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Claves para combatir el cambio climático en 2025

En un contexto de la energía incierto y en constante transformación, la descarbonización se presenta como una acción esencial para evitar las emisiones de CO2 de origen fósil

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En un contexto de la energía incierto y en constante transformación, la descarbonización se presenta como una acción esencial para evitar las emisiones de CO2 de origen fósil. Aunque se están desplegando actuaciones para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, el ritmo actual de implantación de energías renovables no es suficiente para alcanzar las metas propuestas para 2050. 

Diversos informes, como el World Energy Outlook 2024 de la Agencia Internacional de Energía (IEA) indican que, con los acuerdos actuales, la temperatura global podría aumentar más de 2,4°C, superando los objetivos del Acuerdo de París. En su reciente libro 2050, porqué un mundo sin emisiones es casi imposible (Arpa, 2024), el autor checo-canadiense Vaclec Smil no ve de ninguna manera, con el modelo actual, llegar a mitad de siglo con los objetivos propuestos. 

Lamentablemente, los resultados de la cumbre de Bakú no permiten albergar ningún cambio sustantivo en las políticas globales, por lo que se ha de insistir en acelerar los procesos en aquellos países comprometidos con el cambio climático

La transición energética enfrenta numerosos retos, entre ellos la sustitución de las energías fósiles por renovables. No existen soluciones milagrosas, y el modelo de negocio actual de los productores de combustibles y de energía deberá adaptarse para responder a las nuevas demandas del mercado energético. Las tecnologías deben madurar para enfrentar los desafíos actuales, y el cambio en la economía condicionará el ritmo de la transición energética. La planificación de infraestructuras e inversiones necesarias para la implantación de las nuevas medidas se presenta como uno de los principales obstáculos 

La primera dificultad es que no existe posibilidad de transición con un solo tipo de tecnología, ya sea solar, eólica, hidroeléctrica, bioenergía, geotérmica o energías marinas. Todas serán necesarias. Los avances en cada una de ellas están teniendo ritmos muy diversos debido a condicionantes económicos, madurez tecnológica, emplazamientos geográficos, costes, solvencia de los mercados, pero también voluntad política y actitud ciudadana. Lo mismo se puede decir de las tecnologías de almacenamiento de energía, en las que conviven la hidráulica reversible, baterías de litio y otras tecnologías en experimentación, aire comprimido, o almacenamiento en vectores energéticos como H2 o metanol. 

Por otro lado, las acciones de descarbonización deben abarcar diversas iniciativas que van desde la movilidad sostenible, la captura, uso y secuestro de CO2, las tecnologías de alta eficiencia energética para la industria y las edificaciones, la economía circular y la potenciación de soluciones climáticas naturales.  

Los retos se han de abordar globalmente

Estas iniciativas son esenciales para avanzar en la descarbonización y enfrentar los desafíos del cambio climático, cada una contribuyendo de manera única y especifica en su sector económico.

No obstante, éstas se enfrentan a varios desafíos significativos que deben superarse para lograr una transición energética entre los que destacan:

  • Costos iniciales elevados.  Las tecnologías de energías renovables y almacenamiento requieren inversiones significativas (CAPEX) que pueden ser una barrera para su adopción, especialmente en regiones con recursos limitados.

  • Madurez tecnológica. La captura y almacenamiento de carbono (CCUS), hidrógeno verde y almacenamiento de energía… aún están en fases de desarrollo y necesitan madurar para ser plenamente competitivas.

  • Infraestructura insuficiente. Las redes actuales de transporte y distribución de energía no están diseñadas para manejar la variabilidad y la intermitencia de las energías renovables que se han de acompañar con un importante refuerzo de la capacidad energética actual para afrontar una electrificación mayoritaria. 

  • Estabilidad de la red eléctrica. Debido a la naturaleza intermitente, en las renovables es crucial desarrollar y desplegar tecnologías de almacenamiento de energía para gestionar esta variabilidad.

  • La resistencia al cambio. Muchos son  los intereses establecidos en las industrias de combustibles fósiles que pueden resistirse a la transición hacia energías limpias (lobbies, empresas...).

  • Marco regulatorio. La falta de políticas públicas coherentes y efectivas puede ralentizar la transición dentro de un marco regulatorio que incentive la adopción de tecnologías limpias y penalice las emisiones de carbono.

  • Enfoques financieros. Los modelos de financiamiento tradicionales pueden no ser adecuados para las nuevas tecnologías ya que hay que estimar los altos costos iniciales y los beneficios a largo plazo de las energías renovables.

  • Escasez de recursos. Muchas tecnologías limpias dependen de materiales críticos o escasos, lo que puede crear nuevas dependencias y vulnerabilidades en la cadena de suministro.

  • Globalidad. La adopción de tecnologías limpias varía significativamente entre regiones. Las acciones aisladas pueden ser insuficientes si no se coordinan a nivel de todo el planeta.     

  • Impacto ambiental. La producción y el despliegue de tecnologías renovables deben minimizar su impacto incluyendo el uso del suelo y la afectación de ecosistemas.

  • La innovación continua. Ello es esencial para mejorar la eficiencia y reducir los costos de las tecnologías requiriendo inversiones en I+D+i.

Superar estos desafíos requiere una combinación de políticas públicas efectivas, inversiones significativas, innovación tecnológica y colaboración entre gobiernos, academia y estamentos científicos, empresas y sociedad civil.

Tal como se ha apuntado las redes actuales de transporte energético son insuficientes para la demanda futura. Es necesario cambiar el enfoque económico financiero en el CAPEX y el OPEX, y el soporte a la empresa y las entidades desde el Estado debe hacerse desde ópticas diferentes. La gobernanza de la descarbonización requiere una posición proactiva, innovadora y participativa, que contemple un análisis global previo en cada sector económico para promover políticas y normativas efectivas.

Proceso complejo pero necesario y urgente

La transición energética es un proceso complejo y multifacético que enfrenta numerosos desafíos y oportunidades. En un contexto global incierto, donde los riesgos geopolíticos y económicos son cada vez más evidentes, la necesidad de descarbonización se vuelve imperativa. La sustitución de fuentes fósiles por energías verdes es fundamental y se requiere un enfoque integral que contemple la coexistencia de diversos sistemas de descarbonización en sectores como la industria, los servicios y la movilidad.

Uno de los aspectos clave en esta transición es la diversificación de las fuentes de energía. La integración de tecnologías solares, eólicas, hidroeléctricas, geotérmicas y de biomasa debe adaptarse a diferentes entornos geográficos y climáticos, reconociendo que cada tecnología tiene sus propias fortalezas y limitaciones. Además, el crecimiento demográfico y económico proyectado sugiere que la demanda energética cambiará en las próximas décadas, aun considerando la mayor eficiencia en los procesos inherente a la electrificación y digitalización. 

Así, la eficiencia juega un papel crucial en la transición. Utilizar menos energía para realizar las mismas tareas puede generar ahorros significativos. Sin embargo, el aumento del consumo asociado a nuevas tecnologías, como la digitalización, la inteligencia artificial y los centros de datos, podría contrarrestar estos beneficios. Por otra parte, el almacenamiento de energía se convierte también en un factor esencial para gestionar la intermitencia de las energías renovables demandando acciones apropiadas en los diferentes niveles de la red eléctrica, generación, transporte, distribución y usuario final. Hay que ser consciente de que muchas de estas redes fueron diseñadas para funcionar con un 75%-80% de combustibles fósiles en el presupuesto energético y requieren actualizaciones significativas para integrar eficientemente las energías renovables para cubrir casi el 100% del suministro energético. Esto incluye la construcción de redes inteligentes y la mejora de la infraestructura de transmisión y distribución.

En este contexto de cambio, las políticas y regulaciones son fundamentales y necesarias para dar seguridad jurídica y económica en la ejecución de la transición. La implementación de subsidios para tecnologías limpias, impuestos al carbono y la eliminación gradual de subsidios a combustibles fósiles son medidas necesarias para fomentar el cambio. Sin embargo, también se deben abordar las preocupaciones sociales relacionadas con la aceptación de nuevas instalaciones energéticas, lo que requiere una estrategia efectiva de pedagogía y comunicación. 

Finalmente, es crucial reconocer que el avance hacia un nuevo modelo energético no solo depende de la tecnología. La transición energética exige una transformación del modelo de negocio energético. Esto requiere una revisión exhaustiva de todos los mecanismos del actual mercado energético que reconozca el valor social de la energía. Los gobiernos y las empresas deben adaptarse a este nuevo contexto socioeconómico, considerando las prioridades, limitaciones y valores actuales en la sociedad actual y futura.

La transición energética es una tarea colosal. A medida que nos enfrentamos a desafíos climáticos cada vez más urgentes, es esencial adoptar un enfoque holístico que promueva el uso de tecnologías y de la innovación, fomente políticas efectivas y garantice una participación equitativa y justa en el proceso de transición energética hacia la descarbonización.

Se ha de partir del hecho que no solo se está hablando de un cambio en la producción y consumo. Los efectos actuales que está teniendo el cambio climático nos indican, día a día, los retos a los que nos enfrentamos. Es por eso por lo que pensar estratégicamente el problema y abordarlo de manera global y decidida es una de las principales tareas que se enfrentan gobiernos y sociedad para afrontar el futuro del planeta.

Héctor Santcovsky es sociólogo y experto desarrollo económico sostenible.

Joan Ramon Morante es catedrático emérito de Física de la Universidad de Barcelona.