La guerra que nunca terminó
Violar a las mujeres del bando enemigo, dejarlas embarazadas y obligarlas a parir. Poco o nada se habla del día después de esta arma de guerra. Pese a la firma de la paz, el infierno sigue si vives cerca de tus agresores, libres y sin ser juzgados.
Violar a las mujeres del bando enemigo, dejarlas embarazadas y obligarlas a parir. Poco o nada se habla del día después de esta arma de guerra. Pese a la firma de la paz, el infierno sigue si vives cerca de tus agresores, libres y sin ser juzgados.
¿Cuándo termina una guerra? Es uno de los dos grandes interrogantes a los que el colectivo Cultura i Conflicte confronta al público en su primera producción, Encara hi ha algú al bosc. Este proyecto artístico singular, que se despliega en una obra de teatro, un documental y una exposición fotográfica, ve la luz tras dos años de trabajo, ocho viajes a Bosnia y el reto añadido de levantar el telón en Sarajevo en 2021.
Ha transcurrido un cuarto de siglo desde los acuerdos de Dayton, o el fin formal del conflicto de Bosnia. Pero sobre el escenario, un bosque móvil encarna el dolor y el miedo que pervive en mujeres como Nevenka, interpretada por Ariadna Gil. Olvidadas, cuando no menospreciadas por las autoridades —las de su país y las instituciones internacionales, y a menudo rechazadas por su propia familia— hasta 50.000 niñas y mujeres sobrevivieron a violaciones cometidas en la última guerra acaecida en Europa.
"Y tú, ¿dónde estabas?"
Fue una guerra tan cercana que la obra de teatro, dirigida por Joan Arqué con dramaturgia de Anna Maria Ricart, plantea como segundo interrogante: "Y tú, ¿dónde estabas?" Eran los tiempos de la euforia olímpica, y la Barcelona de Maragall llegó a convertir Sarajevo en el Distrito XI de la ciudad.
La violación como arma, a escena
Este paralelismo, que culmina con la proyección de imágenes yuxtapuestas de la antorcha olímpica y de ciudadanos corriendo bajo las bombas, da lugar a uno de los múltiples juegos que se desarrollan en escena. Las actrices y los actores interpretan a personajes reales, protagonistas del documental dirigido por la periodista Teresa Turiera, y de las fotos de Oriol Casanovas. Pero a ratos se interpretan a sí mismos, con sus recuerdos; en ocasiones, actúan sobre imágenes de fondo de los personajes reales, que algún caso llega a interpelarles. El juego se completa con el relato del encuentro del equipo de Cultura i Conflicte con las supervivientes, enfrentadas al acto de hablar de "aquello" ante las cámaras. La emoción del equipo sube a escena. También su incomodidad, que por momentos baja al patio de butacas.
Para las mujeres entrevistadas en el documental —los diálogos de la obra están extraídos de su relato—, el único atisbo de paz llegará si sus agresores acaban ante un juez. ¿Cómo probarlo, tanto tiempo después? Los hijos e hijas que tuvieron, y que mayoritariamente rechazaron al nacer, sirven hoy, a veces, como prueba de los hechos. Se calculan en 5.000 los juicios pendientes por violaciones.
También los descendientes viven su guerra interior. Al descubrir su origen, muchos se movilizan por la causa. Algunos buscan al padre biológico para clavarle la mirada. Otros se esfuerzan por encontrar a sus madres. Quieren transmitirles comprensión y calor.