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Aunque la moda rápida se vista de seda... moda se queda

Para que la industria de la moda pueda ser compatible con los límites planetarios, es necesario un cambio del modelo de negocio

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Marzo 2023 / 111
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Ropa colgada

Fotografía
Getty images

Origen
Getty Images

Parece que la industria de la moda rápida o fast fashion sigue los pasos del plástico de un solo uso. Como este, lleva décadas abusando de un modelo de negocio basado en externalizar costes sociales y  ambientales. Y, como en el caso del plástico, ya no es posible continuar escondiendo su impacto. 
En su producción se generan cada año 2.100 millones de toneladas de CO2 equivalente (el 4% de las emisiones globales de gases  de efecto invernadero) y se usan alrededor de 540 billones de litros de agua y 1.600 millones de toneladas  de materiales. Cada segundo, el equivalente de un camión de basura lleno de residuo textil se quema o se vierte y miles de toneladas de microfibras provenientes del lavado de ropa llegan al mar. 
En Europa consumimos anualmente una media de 26 kg de ropa por habitante y generamos 11 kg de  residuo textil1. Pese al buen trabajo de algunas empresas del sector social para reutilizar parte de la ropa  usada, la producción es tanta y tan barata que la reparación de ropa hace décadas que va a la baja. El  reciclaje actualmente no supera un triste 1%. 
Hace tiempo que el sector se ha lanzado a intentar lavar su imagen con acciones de greenwashing como vender como un avance ropa hecha con botellas de plástico recicladas (cuando esas botellas deberían convertirse en nuevas botellas y no infraciclar en poliéster) o anunciar que etiquetas y envases son de  papel reciclable o de materiales sostenibles dando la impresión de que la prenda es reciclable cuando el  producto no lo es. 
Por otra parte, la creciente presión sobre el sector está motivando iniciativas legislativas a nivel de la  Unión Europea y en países como Francia y Suecia. Se proponen políticas de ecodiseño, sistemas integrados de  gestión de residuos y desarrollar la industria del reciclaje. Son medidas bienvenidas que deberían estar en  funcionamiento desde hace décadas, pero que no atacan la raíz del problema: un modelo de negocio basado en la sobreproducción. 
 

Novedades casi a diario
La moda rápida entró en nuestras vidas en la década de 1990 de la mano de fabricantes como Zara, que dejaron atrás  las dos temporadas anuales en favor de un ciclo de producción que ofrece novedades cada pocas semanas. Actualmente, gigantes asiáticos como Shein presentan primicias casi a diario y prescinden de tiendas físicas. 
¿Cuáles son las claves de este modelo de negocio? Según los expertos, el éxito se basa en una producción rápida y barata ligada a unos constantes cambios de tendencia provocados por las marcas con  efectivas estrategias de marketing.
No obstante, esta explicación pasa por alto tres condicionantes sin los cuales la moda rápida no podría existir. El primero es la introducción de las fibras sintéticas después de la Segunda Guerra Mundial. En el último medio siglo el uso del poliéster se ha multiplicado por 10 y, actualmente, más del 65% de la ropa se produce a partir de derivados del petróleo. Una característica relevante de este material es su ligereza y bajo coste (la mitad que el algodón), lo que explica su rápida expansión. La ropa es tan barata que ya no  sale a cuenta repararla, y los talleres de reparación de calzado y ropa, y los sastres, casi han pasado a la  historia. 
El segundo condicionante es la externalización de los costes ambientales y sociales. A pesar de su increíble impacto ambiental y social, el sector está totalmente desregulado. ¿Consecuencia? Concentración de beneficios en unas pocas multinacionales, contaminación, explotación en el sur global y microplásticos en todas partes.
El tercero es la deslocalización de la producción. A pesar de que Europa todavía ocupa a dos millones de personas en el sector textil, la búsqueda de bajos precios a costa de bajos salarios y poca regulación  ambiental impulsó a las empresas de moda rápida a deslocalizar la producción. La globalización de las  últimas décadas nos ha dado ropa barata, pero destruye empleos y causa un gran impacto social y  ambiental. 

Mejorar en lugar de depredar
Teniendo en cuenta los límites del sistema, el modelo tendría que tener los días contados. Si observamos el presupuesto de carbono disponible para el plástico (principal material que se usa para la ropa), al ritmo actual las emisiones asociadas su producción para la moda provocarán más de 3,5 °C de calentamiento global para 2050. Si queremos mantenernos por debajo del 1,5 °C decidido en el Acuerdo de París de 2015, deberemos aumentar el reciclaje, descarbonizar la producción y reducir  el uso del plástico en un 75%. 
El problema es que, en una situación de tragedia de los comunes como es la lucha contra el cambio climático, no se pueden esperar grandes medidas políticas antes de que algún colapso las haga inevitables.
Pero se puede esbozar qué tipo de modelo de negocio es necesario para esta transición. Debería ser un modelo que nos permita seguir vistiéndonos como nos guste y que, en lugar de depredar a la sociedad y al medio, contribuya a mejorarlos.

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Textil sostenible


Hay esperanza

Algunas indicaciones para un modelo textil sostenible.

La buena noticia es que en Europa hay centenares de pequeñas y medianas empresas que apuestan  decididamente por una moda diferente. A grandes rasgos, este modelo de negocio sostenible debe: 

  1. Diseño. Diseñar productos para la durabilidad física y emocional.
  2. Producción. Producir en función de la demanda para evitar rebajas y destrucción de prendas no vendidas.
  3. Transparencia. Proporcionar una completa transparencia de la cadena de suministro y de la trazabilidad posventa.  
  4. Reusar. Extender el uso después de la primera propiedad. 
  5. Política económica. Gravar el uso de materiales y  productos contaminantes y de origen fósil, así como reducir los impuestos al trabajo. Esto ayudaría a  relocalizar la producción y a hacer viable la reparación de ropa y calzado.  

Seguramente, lo único que se acordará será una posible regulación del diseño, la recogida y el reciclaje de  la ropa, soluciones insuficientes para cambiar la raíz del problema.  Lo importante a medio y largo plazo es que los ciudadanos nos concienciemos de que los costes reales de  la moda rápida los heredarán nuestros hijos y nietos, que hay muchas alternativas que merecen nuestro  apoyo y que, o acabamos con la sobreproducción de ropa o esta acabará con nosotros.

 

Para saber más...
Informe de Zero Waste Europe Beyond circular fashion – a new business model for the fashion industry
Accesible en: zerowasteeurope.eu