Cambalache
Hay quien se queja de que los pisos turísticos encarecen los precios y deterioran la vida ciudadana, pero en cuanto va al extranjero alquila uno.
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Diciembre 2022 / 108
“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. En el 510 y en el 2000 también”. Así empezaba Cambalache, el famoso tango de Enrique Santos Discépolo. Más adelante decía: “Pero que el siglo XX es un despliegue de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue”. ¡Pobre Enrique! Escribió esas estrofas en 1934, cuando aún no se había visto ni de lejos lo que iba a dar de sí el siglo XX, en cuanto a maldad insolente y en cuanto a muchas otras cosas horrendas.
Enrique Santos Discépolo demostró, al menos, la lucidez necesaria para arrancar el tango como lo hizo: el mundo fue y será una porquería.
Es fácil acordarse de Cambalache si uno piensa un rato en el Mundial de Qatar: un negocio corrupto se mire por donde se mire. Pero también es fácil acordarse del mismo tango cuando uno piensa en lo mucho que nos escandalizamos ante la cosa qatarí, teniendo en cuenta que el anterior Mundial se disputó en Rusia (que por entonces ya había invadido parte de Ucrania) y que China ya ha tenido Juegos Olímpicos de verano (2008) y Juegos Olímpicos de Invierno (hace solo unos meses). Francamente, no creo que los regímenes políticos ruso y chino sean mucho mejores que el de Qatar, ni que en ellos se cometan menos barbaridades. Más bien al contrario.
Discépolo estuvo lúcido al arrancar el tango como lo hizo: la vida fue y será una porquería
Vivimos en la era de la incongruencia. Cuando uno quiere pasar por sencillo y austero dice, como Pablo Iglesias en su momento, que compra la ropa en Alcampo. Vale. Pero hay que tener en cuenta cómo viven y en qué condiciones trabajan las personas que tejen y cosen esas prendas tan baratas, ¿no?
Ejemplos no faltan
No es muy distinta la incongruencia frente al cambio climático. Cada vez más gente tiene conciencia de que ya está ocurriendo y de cuáles pueden ser sus consecuencias en muy pocas décadas. Sin embargo, en cuanto han decaído los efectos de la pandemia (ya veremos qué pasa más adelante) nos hemos lanzado como locos a abarrotar aviones y barcos de crucero, con lo que matamos dos pájaros de un tiro: aumentamos la emisión de los gases que generan el efecto invernadero y ampliamos los canales por los que la covid se extendió por el planeta en unas cuantas semanas.
Por suerte, también tiene razón Moris: "La vida está bien aunque el mundo esté mal"
Hay quien se queja de la especulación financiera e invierte en activos tan productivos y socialmente benéficos como las criptomonedas (aunque en este caso, el pecado conlleva a menudo la penitencia de la ruina). Hay quien se queja de que los pisos turísticos encarecen los precios y deterioran la vida ciudadana, pero en cuanto va al extranjero alquila uno. Podríamos seguir enumerando ejemplos durante mucho rato.
Somos como somos. Y tampoco es cuestión de dejarles con el pesimismo lúcido de Santos Discépolo. Otro argentino, Moris, patriarca del rock en español, hizo notar que, con toda nuestra incongruencia a cuestas, “la vida está bien aunque el mundo esté mal”. Eso, por suerte, también es verdad.