Cómo crear un lenguaje común
Seis actores relevantes de la economía social y de impacto, muy distintos entre sí, analizan la realidad del sector en España, las oportunidades y los riesgos

¿Qué entiendes por economía de impacto?
Irene: El motor de la transformación, que busca un equilibrio consciente y deliberado entre la rentabilidad económica y la generación de valor positivo para la sociedad y el planeta. A diferencia de otros modelos, como la economía social, no se encuentra totalmente normalizada ni regulada por ley, lo que nos permite definirla de forma amplia e inclusiva.
Desde nuestra perspectiva, abraza cualquier iniciativa económica o productiva que tenga un propósito vinculado a la sostenibilidad e impacto positivo, de forma transversal a su actividad. Esta definición incluye desde la economía social y solidaria hasta entidades con ánimo de lucro que incorporan este propósito de forma central en su modelo de negocio. Este último sector, situado entre la economía social y la estándar, es en el que reside el mayor potencial de transformación a gran escala.
La economía de impacto busca una adicionalidad, midiendo su éxito a través de un triple balance: económico, social y ambiental. Se trata de redefinir el concepto de éxito empresarial, superando el puro beneficio financiero para incluir la salud de las comunidades y de los ecosistemas.
Miguel: Es una forma de invertir que quiere combinar retorno económico y retorno social y ambiental medible. La diferencia con la inversión clásica es que el impacto se declara como objetivo.
Sin embargo, no es lo mismo que la economía social y solidaria: aquí el impacto no es un añadido, sino la esencia. La economía de impacto puede caer en el riesgo de quedarse en discurso si no asegura gobernanza democrática y raíz comunitaria.
Guernica: Como no existe una definición consensuada, digo lo que me gustaría que fuera una economía orientada a la atención de las necesidades humanas y del entorno natural, que preserva el acceso universal (en todas las diversas realidades sociales) a los bienes (materiales e inmateriales) básicos para la vida, incluyendo los cuidados y la cultura, y que es capaz de modificar estructuras e instituciones (sociales, económicas, legales, políticas, etc.) para garantizar una vida vivible plenamente.
Raúl: Un enfoque singular de la actividad económica, ya que busca que la actividad productiva, financiera y de consumo genere no solo un beneficio financiero, sino también un impacto social y medioambiental positivo, medible, evaluable y sostenible económicamente. Desde el ámbito público debemos buscar, además, la adicionalidad, ser catalíticos, lo que implica que esta inversión pública genere un impacto positivo que no se hubiera producido sin ella y permita atraer nuevos actores.
A diferencia de lo que podríamos denominar economía tradicional, es clave que en ese triple enfoque —impacto económico, social y medioambiental positivo— haya una intencionalidad de lograrlo. Lo deseable sería que en un futuro habláramos de un único tipo de economía.
La economía de impacto, además, está totalmente conectada y alineada con la economía social en España, que supone el 13% de nuestra economía. España ha dado un paso crucial para institucionalizar este concepto, integrando la inversión de impacto en su ordenamiento jurídico a través del Real Decreto-ley 4/2024 que, por primera vez, define qué es la inversión de impacto con ese triple enfoque y crea el Fondo de Impacto Social (FIS), gestionado por COFIDES y con una dotación de 400 millones de euros de los fondos europeos NextGeneration.
Paula: Todas aquellas actividades u organizaciones que se caracterizan por no tener como misión principal el ánimo de lucro, sino un objetivo que contribuya a la mejora medioambiental, la reducción de las desigualdades o a la gestión de organizaciones más democráticas, entre otras.
Son organizaciones que cuestionan alguno de los aspectos o efectos del mercado capitalista y deciden orientar toda su actividad a generar una alternativa, otra forma de hacer, en relación con este ámbito.
Esto significa no solo que sean empresas con impacto positivo mediante su actividad, puesto que descubrir un medicamento o crear puestos de trabajo puede tener también impacto positivo, sino que debe ir más allá: implica que la misión es el impacto social o medioambiental y, por tanto, todas las decisiones se toman en función de este impacto. La economía de impacto son aquellas organizaciones que, deliberadamente, pueden tomar una decisión que no revierte en la maximización de sus beneficios, pero que contribuye a su misión.
Marc: Es aquella forma de entender la economía que busca dar respuesta a los grandes retos que enfrentan el planeta y la humanidad, haciéndolo de una forma económicamente viable y sostenible. No se trata solo de generar beneficios, sino de hacerlo garantizando un retorno atractivo y, a la vez, un impacto positivo y medible en el conjunto de la sociedad y el planeta. La economía de impacto pone en el centro a todos los actores implicados (personas, comunidades, empresas y ecosistemas naturales) y procura que el progreso no supere los límites planetarios.
¿Podrías citar algún buen ejemplo o referente clave en España?
Irene: Too Good To Go. A través de un modelo de negocio basado en una aplicación móvil, su actividad principal (una lógica de rentabilidad económica) genera un impacto ambiental directo en la lucha contra el despilfarro alimentario.
También Vermut App, con un modelo de negocio basado en una plataforma digital y un propósito de impacto social: combatir la soledad no deseada en la gente mayor. Su servicio no solo es una herramienta para organizar actividades, sino una forma de tejer una red de apoyo social que mejora la calidad de vida de las personas mayores. Este caso nos demuestra cómo se puede crear valor económico y, al mismo tiempo, abordar un reto social tan importante como la soledad.
Otro ejemplo local: Bumerang, una SL que opera según una lógica de economía circular. Su modelo de negocio, centrado en la reutilización de envases, demuestra cómo una empresa con ánimo de lucro puede integrar el propósito de impacto en su actividad y generar valor para la sociedad y beneficio económico.
Estos casos muestran que no se trata solo de discurso, sino de modelos de negocio diseñados para resolver problemas sociales o ambientales.
Miguel: Hay que diferenciar financiación e inversión. En financiación, tenemos experiencias consolidadas como Coop57 y Fiare Banca Etica, que ya son herramientas de la economía social y solidaria para canalizar ahorro hacia proyectos transformadores.
En cambio, en inversión hay muy pocos casos en España. Las cooperativas prácticamente quedan fuera y para mí el referente en Europa es Coopfond, en Italia, que muestra cómo puede hacerse capitalización directa en cooperativas.
Guernica: Todo el tejido de las finanzas éticas es un ejemplo extraordinario en el sistema financiero (Fiare y Coop57 serían buenos ejemplos). También todas las entidades que defienden, promueven y facilitan el acceso a la vivienda, en sus distintos formatos, también el cooperativo en cesión de uso, como Sostre Cívic y los Sindicats de Llogaters. El entramado de microiniciativas de ganadería extensiva, agroecológicas y de permacultura, que no solo facilitan un acceso a alimentación saludable, sino que contribuyen a la regeneración de suelo y mantenimiento de bosques, tienen también un impacto extraordinario (las Redes Alimentarias Locales de Catalunya, que conectan productores, transformadores, distribuidores y consumidores son una buena propuesta: https://agroecologiaenxarxa.cat/).
Raúl: España cuenta con numerosos ejemplos, y de ámbitos muy diversos. El crecimiento y desarrollo del ecosistema está siendo enorme, sobre todo desde 2018 y con la creación del FIS, en junio de 2024, como punto de inflexión.
Entre los ejemplos figuran fondos como Q-Impact; Impact Bridge, el primer fondo de impacto de deuda; Global Social Impact Investments (GSI España); Ship2B Ventures; CREAS, Zubi Capital o plataformas de inversión participativa como Bolsa Social. También empresas de impacto social, como UNEI, compañía andaluza de servicios que es un ejemplo de inclusión social, con más de 1.400 empleados, de los que más del 60% son personas con algún tipo de discapacidad, especialmente de salud mental; o tuTechô, empresa constituida como SOCIMI, que cotiza en el BME Growth y que aborda el sinhogarismo con un enfoque innovador, integral y buscando un cambio sistémico y transformador en el acceso de colectivos en riesgo de exclusión a una vivienda digna. El mayor ejemplo empresarial es ILUNION, del Grupo Social ONCE, que facturó más de 1.300 millones en 2024 y empleó a más de 40.000 personas, de las cuales casi el 40% con algún tipo de discapacidad.
Paula: Es muy difícil hablar de una única iniciativa porque afortunadamente existen muchas que hacen muy buen trabajo. Pero destacaría las empresas de inserción, que comparativamente con otras iniciativas de la economía social es un sector más pequeño y, a veces, más desconocido.
Son organizaciones que tienen una actividad económica y que dependen mayoritariamente de los ingresos que obtienen de la venta de algún bien o prestación de servicios, pero su misión es la inserción laboral de personas en situación o riesgo de exclusión social. Mediante contrato laboral en un entorno de trabajo real, las personas adquieren las competencias que les faltan para incorporarse al mercado de trabajo ordinario.
Marc: Hay muchos ejemplos en distintos sectores: Wallapop (circularidad), Qida (atención domiciliaria a personas dependientes), Submer (ahorro energético en servidores), Ecoalf (moda), etc.
¿Cuáles son las oportunidades o posibilidades que ves?
Irene: Su capacidad transformadora. Nuestra aspiración es que en un futuro no sea necesario hablar de economía de impacto, sino que toda lo sea.
Para lograrlo, es crucial que no se limite solo a inspirarse en la economía social y solidaria (que tiene más trayectoria), sino que gane terreno en el ámbito de la economía estándar. Ahí es donde se encuentra la mayor palanca de cambio. La transformación real no vendrá solo de la creación de nuevas empresas de impacto, sino de la transformación de las empresas tradicionales, impulsándolas a adoptar modelos de negocio más sostenibles y regenerativos.
Esta dinámica representa una oportunidad única para la innovación, la creación de nuevas industrias y puestos de trabajo, y la generación de soluciones a gran escala para los retos más urgentes de nuestra sociedad.
Miguel: El potencial es grande: llevar recursos de inversión a sectores con capacidad transformadora —cuidados, vivienda cooperativa, transición ecológica comunitaria—, que, a menudo, tienen difícil acceso a capital. Si se hacen puentes reales con la economía social y solidaria, se podría escalar el impacto y reforzar proyectos que ya transforman la sociedad. También puede servir para cambiar qué entendemos por progreso: más cohesión social y calidad de vida, no solo PIB.
Guernica: Diría que es un conjunto de artefactos financieros capitalistas pensados para obtener rendimientos económicos (como siempre) de proyectos que quieren contribuir al bien común. Si bien este término también necesitaría una definición propia y extensa, podríamos entender que son proyectos que desarrollan soluciones sobre todo de tipo social o ambiental haciendo dinero. Por tanto, ofrece un suculento abanico de oportunidades a los capitalistas con ciertos escrúpulos (o con ganas de compensar especulaciones financieras previas), pero no imagino que contribuya a la transformación en un sentido no capitalista y decrecentista, que es lo que la humanidad (y su hábitat) necesita.
Raúl: España tiene hoy una oportunidad histórica: pasar de ser una economía que crece a una que trasciende y es inclusiva.
La economía de impacto nos permite generar riqueza sin dejar a nadie atrás, crear empleo de calidad en los territorios que más lo necesitan y atraer inversión internacional hacia proyectos que mejoran la vida de las personas y regeneran el planeta. No es un coste, sino una ventaja competitiva: quienes lideren esta transición serán más sostenibles y también más resilientes, innovadores y atractivos para el talento y el capital.
La economía de impacto no es el futuro; ya está aquí. En España ha pasado de 500 millones de euros en activos bajo gestión en 2018 a más de 3.500, incluyendo la banca ética, en 2023. La pregunta es si queremos ser referente internacional en demostrar que una economía rentable puede ser, al mismo tiempo, inclusiva y regenerativa. Gracias al FIS, somos el cuarto país del mundo en contar con instrumentos financieros de impacto para abordar retos sociales y Naciones Unidas nos ha elegido como ejemplo internacional innovador.
Paula: Cada vez hay más personas que intentan tener hábitos de vida y de consumo coherentes con lo que piensan y, por tanto, se cuestionan cómo están producidas las cosas que compran, qué condiciones laborales tienen las personas que las han producido y buscan alternativas de productos o servicios.
Por otro lado, la economía social va creciendo en dimensión y en número de organizaciones año tras año, y eso también hace que sea más conocida y resiliente.
La apuesta de la Administración, todavía tímida pero existente, por los contratos reservados también ofrece una oportunidad de crecimiento.
Marc: Cambio de mentalidad en la inversión y la actividad económica: cuando se destinan recursos de forma sostenida a resolver retos globales, se generan economías de escala que transforman sectores enteros. El caso de las energías renovables es un ejemplo: la inversión constante ha hecho que hoy sea más barato producir energía solar y eólica que muchas alternativas fósiles.
También la atención y la retención de talento con propósito. Cada vez más profesionales quieren dedicarse a proyectos que no solo ofrezcan un buen sueldo, sino que también tengan sentido e impacto. Esto es un factor competitivo importante para quien sepa conectar con esta motivación.
¿Y los principales límites o riesgos?
Irene: El greenwashing. Este fenómeno, mediante el que las empresas simulan un compromiso con el impacto positivo sin una acción real y coherente, desacredita todo el sector. Tenemos que ser muy claros y estrictos defendiendo la autenticidad y la transparencia.
Esta exigencia puede convertirse en un factor limitante, ya que genera un entorno de “grises” que podría disuadir a algunas iniciativas. Ello representa un dilema: ser rigurosos, pero, a la vez, inclusivos para acoger a empresas en el camino de la transición. Este “gris posibilista” requiere una gestión muy cuidadosa.
A pesar de estos retos, vamos por el buen camino. El avance legislativo en España, con la aprobación de las sociedades de beneficio e enterés colectivo (SBIC), es un paso crucial que nos da un marco de referencia. El gran reto ahora es mantener el ritmo de crecimiento de este sector —ininterrumpido durante dos décadas— y protegerlo de la ola reactiva y creciente polarización geopolítica que cuestionan su valor y misión.
Miguel: El peligro es que acabe siendo absorbida por el capital financiero tradicional y se convierta en un social washing sin cambios de fondo, y que la economía social y solidaria se diluya: se utiliza su lenguaje, pero se excluyen cooperativas y entidades comunitarias. Sin instrumentos de inversión adaptadas a ellas, el impacto será limitado e incluso contradictorio.
Guernica: Me da la impresión de que tiene el límite del business as usual, pues utiliza las recetas clásicas de la inversión financiera y le hace encajar proyectos e iniciativas de tipo ambiental y social (quizás, incluso cultural). Me parece muy poco imaginativa. El principal riesgo es que desvíe la atención (tanto de políticas públicas como de recursos privados) de lo que es realmente crucial: una transformación profunda y permanente en el tiempo de nuestros modos de vida para hacerla vivible para nosotros y, sobre todo, para las generaciones futuras.
Raúl: Hay que reconocer los riesgos para que no se convierta en una etiqueta bonita sin efectos reales:
- Impact washing (green/social washing 2.0), que es el riesgo de que empresas o fondos usen el término solo como marketing, sin intencionalidad real ni métricas sólidas. Por eso, distinguimos la inversión con impacto de la inversión de impacto. Esto puede erosionar la confianza del mercado y de la ciudadanía.
- Medición insuficiente o poco estandarizada. Si bien existen marcos (IRIS+, SDG, SROI, etc.), no hay una metodología universal. Comparar impactos entre sectores, proyectos o geografías es complejo y surge un riesgo de subjetividad o métricas superficiales.
- Escala y rentabilidad. No todos los modelos son fácilmente escalables. Algunos pueden requerir tiempo para demostrar rentabilidad, lo que lleva tensión entre el corto plazo financiero y el largo plazo del impacto.
- Captura por grandes actores. Esto implica que, quizá, grandes fondos o corporaciones pueden entrar en el ecosistema solo por reputación o presión regulatoria, desplazando proyectos transformadores, y que el impacto quede subordinado a los intereses de rentabilidad.
- Brecha territorial y de acceso. Si no se gestiona bien, el impacto puede concentrarse en grandes ciudades o sectores más atractivos y dejar atrás territorios rurales o colectivos vulnerables: podría replicar desigualdades en vez de corregirlas.
- Dependencia de la regulación y de fondos públicos. Parte del crecimiento se apoya en subvenciones, incentivos fiscales o fondos europeos. Si no se consolida una demanda de mercado, puede ser difícil sostener el impulso.
- Sobrecarga de expectativas. Se pide al impacto que resuelva a la vez problemas sociales, medioambientales y económicos. Riesgo de frustración si los resultados no son inmediatos o suficientemente transformadores.
Paula: La mayor conciencia de las personas ha hecho que muchas empresas impulsen iniciativas para parecer más sociales o respetuosas con el medio ambiente, aunque no podemos decir que sean proyectos de impacto, sino greenwashing.
Hay un cierto intrusismo en entidades que adoptan formas clásicas de economía social, pero que, en realidad, tienen un funcionamiento de economía tradicional rn el que la brújula es la maximización de beneficios. Así como la mayor conciencia de las personas en su consumo es una oportunidad, también es un riesgo el auge de la extrema derecha, por la difusión de fake news y el impacto que tendrá en las legislaciones que no podrán aprobarse.
Un problema endémico es su pequeña dimensión: está compuesta de organizaciones pequeñas, con poca facturación y poco margen, lo que dificulta la capitalización y la reinversión en la propia actividad para crecer.
Marc: - Dificultad de medir el impacto real. No siempre hay métricas claras, comparables y fiables para evaluar si un proyecto genera el cambio que promete.
- Greenwashing. Algunas empresas pueden utilizar el discurso de impacto como marketing sin cambios de fondo.
- Retornos económicos algunas veces más ajustados y a largo plazo o muy intensivos en capital.
- Ocasionalmente, dependencia de regulaciones e incentivos públicos.

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