica de cada país, una clara transferencia de rentas.

Desde hace meses la UE ha empezado a tomar medidas decisivas para afrontar la crisis energética en su doble vertiente: escalada astronómica de los precios desde septiembre de 2021 —agravada por la guerra de Rusia contra Ucrania—, y la temible realidad de una falta de abastecimiento en invierno por la falta de gas ruso. Las decisiones adoptadas hasta ahora por la Unión, que otorgan una importante protección para los ciudadanos y las empresas, ya están empezando a notarse. El acuerdo del pasado 21 de octubre ha tenido “un efecto inmediato”, según manifestó el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. “Ya hemos visto una bajada importante de los precios en las últimas horas”, añadió, “lo que demuestra que actuar unidos como europeos tiene un impacto”. La realidad es  que el 22 de octubre el precio de la electricidad cayó hasta 104 euros el megavatio hora (MWh), y el de gas, a 35 euros.

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Luz

Sin embargo, la crisis energética sigue siendo un serio desafío y resulta mucho más perjudicial para las personas más vulnerables y determinadas industrias, algunas de las cuales ya han tenido que cerrar. Además, los acuerdos alcanzados precisan todavía mucha concreción técnica.

Por otra parte, importantes economías europeas tienen que corregir errores de calado en materia de suministros. Alemania, por ejemplo, ha incurrido en una notable temeridad al apoyar su desarrollo en una elevada dependencia de los combustibles fósiles rusos. Como ha reconocido con una clara intención autocrítica el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, “una parte importante de nuestra prosperidad se ha construido en torno a la energía barata que venía de Rusia y a las oportunidades de negocio con China”.

Principios fundacionales

El desafío energético afecta a unos de los principios fundacionales de comunidad europea. Uno de los propósitos del Tratado de Roma (1957) era promover mediante un mercado común “una elevación acelerada del nivel de vida y relaciones más estrechas entre los Estados que la integran”. Posteriormente, el mercado adquirió mayor relevancia con el Acta Única Europea (1986), al fijar como objetivo crear “un espacio sin fronteras interiores en el que la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales esté garantizada”.

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Radiador

Esta relevancia del mercado en los principios fundacionales significaba que su intervención en el sector eléctrico resultaba muy complicada. Pero el disparatado aumento de los precios del gas y la electricidad ha puesto en evidencia que el mercado de la energía ha funcionado muy mal. No obstante, cualquier intento de corregirlo ha encontrado resistencias descomunales,  incluidas las de la propia Comisión Europea, que se ha opuesto sistemáticamente a modificar la regulación. Los hechos, sin embargo, han sido tozudos y han forzado una intervención. Poco a poco, la Comisión ha ido evolucionando al comprobar que la escalada desorbitada del precio del gas y su contagio al de la electricidad provocaba un descontrol de la inflación que amenazaba con llevarse por delante la economía europea. Como señala un reciente documento de la Comisión, “el fuerte aumento de los precios de la energía está contribuyendo sustancialmente a la inflación general de la zona euro y está ralentizando el crecimiento económico de la Unión”. Y alerta de que existe "un grave riesgo de que la situación se deteriore aún más durante la próxima temporada de invierno”. Ahora es la Comisión la que trata de aunar los principios del mercado con los de la solidaridad para resolver el desafío. El último proyecto de reglamento del Ejecutivo de Bruselas sobre energía afirma: “Salvaguardar la integridad del mercado interior de la electricidad es crucial para preservar y reforzar solidaridad necesaria entre los Estados miembros”.

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Gráfica precios de la electricidad y del gas

El dogma del marginalismo

Uno de los aspectos más controvertidos del mercado eléctrico es la aplicación dogmática del sistema marginalista en la fijación del precio de la electricidad, que ha resultado absolutamente perverso. Según este sistema, el precio  de la electricidad se fija utilizando primero las energías más baratas, como la eólica, la fotovoltaica, la hidráulica y la nuclear. Cuando no son suficientes estas tecnologías para cubrir toda la demanda, se recurre al gas natural. La característica de este sistema es que la última energía utilizada fija el precio de todas. El modelo ha estallado cuando el coste del gas se ha multiplicado por 10. Esto ha significado que se ha pagado las energías renovables a precio de gas, lo que significa 10 o 15 veces más caro que sus costes de producción. El fundamento del marginalismo es que el aumento de precio de una determinada energía espoleará a la industria a la búsqueda de alternativas más baratas. Esta lógica económica ha quedado pulverizada por los hechos.

Jorge Fabra Utray, presidente de Economistas Frente a la Crisis y reconocido experto en el mercado eléctrico, sostiene: “la vinculación del precio del gas al de otras tecnologías, como la nuclear y las renovables, es una distorsión completa del mercado”.

El catedrático de Economía y ex ministro de Finanzas de Grecia Yanis Varoufakis ha escrito en Project Syndicate: “El sector eléctrico de la Unión Europea es un buen ejemplo de lo que el fundamentalismo del mercado ha hecho a las redes eléctricas en todo el mundo. Con el fin de utilizar un gas natural barato, los consumidores minoristas y las empresas están pagando el precio de adopción de una teoría de mala calidad por parte de sus gobiernos”.

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Gráfica importaciones de gas

Los debates en Europa se han intensificado a medida que los precios se han agravado. Se empezó planteando varias medidas: reducir la demanda del consumo eléctrico, búsqueda de suministradores alternativos a Rusia, potenciación de las energías renovables e intervenir en la formación de precios, el asunto más tabú. Un avance notable se produjo el pasado junio, cuando la UE aceptó la excepción ibérica, que ha permitido a España y Portugal fijar un tope al precio del gas que se utilizaba para generar electricidad. Un nuevo salto cualitativo se registró durante el pasado septiembre cuando la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, propuso que se debía intervenir en el mercado energético, poner topes al precio del gas ruso y, sobre todo, imponer una contribución de solidaridad a las compañías energéticas por los beneficios extraordinarios obtenidos, con lo que espera recaudar 140.000 millones para remediar la situación de los consumidores más vulnerables y las empresas más afectadas. La contribución solidaria se aplicará a “las empresas de combustibles fósiles que operan en los sectores del petróleo crudo, el gas natural, el carbón y la refinería” y será “una medida excepcional y estrictamente temporal”.

Tabú roto

Las medidas de la UE se han acelerado con la llegada del otoño. El Consejo Europeo del 20 y 21 de octubre rompió un tabú histórico al acordar la intervencion en la formación de precios del mercado de electricidad. Los líderes pidieron a la Comisión y a los ministros de Energía que presenten "urgentemente decisiones” sobre medidas como la de establecer “un marco temporal de la UE para poner un tope del gas en la generación de la electricidad”.

Se trata de un cambio sustancial que supone la rotura del principio marginalista que viene siendo aplicado manera dogmática. No obstante, todavía se resisten varios países como Alemania, Países Bajos y Austria. Aunque en el escenario público parece un debate entre países, la verdad es que “la principal oposición es la realizada por el lobby de las grandes empresas, las llamadas incumbentes (compañías que dominan el mercado por su antigüedad), que son seis en Europa”, puntualiza Fabra Utray. En su opinión también resulta un problema “el menor conocimiento de las distintas tecnologías energéticas por parte de Gobiernos y reguladores en relación con el que poseen las empresas”. A su juicio “hay un exceso de ideología que se traduce en una interpretación del pensamiento neoliberal de manera dogmática”.

El cambio de criterio en Europa es un reconocimiento de que las críticas de destacados economistas, principalmente Fabra Utray, eran acertadas. La última versión española del reglamento europeo sobre “una intervención de emergencia para hacer frente a los elevados precios de la energía”, se refiere al establecimiento de un tope del precio de 180 MWh de electricidad. Sin embargo, la versión en inglés y francés del reglamento se refieren a un tope “hasta un máximo” de 180 euros MWh, lo que significa que se pueden establecer topes inferiores. Bélgica ha puesto un tope de 130 euros por MWh.

Un mercado muy especulativo

Otro acuerdo europeo relevante, que supone también una clara intervención del mercado, es el establecimiento de “un nuevo valor de referencia complementario para principios de 2023 que refleje con mayor precisión las condiciones del mercado del gas”. Actualmente, la fijación del precio mayorista de referencia internacional del gas natural se realiza en Países Bajos en el mercado Title Transfer Facility (TTF). Durante 2021, el precio del gas en este mercado se encareció el 707%, al pasar de 13,8 a 111,7 euros el MWh, según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). En 2022 los precios del gas se dispararon mucho más en el TTF, hasta alcanzar los 343 euros MWh en agosto.

Un documento interno de la Comisión del pasado septiembre evidencia la astronómica especulación del mercado TTF, cuyo “volumen comercializado fue 100 veces el consumo de Países Bajos y 10 veces el de toda la UE”. El documento indica que alrededor del 80% de estas operaciones "las organiza la empresa estadounidense Intercontinental Exchange (ICE) y el resto las realizan los corredores, en las llamadas operaciones extrabursátiles (over the counter trading, OTC). La mayor parte de este gas es comercializado en forma de derivados, principalmente futuros financieros”.

Son numerosos los indicios de que el mercado mayorista de gas es poco transparente y fácilmente influenciable. Otro documento interno de la Comisión destaca que la gran volatilidad de los precios observada en los mercados energéticos de la UE en los últimos meses “ha generado preocupación por posibles malas conductas o manipulación del mercado”. La Comisión Europea investiga “cualquier posible abuso de poder de mercado en virtud de las normas de competencia”.

EE UU reemplaza a Rusia

Las medidas adoptadas hasta ahora por la UE han significado un refuerzo importante en seguridad energética. Ahora ya son 15 los países que piden limitar el precio del gas. Ha sido preciso una terrible crisis y muchas víctimas para cuestionar los tabúes de un capitalismo irrazonable. El almacenamiento de gas en la Unión se encuentra desde mediados de octubre por encima del 91%, muy por encima del 80% del objetivo fijado por Bruselas para el 1 de noviembre. España ha logrado ya llenar sus depósitos de reserva hasta el 100%.

Al mismo tiempo, la Unión ha reducido significativamente las importaciones de gas por gasoductos procedentes de Rusia, que han pasado del 41% del total en 2021 al 9% el pasado septiembre. El gas licuado, que llega a través de barcos, se ha convertido ahora en el suministro clave y ya representa el 32% de las importaciones netas de gas de la UE. EE UU se ha convertido en el gran sustituto de Rusia, suministrando el 45% del total de esta vía, el doble que en 2021.

La UE ha intensificado sus esfuerzos en eficiencia y energía renovables. El consumo de energía primaría fue el 5,8% más bajo que los objetivos de 2020. La generación de electricidad mediante tecnología fotovoltaica y eólica ha alcanzado niveles récord en Europa al representar el 12% y el 13% del total, respectivamente. El uso de renovables ha significado la sustitución de 164,6 millones de toneladas de petróleo y el ahorro de 34.600 millones de euros en 2020. El conjunto de renovables significó el 37% de la producción en 2021 y se espera que aumente hasta el 69% en 2030. Europa precisa más unión y acelerar sus decisiones antes de la llegada del invierno.