Hace bastantes años, cuando era joven, pensaba que la política era sólo un trasunto de los factores económicos. Luego me pareció que, al contrario, la economía era el resultado de las ideas políticas dominantes.
¿A quién va a creer? ¿A mí o a sus propios ojos?”. Esta frase, que define bastante bien la actitud de los responsables de la economía en España y en el mundo en general, pertenece a la película Sopa de ganso y suele atribuirse a Groucho.
Sí, de acuerdo. Los políticos mienten. En todas partes. Cuando la crisis, esta gran crisis que se ha quedado a vivir con nosotros, parecía a punto de engullir algo tan sagrado como los mercados financieros.
Envejecer es un engorro. Uno asiste a la decadencia y la muerte de personas a las que quiere, soporta su propia decadencia y, además, comprueba que los años no aportan ninguna sabiduría. Hay en el envejecimiento algunos inconvenientes adicionales.
Las cosas no pueden desinventarse. Una vez inventada, la bomba atómica convivirá con la humanidad hasta el fin de los tiempos. A no ser, por supuesto, que aparezca un arma más mortífera y más sencilla de fabricar.
La Unión Europea suele ser considerada una organización tecnocrática y elitista. En efecto, lo es. Las sucesivas ampliaciones la han hecho difícilmente manejable; la acumulación de poderes ha complicado su funcionamiento.
La información económica abunda en términos de significado ambiguo o transitorio. Uno de los más notables, y más vacíos, es ortodoxia. Lo ortodoxo es lo correcto, lo verdadero. ¿Quién determina qué es ortodoxo y qué no lo es?
El concepto de propiedad es importante. Hablemos de nuestro principal patrimonio. ¿Le han timado con las preferentes? ¿La hipoteca le amarga la vida? Quizá usted, dilecto lector, no se haya visto atrapado ni por las preferentes ni por una hipoteca monstruosa.
Parecía una buena idea. Perversa, pero inteligente. Su paternidad no corresponde al gran George Orwell, aunque se haya acuñado el término orwelliana para definir un tipo de sociedad esencialmente totalitaria (es decir, sin alternativas posibles).
Suele ironizarse con la capacidad de vaticinio de los economistas. Ya saben eso de que no son muy fiables cuando predicen el futuro, cosa comprobada de forma exhaustiva, pero que en cambio poseen una extrema clarividencia para predecir el pasado.