La guerra en Gaza pone a prueba las ambiciones de China
China trata de ganar influencia en Oriente Próximo en su empeño por convertirse en una superpotencia económica y política global
Los conflictos que sacuden Oriente Próximo habrán llevado seguramente al presidente chino, Xi Jinping, y al resto de dirigentes del coloso asiático a plantearse si su perdurable estrategia de política exterior sigue siendo válida en un mundo cada vez más convulso e interdependiente en el que Pekín aspira a ser una superpotencia global. Esta tesitura ha reflejado de forma explícita la guerra que libran Israel y Hamás y su extensión en forma de ataques a los buques que atraviesan el mar Rojo por parte de los rebeldes hutíes, un grupo chií apoyado por Irán que controla el norte de Yemen y apoya la causa palestina.
Durante décadas, la política exterior de China se ha regido por dos principios fundamentales que le han permitido salir airosa en los foros internacionales y ante los más complejos conflictos, al tiempo que su desarrollo económico la sitúa en la senda de convertirse en una superpotencia global capaz de rivalizar con EE UU por el liderazgo mundial. El primero se basa en el concepto de la diplomacia equilibrada, que implica no tomar partido en los conflictos regionales, mientras que el segundo se fundamenta...