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La aldea global es ahora un barrio peligroso

Vivíamos con una serie de convicciones que han resultado falsas. Nunca se han hecho y, por tanto, nunca se harán la guerra dos países con McDonalds en sus ciudades, decían. La globalización es el mejor antídoto contra los conflictos violentos, decían.

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Abril 2022 / 101

Ilustración
Darío Adanti

Vivíamos con una serie de convicciones que han resultado falsas. Nunca se han hecho y, por tanto, nunca se harán la guerra dos países con McDonalds en sus ciudades, decían. La globalización es el mejor antídoto contra los conflictos violentos, decían. El comercio es la paz, decían. Pues ya no. Al menos por una larga temporada. Habrá que olvidar mucho de lo aprendido y habituarse a vivir en un nuevo mundo con nuevas reglas. El problema, ahora mismo, consiste en que las nuevas reglas aún no están claras. Tal vez puedan intuirse los rasgos fundamentales.

Para empezar, vuelven los bloques. Como al principio de la guerra fría. China no tendrá otro remedio que patrocinar de alguna forma a ese gigante pobretón y enloquecido en que Vladímir Putin ha convertido Rusia, para evitar que el país más grande del mundo (con el que comparte más de 4.000 kilómetros de frontera) caiga definitivamente en el caos. China ya no será esa potencia industrial más o menos amable que se toma la molestia de fabricar todo lo que necesitamos, sino una potencia que veremos con creciente desconfianza según incremente su ya enorme poder militar y económico.

Normalmente, el comercio internacional se fragmentará en unidades casi herméticas. Sobre todo en los productos esenciales: energía y alimentación. La lección de Alemania y su dependencia del gas ruso tardará en olvidarse, igual que los desabastecimientos sanitarios al inicio de la pandemia. Una fase de escasez y carestías podría desembocar en una revolución energética (no necesariamente benigna con el clima, aunque podría ser que sí) que, dadas las reservas limitadas de petróleo y gas, iba a ocurrir de todas formas. Y también en una revolución alimentaria. Tal vez se abra un gran futuro para la gastronomía basada en insectos.

Resulta improbable que tras la guerra se restablezca la vieja normalidad

Cada bloque intentará reforzar su base industrial y asegurar sus recursos alimentarios

Podría pensarse que tras la guerra de Ucrania, dure poco o mucho, se restablecerá la vieja normalidad. Resulta improbable. El gran problema no es la guerra, con todo su horror, sino el hecho de que una potencia nuclear como Rusia haya amenazado (espero que la cosa se mantenga en simple amenaza cuando se publiquen estas líneas) con usar el arma atómica en territorio europeo. Y eso es un tremendo bofetón de realidad para todos.

Por eso el futuro inmediato se acerca pintado con los colores de la economía de guerra: cada país o bloque de países (caso de la Unión Europea) intentará reforzar su base industrial y asegurar sus recursos alimentarios, buscará fuentes energéticas alternativas y, si es necesario, racionará el consumo. Más empleo, más inflación, menos turismo de larga distancia.

La aldea global se ha convertido en un barrio peligroso. Tocará cerrar las ventanas y salir de casa con cuidado.