¿Para qué servirán los bancos?
La banca nunca ha respondido a ninguna de las definiciones que el diccionario ofrece sobre el término popular: ni pertenece al pueblo, ni procede de él, ni está relacionada con la parte más desfavorecida del pueblo (salvo cuando se trata de desahucios), ni está al alcance de la gente más pobre, ni es estimada por el público en general.
La banca nunca ha respondido a ninguna de las definiciones que el diccionario ofrece sobre el término popular: ni pertenece al pueblo, ni procede de él, ni está relacionada con la parte más desfavorecida del pueblo (salvo cuando se trata de desahucios), ni está al alcance de la gente más pobre, ni es estimada por el público en general. De cinco, cero. Podemos concluir con total certeza que la banca es impopular.
Pregunten, sin ir más lejos, a todos esos pensionistas que se sienten tecnológicamente avasallados y despreciados por su banco, que ya ni siquiera les ofrece la presencia de un empleado en una ventanilla para ayudar en sus gestiones. Los bancos han dejado de tratar con el público. Las oficinas se cierran por centenares y los despidos y prejubilaciones se cuentan por millares o decenas de millares. En 2009 había más de tres millones de trabajadores bancarios en Europa. Ahora rondan los dos millones y medio.
Menos empleados, más tecnología, más beneficios, pensará usted. Pero, tal vez, la realidad no sea esa. Tal vez se parezca más a lo que ocurrió con la prensa a principios del siglo XXI, cuando la revolución digital se cargó tanto la credibilidad como el negocio. La tecnología puede estar a punto de acabar con la banca, al menos como la hemos conocido siempre.
La tecnología está a punto de acabar con los bancos, al menos tal y como los conocemos
La moneda digital puede reducir a la irrelevancia la fabricación de dinero bancario
La banca fabrica dinero con cada crédito que concede. Las claves de su funcionamiento son estas dos: atender el mercado del crédito y generar la liquidez necesaria para el desarrollo económico. La digitalización de las monedas (no me refiero a criptomonedas privadas, sino a lo que los bancos centrales han emitido tradicionalmente como billetes) llegará en poco tiempo y puede reducir a la irrelevancia la producción de dinero bancario o interno. Las plataformas de pago que preparan las grandes corporaciones tecnológicas, como Facebook, tan fáciles de usar como el WhatsApp, pueden hacer innecesario domiciliar las facturas en un banco. Esas mismas plataformas serán capaces de organizar mecanismos de préstamo de persona a persona. ¿Para qué servirán entonces los bancos?
Pensará usted que deliro, pero no me parece improbable que durante la presente década asistamos a una reconversión salvaje del sector bancario en todo el mundo. Tal vez no lleguemos a simpatizar con los bancos. Las futuras tribulaciones de los trabajadores bancarios, sin embargo, podrían llegar a ser tan severas como para suscitar nuestra solidaridad.