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Boris soñaba con Churchill, Liz con Thatcher

La primera ministra británica, obligada a frenar su ultraliberal tierra prometida por el brexit ante el hundimiento de la libra y la presión política

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Octubre 2022 / 106

Horas después de que el nuevo canciller del Exchequer, Kwasi Kwarteng, presentara el 23 de septiembre lo que él llamó mini-presupuesto (en realidad, el mayor paquete de recorte de impuestos en el Reino Unido desde 1972 en paralelo a un gigantesco aumento del gasto público que es un giro copernicano en la política económica de los últimos gobiernos conservadores), dos gráficos resumían su impacto: uno, el del hundimiento de la libra esterlina, que llegó a caer por debajo de 1,09 libras por dólar, la cotización más baja desde hace 37 años y dos días después se desplomó a 1,03, nunca visto desde que en 1971 se introdujo el sistema métrico decimal; el otro, el gráfico del diferencial del tipo de interés que ha de pagar el Tesoro británico para colocar sus bonos a 10 años: el 3,8%, el más alto desde 2011. El mercado ha temblado ante la apuesta tory de bajar impuestos, aumentar el gasto público y dilatar el pago con emisiones de deuda. “Reino Unido parece un mercado emergente transformándose en un mercado sub-emergente. Entre el Bréxit, la lentitud del Banco de Inglaterra y ahora estas políticas fiscales, será recordado por aplicar las peores políticas macroeconómicas de un gran país en mucho tiempo”, resumió con sarcasmo Larry Summers, secretario del Tesoro de EEUU en tiempos de Bill Clinton.

Y no solo el mercado. Lo han hecho las propias bases del partido conservador, ante un paquete de recorte de impuestos que suprimía el tipo máximo del 45% del URPF para los contribuyentes más ricos (ingresos de más de 170.000 euros anuales). El fondo monetario internacional (FMI) también consideró "inapropiados" estos estímulos fiscales.

El caso es que estamos ante uno de los presupuestos más políticos e ideológicos que ha visto Europa en muchísimo tiempo. Tan político que si el canciller del Exchequer le llamó mini-presupuesto no era por modestia: era porque un presupuesto formal ha de llegar acompañado de las proyecciones de la Oficina de Estabilidad Presupuestaria. En ausencia de ese aval independiente, Kwarteng y la nueva primera ministra, Liz Truss, confían en que la gente se crea que, con estas medidas, la economía crecerá un punto adicional cada año y la inflación (que ronda el 10% y puede llegar al 15%) caerá cinco puntos. Suficiente para pagar la fiesta.

Todo esto ocurre en un país que no ha dejado de encadenar desgracias en 15 años: la crisis financiera (2008), especialmente grave por el peso de la industria financiera en el PIB; el Bréxit (2016), un tiro en el pie cuyas consecuencias son cada vez más difíciles de enmascarar; la Covid (2020), cuya gestión fue desastrosa hasta que llegaron las vacunas; la guerra de Ucrania (2022) y su brutal impacto en el coste de la vida. Un país que ha visto cuatro primeros ministros en seis años y que acaba de perder uno de sus bastiones de estabilidad nacional, la reina Isabel II. Y en el que el Brexit ha alentado las tensiones territoriales, con Escocia reclamando un nuevo referéndum de independencia e Irlanda del Norte planteándose cada vez más en serio una unificación con Irlanda que ya no suena a quimera.

¿Por qué este presupuesto es tan ideológico? Porque supone un giro hacia un modelo económico que sostiene que las desigualdades y la pobreza no se remedian redistribuyendo la riqueza sino que basta con crear más riqueza. Cuanto más rico sea el país, más se beneficiarán los pobres a la larga. Es decir, la prioridad absoluta en este momento es el crecimiento y eso se consigue poniendo más dinero en manos de los ricos para animarles a invertirlo en la Economía. ¿Cómo? Bajando los impuestos. De ahí el gigantesco paquete de reducciones fiscales, que alcanzarán los 45.000 millones de libras en 2026, el mayor recorte de impuestos desde 1972.

La cereza de ese pastel era el inesperado hachazo al tipo máximo del IRPF, que pasa del 45% al 40%, sobre el que el gobierno británico ha acabado dando marcha atrás. El mínimo también baja, pero solo un punto: del 20% al 19%. Según el Instituto de Estudios Fiscales, los grandes beneficiados de estas medidas eran el 10% de contribuyentes con más ingresos, que iban a ver sus impuestos aumentados en 3.500 libras en el año fiscal 2025-26 y ahora los verán reducidos en 700 libras. Las reducciones para el 90% restante se quedan en minucia al lado del premio gordo de los súper-ricos.

Otra medida polémica es la supresión de las limitaciones a los bonos de los banqueros establecidas tras la crisis financiera. Una decisión con doble mensaje porque anula una norma que llegaba desde Bruselas (van a por todo lo que huela a UE) y porque es la primera de una serie de medidas desreguladoras del sector financiero. Tanto Truss como Kwarteng creen que el Brexit abre las puertas a un Reino Unido ultra-liberal, a una Gran Bretaña “liberada” de sus cadenas europeas.

El problema es que para que ese sueño no se convierta antes en pesadilla los tories necesitan atajar la crisis del coste de la vida si quieren ganar las próximas elecciones, en 2023 o 2024. Y eso exige reducir drásticamente la inflación y, ante todo, el precio del gas y la luz. Truss se había mostrado reticente a abrir la espita de las ayudas públicas, pero su liberalismo ideológico convive con un gran pragmatismo que le permite decir digo donde dijo Diego. Nada sorprendente en alguien que de niña era laborista, de joven liberal-demócrata y de adulta conservadora; que estaba en contra del Brexit y ahora cree que es la panacea; que es la única persona que sigue en el Gobierno desde tiempos de David Cameron. Una gran superviviente a la que conviene no menospreciar.

Ahora, el Gobierno ha garantizado que la factura energética anual no superará las 2.500 libras durante dos años. Son palabras mayores porque las estimaciones actuales son de 3.500 libras anuales, y subiendo. A esa ayuda se suma la ya aprobada de 400 libras al año para cada familia. El coste será de 60.000 millones de libras en los primeros seis meses y en conjunto se superarán los 150.000 millones de libras. También las empresas recibirán ayudas, pero solo por seis meses.

Lo que sí han descartado los conservadores es imponer una tasa excepcional a los beneficios de las energéticas para financiar esas ayudas y prefieren aumentar el gasto recurriendo a deuda pública. Las emisiones de bonos a 10 años en el año fiscal 2022-23 alcanzarán los 193.400 millones de libras, 62.400 millones más de lo previsto. No solo el mercado ha cuestionado esos planes arrastrando la libra a la baja y los tipos al alza: economistas y comentaristas moderados ven a Liz Truss como una aprendiz de Margaret Thatcher destinada al fracaso. Llegó a Downing Street por la puerta de atrás para relevar a Boris Johnson, un primer ministro que aspiraba a ser un nuevo Winston Churchill pero se quedó en un charlatán. Algunos creen que Truss se pegará tal batacazo que los tories querrán que vuelva Boris… o Rishi Sunak, el candidato derrotado por Truss en las primarias.