Más deuda
La Navidad, como todo, tiene una concisa definición económica: es la época en que se compran los regalos de este año y se paga con dinero del año próximo. Eso supone deuda, queridos amigos.
La Navidad, como todo, tiene una concisa definición económica: es la época en que se compran los regalos de este año y se paga con dinero del año próximo. Eso supone deuda, queridos amigos.
La economía, queridos amigos, tiene una médula darwinista. Como la vida misma. Y no creáis que me refiero solamente al capitalismo, porque las experiencias socialistas conocidas hasta la fecha resultaron de un darwinismo tan áspero como la policía húngara.
El lector perspicaz habrá percibido ya que la economía mundial no marcha del todo bien. Tal vez el lector haya llegado a intuir, incluso, las dos cuerdas que forman el nudo que nos ahoga: la cuerda de la deuda excesiva y la cuerda del crecimiento escaso.
Hay que admitirlo: tenemos un talento especial para agravar cualquier problema. No importa que el problema sea de por sí gravísimo. Si nos dejan hacer, podemos empeorarlo hasta límites inconcebibles. Un ejemplo entre muchos es la droga.
La solución de los problemas europeos es fácil. Podría bastar con elegir algún oscuro lugar en Brandeburgo o Prusia, fundar allí una gran ciudad y llamarla, por ejemplo, Merkelandia. Lo digo en serio. La solución la ideó un señor llamado Alexander Hamilton, que nació en una isla caribeña y fue el auténtico fundador de Estados Unidos.
La sátira más feroz contra la guerra fue publicada por Joseph Heller en 1961. Se trata de una novela llamada Catch 22, o Trampa 22.
La economía europea, y muy especialmente la española, ha entrado en una fase cuántica. ¿Recuerdan la paradoja de Schrödinger? Dice que si ponemos un gato en una caja que contiene un mecanismo letal que sólo el gato puede activar.
Un ahorrador es un acreedor. Cuanto más ahorra uno, más se endeuda otro. Salvo en casos muy específicos, como el de los narcotraficantes de poca monta y los políticos corruptos más novatos, que guardan el dinero en bolsas de basura, el ahorro significa crédito.
Es una lástima, se dice a veces, que los ciudadanos se hayan visto degradados a la condición de consumidores. La queja resulta discutible. Ojalá a los ciudadanos se les tratara como a consumidores.
Creo que quienes se atreven a hacer predicciones son necesariamente tontos o deshonestos. Inscríbanme, por favor, en el bando de los tontos porque, igual que el mes pasado, voy a escudriñar el futuro para que sepan ustedes a qué atenerse.
Dice el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que la economía española va como un tiro y que la recuperación llega tan fuerte que más vale encargar ya el yate nuevo, porque luego habrá colas. Pues claro.
Hace bastantes años, cuando era joven, pensaba que la política era sólo un trasunto de los factores económicos. Luego me pareció que, al contrario, la economía era el resultado de las ideas políticas dominantes.
¿A quién va a creer? ¿A mí o a sus propios ojos?”. Esta frase, que define bastante bien la actitud de los responsables de la economía en España y en el mundo en general, pertenece a la película Sopa de ganso y suele atribuirse a Groucho.
Sí, de acuerdo. Los políticos mienten. En todas partes. Cuando la crisis, esta gran crisis que se ha quedado a vivir con nosotros, parecía a punto de engullir algo tan sagrado como los mercados financieros.
Envejecer es un engorro. Uno asiste a la decadencia y la muerte de personas a las que quiere, soporta su propia decadencia y, además, comprueba que los años no aportan ninguna sabiduría. Hay en el envejecimiento algunos inconvenientes adicionales.
Las cosas no pueden desinventarse. Una vez inventada, la bomba atómica convivirá con la humanidad hasta el fin de los tiempos. A no ser, por supuesto, que aparezca un arma más mortífera y más sencilla de fabricar.
La Unión Europea suele ser considerada una organización tecnocrática y elitista. En efecto, lo es. Las sucesivas ampliaciones la han hecho difícilmente manejable; la acumulación de poderes ha complicado su funcionamiento.
La información económica abunda en términos de significado ambiguo o transitorio. Uno de los más notables, y más vacíos, es ortodoxia. Lo ortodoxo es lo correcto, lo verdadero. ¿Quién determina qué es ortodoxo y qué no lo es?
El concepto de propiedad es importante. Hablemos de nuestro principal patrimonio. ¿Le han timado con las preferentes? ¿La hipoteca le amarga la vida? Quizá usted, dilecto lector, no se haya visto atrapado ni por las preferentes ni por una hipoteca monstruosa.
Parecía una buena idea. Perversa, pero inteligente. Su paternidad no corresponde al gran George Orwell, aunque se haya acuñado el término orwelliana para definir un tipo de sociedad esencialmente totalitaria (es decir, sin alternativas posibles).
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