Este es un libro delicioso, à la Yuval Noah Harari, con luces largas de millones de años y enfoque multidisciplinar, aunque con predominio de la antropología, alrededor de una pregunta: ¿por qué trabajamos tantas horas, a costa incluso de dejar escapar la vida?
La respuesta obvia es que lo necesitamos para sobrevivir. Pero ello no es sino una gran paradoja puesto que en periodos de mayor escasez había suficiente para todos dedicando apenas tres horas al día a buscar el sustento: según el autor, “durante el 95% de la historia de nuestra especie el trabajo no ocupó el lugar sagrado que tiene ahora”. La clave no sería pues la riqueza, sino su reparto y las necesidades subjetivas.
El libro sostiene que la agricultura no liberó al ser humano, sino que lo esclavizó al trabajo, las jerarquías, la desigualdad y las guerras a gran escala. Puede que la utilidad práctica de este recorrido histórico sea limitada, pero la sacudida a nuestros prejuicios está garantizada.