Qué podemos aprender del movimiento ludita
Automatizar no implica mejorar el nivel de vida ni los derechos. Es preciso debatir pausadamente sobre el poder de los gigantes de Internet sin miedo a ser tildados de tecnófobos
Yo no soy ludita, pero…”. Con frecuencia, oigo a alguien iniciar su intervención en un debate sobre la tecnología con estas palabras. Y cada vez que oigo esta referencia a los luditas, percibo miedo, miedo a ser visto como “antitecnología” o “antiprogreso” . Miedo a ser calificado de “tecnófobo” por el hecho de expresar una visión crítica de la tecnología. Miedo, en definitiva, a ser etiquetado de ludita. Y es que todavía hoy perdura la imagen de que los artesanos del siglo XVIII destrozaron los telares mecánicos porque estaban en contra de la tecnología y, por ende, del progreso.
Sin embargo, se trata de una visión desvirtuada. Los luditas no estaban en contra de la tecnología ni temían el progreso. Solo estaban en contra del uso que se hizo de esa tecnología y de la explotación que la tecnología en cuestión facilitó. Esta distinción es crucial para entender el impacto social de la primera revolución industrial y los orígenes de la resistencia a la acumulación de poder de las big tech de hoy en día. Así lo explica el periodista Brian Merchant, en su obra Blood in the Machine: The Origins of...