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“Nuestro sistema económico está roto”

Entrevista a Sandrine Dixson-Declève, copresidente del Club de Roma

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Mayo 2024 / 124
Sandrine Dixson_Declève

Fotografía
Jason Jin

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El Club de Roma, plataforma que reúne principalmente a gente de la ciencia, la economía y la empresa, investiga sobre los grandes problemas a los que se enfrenta la humanidad y propone posibles vías de acción. Sostiene que no se puede abordar la emergencia climática al margen de otros desafíos como las desigualdades sociales y económicas, el empobrecimiento de la población o la educación de las mujeres. Su conocido informe Los límites del crecimiento, publicado en 1972, fue un pionero grito de alerta acerca del impacto de la acción humana sobre el planeta, un punto de inflexión en la conciencia ambiental, pese a las críticas y al escepticismo con que en su momento fue acogido. Sandrine Dixson-Declève, considerada una de las mujeres más influyentes del mundo que impulsan el cambio hacia una economía baja en carbono, copreside el Club de Roma desde 2018; desde 2023, haciendo tándem con el académico experto en sostenibilidad Paul Shrivastava. Dixson-Declève es coautora de Earth4All (Tierra para todos), "una guía de supervivencia para la humanidad" publicada en 2022. En este trabajo se compara la situación de emergencia climática actual con los 60 segundos previos a la colisión del Titanic con un iceberg. Y en esos 60 segundos, aún ve posible construir un futuro próspero; eso sí, mediante la mayor y más rápida transformación económica de la historia.


¿De verdad estamos en una transición energética o solo hablamos de ello? Lo pregunto por el récord de emisiones de CO2 en 2023 y el uso masivo de carbón en países como India.

En la situación de hoy se da una mezcla. De entrada, el crecimiento continúa, y crecimiento significa uso de energía. Y aunque la curva de las energías renovables esté subiendo y la inversión en ellas también esté aumentando, la eficiencia energética ha sido la gran olvidada, en inversión y en preocupación.

Nos costará mucho reducir las emisiones si no nos centramos en cómo reducir el uso de energía. Por otra parte, es cierto que en distintos países del mundo persiste el uso del carbón. Y me preocupa aún más que las petroleras y las gasistas estén retrocediendo: invertían cada vez más en tecnología descarbonizada y en energías renovables y ahora algunas de ellas han dicho que se quieren centrar en el gas, principalmente, y en el petróleo. Quieren mantener sus beneficios caídos del cielo de 2.800 millones de euros al día.


El greenwashing o lavado de cara verde campa a sus anchas...

Sí. Está claro que hemos llegado a la parte de la transición energética en la que todo el mundo se da cuenta de que es un esfuerzo duro y difícil. Antes de la pandemia, cada vez más empresas declaraban que iban a poner en marcha objetivos para alcanzar el cero neto para 2050, con reducciones claras para 2030 y 2040 [alcanzar el cero neto supone emitir la misma cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que las que se absorben]. Sin embargo, tras la recuperación de la covid, la invasión de Ucrania y la guerra de Gaza, asistimos a un retroceso. Hemos visto cómo 239 compañías han sido expulsadas de la iniciativa Science-Based Targets (SBTi) [las empresas participantes se comprometen a establecer objetivos de reducción de emisiones de gases GEI basados en la ciencia, en línea con el Acuerdo de París]. El rechazo de la industria a los objetivos climáticos se ha vuelto muy problemático. Hay quien quiere que todo siga igual y es un verdadero problema. ¿Qué marcos de gobernanza debemos establecer para obligarlas a cumplir? En las instituciones europeas se están desarrollando intensos debates al respecto. Debemos dialogar, y se dialoga ya, con varias industrias para identificar sus dificultades.


¿Y cómo ve la cosa?

Pensamos que es posible cumplir con los objetivos climáticos. Y, además, es posible hacerlo cumpliendo con nuestras responsabilidades sociales, haciendo que se suban al tren aquellos colectivos más vulnerables, como los agricultores. Tenemos que poner en marcha planes de transición que sean socialmente justos.


¿Está el modelo de transición energética europeo agravando la desigualdad?

Creo que tenemos un problema de liderazgo. Un buen liderazgo significa honestidad. Muchos de nuestros líderes están paralizados porque ven cómo la derecha radical se apodera de la narrativa sobre la transición energética en Europa. El liderazgo arrogante desconectado de las necesidades reales de las personas y del planeta lleva a tomar decisiones equivocadas, porque desearía que las cosas fueran sencillas. Incluso los gobiernos de centro se mueven hacia la derecha con relación al Pacto Verde y a la Ley de Restauración de la Naturaleza. Toman el Pacto Verde como excusa, pues ahora empiezan a darse cuenta de cuáles son los puntos de dolor reales, pero el verdadero problema es la desigualdad. Nuestras sociedades han seguido explotando la riqueza sin la redistribución adecuada. En EE UU, los salarios de los primeros ejecutivos han aumentado el 1.460% desde 1978, mientras que los de los empleados lo han hecho el 18,1%. La inflación ha mermado el poder adquisitivo de la gente. Tenemos la primera generación que gana menos que sus padres. En este contexto, estamos tratando de avanzar hacia una economía descarbonizada, y va a ser costoso conseguirlo. 
Un verdadero líder debería decir: “Este cambio no va a tener impactos sociales en los más vulnerables porque vamos a gravar a los más ricos”. Nunca hemos gravado a las petroleras y las gasistas como deberíamos. No hemos gravado a los grandes emisores ni a quienes tienen más impacto en términos de recursos naturales. Hay que gravar la riqueza y eliminar perversidades de nuestro mercado, como las elevadas subvenciones a los combustibles fósiles o a la agricultura industrial. Así podremos constituir un verdadero fondo de transición para quienes tienen más dificultades.


¿Este giro es posible dentro del sistema económico capitalista?

Pienso que debemos cambiar el sistema económico. No soy necesariamente anticapitalista si el capital y los mercados funcionan, pero es que no están funcionando. Nuestro sistema económico está roto. Pese a que en 1972 publicamos Los límites del crecimiento, nuestra economía funcionó hasta cierto punto hasta los ochenta, en el sentido de que permitía que cada vez más personas salieran de la pobreza. Pero hoy vivimos en una economía financiarizada que solo se basa en el valor para el accionista, en el beneficio, en hacer dinero con dinero, y no en garantizar la estabilidad económica y en asegurar no solo que la gente sobreviva, sino que prospere. Durante la covid nos dimos cuenta de que lo que importaba era la economía de los cuidados, pero  no está incluida en el producto interior bruto (PIB). Tendremos más pandemias, más cambio climático y, probablemente, más conflictos. Y, ante futuros choques y tensiones, necesitaremos una economía resiliente que tenga en cuenta las necesidades de las personas y del planeta.

Imagen
Sandrine Justine

Y a la vez nos inquieta que el PIB baje. ¿Cree que el PIB dejará de ser el principal indicador económico?
No tenemos otra opción que alejarnos del PIB. Es la razón por la que estamos en el lío en que estamos. No tienen en cuenta el impacto sobre los límites del planeta, cuyos recursos son finitos. No se consideran las externalidades de la actividad. El PIB de EE UU puede haber crecido mucho, pero en San Francisco y muchos otros centros urbanos se registra la tasa de personas sin hogar más elevada jamás vista. Vemos altos índices de suicidio y de enfermedades mentales. Donde crecí, en California, abunda la innovación en tecnología y se genera riqueza, pero no está al servicio de las necesidades de la gente y la pobreza aumenta. No estamos valorando lo que importa: posibilitar vidas prósperas dentro de los límites planetarios. Varios gobiernos ya han puesto en marcha nuevos indicadores. Trabajamos con la Comisión Europea para simplificar los indicadores e ir más allá del PIB.


¿Qué debería medirse?

En la economía debemos dar importancia a la atención sanitaria, a la educación, a la vivienda. La creciente tensión social, que incrementa la desconfianza, proviene de la desigualdad. Muchas empresas y muchos gobiernos creen que haciendo lo mismo podrán detener esta inestabilidad. No es así. Ni siquiera los más ricos pueden esconderse de la inestabilidad. Debemos pensar con creatividad. Sabemos que hay soluciones.


Sorprende un poco el optimismo que, pese a su diagnóstico, se detecta en su informe Earth4All. ¿En qué se basa?

No tenemos otra opción que la de ser optimistas. Una buena dosis de realismo no deja de ser optimismo. Fuimos capaces de construir una Europa increíble después de la Segunda Guerra Mundial. Podríamos haber pensado que nunca podríamos ser amigos de los alemanes. Pero decidimos unirnos. Tenemos el conocimiento y tenemos la tecnología para salir adelante. La juventud merece poder seguir viviendo en este increíble planeta.


¿Qué acogida ha tenido su iniciativa?

Earth4All, que llamamos "una guía para la supervivencia de la humanidad", no es solo un modelo y un libro para la reflexión. Es un movimiento. Queremos llevarlo a la práctica. Y la reacción ha sido increíblemente positiva. En este momento mantenemos una serie de debates con distintos gobiernos, mientras intentamos trabajar con empresas, ONG, el sector financiero, organizaciones ciudadanas...  Hemos dado algunos pasos hacia la descarbonización, pero es ahora cuando las industrias se dan cuenta de que no es tan fácil como pensaban. Debemos apoyar las empresas plenamente comprometidas con el Pacto Verde Europeo, que avanzan mientras las compañías tradicionales del petróleo y el gas ejercen gran presión e intentan seguir como si nada. Apoyar no significa solo subvenciones. Significa financiar infraestructuras como estaciones de recarga para vehículos eléctricos, o agilizar la tramitación del despliegue de renovables. Por eso necesitamos líderes europeos valientes que no cedan al alarmismo que genera la derecha radical sobre la economía descarbonizada. Por ejemplo, tenemos que ofrecer a los agricultores paquetes económicos de apoyo, porque la Política Agrícola Común (PAC) no ha funcionado. O pensar en cómo atacar la pobreza energética, quizá con cheques solidarios o más ayudas para el aislamiento de las viviendas.


Los sondeos de las elecciones europeas auguran que va a ser más difícil acelerar la descarbonización.

Absolutamente. Pero hemos oído al Partido Popular Europeo declarar que el Pacto Verde es su pacto. Si es su pacto, que lo demuestre. Como ciudadanos y electores, también es responsabilidad nuestra pensar cuál es el liderazgo adecuado para Europa y para mantener los objetivos de una transición justa.


Uno de los ejes de Earth4All pasa por empoderar a las mujeres. ¿Cómo conecta este factor con el cambio climático?

Lo mismo que la pobreza, la desigualdad y la producción de alimentos son factores que no están aislados. Están interrelacionados. El hecho de que las mujeres reciban una educación ayuda a que estas se centren en su carrera profesional, o en abrir su negocio o su granja, y a que no solo piensen en tener hijos, sobre todo en el sur. Pero también en nuestro entorno, la capacitación de las mujeres las ayuda a pensar por ellas mismas, a tener más herramientas para participar de forma activa en la economía, en acceder a puestos de liderazgo. Por cierto, se ha acusado al Club de Roma de apoyar de algún modo la política de un solo hijo. Es otra teoría de la conspiración.


¿Hasta qué punto cree que son útiles las asambleas ciudadanas para el clima, más allá de la experiencia democrática?

Creo que son útiles para que la ciudadanía participe en el debate. Es una vía para que la gente recupere el poder, en lugar de que este sea tomado predominantemente por la industria y las multinacionales. Es muy importante que continúen, pero más importante aún es que los gobiernos las escuchen.


Ustedes proponen “un dividendo básico universal”, como parte de un plan que creen "asumible por un amplio abanico de grupos políticos". ¿En serio?

Cada vez se debate más sobre la renta básica universal. El dividendo básico universal es un concepto algo distinto. La idea es más bien crear un fondo, por ejemplo, generado por la extracción de petróleo y gas y también por la recaudación de impuestos sobre la riqueza, y luego redistribuir este fondo. Ello coloca la fiscalidad en el lugar donde debe estar. Y, por otra parte, mediante la redistribución se hace justicia al conjunto de la ciudadanía, en particular los colectivos más vulnerables. Pero los increíblemente ricos en la práctica no van a beneficiarte del dividendo básico universal. La propuesta supone afirmar que todo el mundo necesita un ingreso básico y que necesitamos crear una sociedad no comunista sino más igualitaria, en la que se tengan en cuenta la extracción de recursos y la posibilidad de gravar las externalidades. En Noruega, por ejemplo, que el sector petrolero y gasista y la riqueza estén gravados de forma adecuada, y que lo recaudado se redistribuya, es un enfoque mucho más humano.

¿Quién es?

Sandrine Dixson_Declève

Sandrine Dixson-Declève nació en Bélgica, pero creció en California. Ya
de niña se despertó su interés por el medio ambiente, cuando en la década de 1970 vivió la necesidad de cuidar el uso del agua debido a las sequías que azotaron ese Estado. Formada en Relaciones Internacionales y Ciencias Ambientales, copreside el Club de Roma desde 2018 y encabeza el movimiento Earth4All. Ha asesorado a distintos gobiernos y organizaciones internacionales, además de sentarse en consejos de empresas como EDP o BMW. Ha participado en la Misión de la Comisión Europea sobre Mitigación y Adaptación Climática y presidió el Grupo de Expertos de Bruselas  sobre el Impacto Económico y Social de la Investigación y la Innovación y Adaptación. Reuters la eligió una de las 25 pioneras del mundo en 2023.