No era economía, sino fanatismo
El neoliberalismo nació como una doctrina económica. Y ha acabado pudriendo las instituciones políticas. Paso a explicarles por qué.
El neoliberalismo nació como una doctrina económica. Y ha acabado pudriendo las instituciones políticas. Paso a explicarles por qué.
Cuando los economistas de la llamada Escuela de Chicago propusieron el retorno a los antiguos valores liberales, con invocaciones a Adam Smith y Friedrich Hayek, la cosa no parecía alarmante. El orden internacional socialdemócrata en 1945 a partir de las ideas de John Maynard Keynes daba síntomas de agotamiento y el shock petrolero de 1973 hacía estragos. Quizá valía la pena volver a antiguas fórmulas.
Tendemos a creer que Margaret Thatcher (1979) y Ronald Reagan (1980) fueron quienes pusieron en práctica por primera vez la idea neoliberal. Pero eso no es cierto. El neoliberalismo como modelo político, además de económico, surge en Chile gracias al golpe de Estado de 1973 y a la dictadura del general Augusto Pinochet. De ahí pasa a otra dictadura, la argentina, de la mano del general Jorge Videla. No crean en las casualidades: no lo fue que la cosa neoliberal iniciara su conquista del mundo en dos ámbitos privados de democracia y sobrados de crueldad.
No es casualidad que el modelo económico neoliberal se estrenase en dos dictaduras
Abrazada a valores de ultraderecha, la ideología neoliberal vive ahora su apogeo
No vamos a entrar aquí en los destrozos sociales que trajo consigo el neoliberalismo. Ni en sus fórmulas mágicas (privatizaciones, ruptura de los sindicatos, reducción de impuestos a los ricos, sacralización de la moneda), que hasta hoy han servido para extremar las desigualdades, crear una casta de supermillonarios y hundir el mundo en un océano de deuda pública. Lo que nos interesa subrayar es que el neoliberalismo no resultó ser una simple doctrina económica, derivada del liberalismo clásico, sino una ideología basada en unas supuestas verdades indiscutibles. ¿Saben lo que pasa con las ideologías que se basan en dogmas? Que derivan enseguida hacia el fanatismo.
Tomen primero la consagración del individualismo (no del individuo: eso sería humanismo) como valor supremo. Añádanle el furor fanático de quien posee la verdad absoluta y desprecia a quien no se inclina ante ella. Del desprecio al odio hay un pasito que se da fácilmente. Y ya tenemos el cóctel perfecto para destruir el diálogo político y el respeto al oponente, fundamentos básicos de la vieja democracia liberal. Una vez se dan ambas destrucciones, la del diálogo y la del respeto, los partidos políticos se convierten en simples maquinarias de poder y, sin diálogo interno, se consagran a la adoración del líder, cuya palabra es la verdad.
No creo que lo hayamos visto ya todo. Ahora, cuando la idea económica neoliberal empieza a decaer, la ideología neoliberal, abrazada a valores de ultraderecha que creíamos difuntos, entra en su apogeo.