Felices consumidores
Es una lástima, se dice a veces, que los ciudadanos se hayan visto degradados a la condición de consumidores. La queja resulta discutible. Ojalá a los ciudadanos se les tratara como a consumidores.
Es una lástima, se dice a veces, que los ciudadanos se hayan visto degradados a la condición de consumidores. La queja resulta discutible. Ojalá a los ciudadanos se les tratara como a consumidores.
Creo que quienes se atreven a hacer predicciones son necesariamente tontos o deshonestos. Inscríbanme, por favor, en el bando de los tontos porque, igual que el mes pasado, voy a escudriñar el futuro para que sepan ustedes a qué atenerse.
Dice el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que la economía española va como un tiro y que la recuperación llega tan fuerte que más vale encargar ya el yate nuevo, porque luego habrá colas. Pues claro.
Hace bastantes años, cuando era joven, pensaba que la política era sólo un trasunto de los factores económicos. Luego me pareció que, al contrario, la economía era el resultado de las ideas políticas dominantes.
¿A quién va a creer? ¿A mí o a sus propios ojos?”. Esta frase, que define bastante bien la actitud de los responsables de la economía en España y en el mundo en general, pertenece a la película Sopa de ganso y suele atribuirse a Groucho.
Sí, de acuerdo. Los políticos mienten. En todas partes. Cuando la crisis, esta gran crisis que se ha quedado a vivir con nosotros, parecía a punto de engullir algo tan sagrado como los mercados financieros.
Envejecer es un engorro. Uno asiste a la decadencia y la muerte de personas a las que quiere, soporta su propia decadencia y, además, comprueba que los años no aportan ninguna sabiduría. Hay en el envejecimiento algunos inconvenientes adicionales.
Las cosas no pueden desinventarse. Una vez inventada, la bomba atómica convivirá con la humanidad hasta el fin de los tiempos. A no ser, por supuesto, que aparezca un arma más mortífera y más sencilla de fabricar.
La Unión Europea suele ser considerada una organización tecnocrática y elitista. En efecto, lo es. Las sucesivas ampliaciones la han hecho difícilmente manejable; la acumulación de poderes ha complicado su funcionamiento.
La información económica abunda en términos de significado ambiguo o transitorio. Uno de los más notables, y más vacíos, es ortodoxia. Lo ortodoxo es lo correcto, lo verdadero. ¿Quién determina qué es ortodoxo y qué no lo es?
El concepto de propiedad es importante. Hablemos de nuestro principal patrimonio. ¿Le han timado con las preferentes? ¿La hipoteca le amarga la vida? Quizá usted, dilecto lector, no se haya visto atrapado ni por las preferentes ni por una hipoteca monstruosa.
Parecía una buena idea. Perversa, pero inteligente. Su paternidad no corresponde al gran George Orwell, aunque se haya acuñado el término orwelliana para definir un tipo de sociedad esencialmente totalitaria (es decir, sin alternativas posibles).
Suele ironizarse con la capacidad de vaticinio de los economistas. Ya saben eso de que no son muy fiables cuando predicen el futuro, cosa comprobada de forma exhaustiva, pero que en cambio poseen una extrema clarividencia para predecir el pasado.
John Maynard Keynes afirmó que la deflación —es decir, el descenso continuado de los precios y los salarios— era “lo peor”. Como auténtico indocumentado irreverente, voy a cometer lo que en términos religiosos vendría a suponer una blasfemia. No, John, no.
Piense en la palabra ahorro. O mejor en el concepto. Ahorrar. Suena bien y sabe bien, evoca virtudes como la honradez, la prudencia y la previsión, se relaciona con la prosperidad y el orden, nos recuerda los consejos maternales, inspira tranquilidad y sosiego. Desde siempre, el ahorro es bueno.
Quizá haya llegado el momento de plantearse una cuestión muy general: cuando hablamos de economía, ¿de qué hablamos? Últimamente, el Gobierno y los banqueros pregonan que la economía española va de maravilla. “Un milagro”, según Mariano Rajoy.
Llevamos una buena temporada viendo brotes verdes en la economía. El Gobierno afirma que las cosas mejoran y, ciertamente, siempre existe un indicador que invita al optimismo. Las exportaciones, se nos dice, empiezan a funcionar.
Habrán oído hablar, tal vez, de la “chica de la curva”. Se trata de una joven misteriosa que algunos conductores nocturnos dicen haber visto en la cuneta, haciendo señales antes de una curva con peligro.
Supongamos que la UEFA, en un extraño sorteo, empareja al Bayern de Munich y al Alpedrete. Se trata de una eliminatoria realmente difícil para el simpático club madrileño, porque los dos partidos se juegan en Alemania, el Alpedrete tiene 14 lesionados y el árbitro, qué casualidad, es socio del Bayern.
Lo mejor de la “trampa de liquidez” es el nombre. Parece el título de una aventura del Capitán Trueno. “Trampa de liquidez”: sugerente, ¿no? Y da una idea gráfica del asunto. ¿Se imagina un inmenso pantano de dinero?
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