Las obsesiones de un personaje inclasificable
“Mis intenciones son acelerar la transición mundial hacia la energía sostenible y ayudar a que la humanidad se transforme en una civilización multiplanetaria, lo que traerá consigo la creación de cientos de miles de empleos y un futuro más inspirador para todos”. Pueden ser unos objetivos tremendamente ambiciosos para el común de los mortales, pero no para un multimillonario con un ego del tamaño de Elon Musk, que así se expresaba en Twitter (hoy X) en 2017, coincidiendo con su integración en un grupo de asesores económicos de Donald Trump, que entonces iniciaba su primer mandato presidencial.
Musk piensa a lo grande; no hay más que ver sus exitosos proyectos empresariales y sus mensajes en las redes sociales. Antes de dar el salto a la política con su apoyo a grupos ultraderechistas, sus obsesiones oscilaban entre la exploración del espacio, el cambio climático, la preservación de la raza humana y el conocimiento del universo. Su biografía contiene otros detalles no tan altruistas, como el maltrato denunciado por una de sus hijas por ser trans, el abuso de drogas y la difusión de teorías conspirativas durante la pandemia.
Para hacerse una idea de la complejidad del personaje, hay que remontarse a sus orígenes. Musk nació en Pretoria, capital administrativa de Suráfrica, que vivía aún bajo el régimen de apartheid. Es hijo de la modelo canadiense Maye Musk y de Errol Musk, un acaudalado ingeniero, piloto de aviones y empresario surafricano que inculcó el espíritu emprendedor en su hijo. Ambos se divorciaron cuando Musk tenía 10 años.
Desde muy pequeño, Elon se dejaba llevar por sus fantasías, hasta el punto de que sus frecuentes desconexiones con la realidad hicieron sospechar a los médicos que era sordo. Desarrolló pronto un gran interés por la informática y aprendió a programar de manera autodidacta. Con apenas 12 años creó su primer videojuego, que vendió por 500 euros.
Artes marciales
Ese niño introvertido, bajito y aficionado a la lectura fue víctima de bulling durante años por parte de sus compañeros de colegio. Al llegar la adolescencia dio el estirón (hoy mide 1,88) y aprendió a defenderse con clases de karate y lucha libre. Aún sigue practicando artes marciales.
A los 17 años, en contra de la opinión de sus padres, emigró a Canadá para librarse del servicio militar. Se nacionalizó canadiense y estudió en la Queen’s University de Kingston (provincia de Ontario) durante dos años. Después cruzó la frontera para matricularse en la Universidad de Pensilvania, donde se licenció en Ciencias Políticas y Física. De allí dio el salto a Stanford, en California, con la intención de doctorarse en Física, pero cambió de planes para aprovechar el boom de las empresas puntocom de finales de siglo. En 2022 se convirtió en ciudadano estadounidense.
Origen de su fortuna
Su fortuna comenzó a labrarse en 1999 gracias a la venta de Zip2, una empresa de software que proporcionaba guías locales a los periódicos en Internet, con la que se embolsó 22 millones de dólares. Musk invirtió el dinero en crear la compañía de pagos por Internet X.com —más tarde rebautizada como PayPal—, adquirida por eBay en 2002 por 1.500 millones de dólares.
Un cuarto de siglo después, Musk es el principal accionista de varias compañías de éxito, entre las que destacan Tesla, SpaceX y la red social X. Al aterrizar en esta última, en 2022, despidió fulminantemente a buena parte de la plantilla, incluyendo a los empleados responsables de la seguridad de la red. Su objetivo es convertir X en una everything App, una plataforma capaz de ofrecer múltiples servicios a sus usuarios, desde el envío de dinero hasta la compra de ropa y la reserva de viajes. SpaceX nació con el objetivo de reducir los costes de viajar al espacio para facilitar la colonización de Marte.
El grueso de su gran fortuna procede de sus participaciones en Tesla, el fabricante de coches eléctricos, que a finales de febrero valían 170.000 millones de dólares en Bolsa. A pesar de haber dicho en una ocasión que la inteligencia artificial llevaría al ser humano a la extinción, Musk fue uno de los primeros inversores de la empresa propietaria de ChatGPT, que más tarde abandonó para crear su propia compañía, xAI, con el objetivo, en sus propias palabras, de “comprender la verdadera naturaleza del universo”. La empresa, afirma su propietario, hará que la mayoría de los empleos sean obsoletos, por lo que es partidario de una renta básica universal.
En 2013 Musk anunció que Tesla y SpaceX proyectaban lanzar una nueva forma de transporte llamada Hyperloop, que serviría para viajar a velocidades superiores a los 1.000 kilómetros por hora a través de una red de tubos sellados al vacío. Cuatro años después trascendió su apoyo al proyecto Neuralink, consistente en insertar en el cerebro humano microchips conectados por Bluetooth a un teléfono móvil o un ordenador. Un test llevado a cabo con monos acabó en fracaso —los animales sufrieron malformaciones y parálisis—, pero Musk restó importancia a los problemas y sigue empeñado en sacar adelante el proyecto. En enero de 2024 se implantó un chip en un ser humano con “resultados prometedores”, según el magnate. También es activo en criptomonedas.
Vida personal
Musk se ha casado en tres ocasiones, dos de ellas con la misma mujer, y ha tenido 12 hijos de tres madres distintas, varios de ellos mediante inseminación artificial: Nevada (fallecido a los 10 meses de síndrome de muerte súbita), Vivian, Griffin, Kai, Saxon, Damian. X AE A-Xii, Azure, Stridel, Exa Dark Siderael, Techno Mechanicus y un niño de nombre desconocido. Vivian se cambió el apellido en 2020 para que no se le asociara con su padre, a quien calificó de “narcisista” y acusó de tratarla con crueldad por su condición de mujer transgénero durante una entrevista televisada.
“No es precisamente un hombre que acepte un no por respuesta”, escribió su primera esposa, Justine Musk, en un artículo publicado en la revista Marie Claire en 2013. “Su voluntad de competir y dominar, que le dio tanto éxito en los negocios, no se apagaba por arte de magia cuando llegaba a casa”, escribió. Mientras ambos bailaban el día de su boda, recuerda ella, Musk le susurró al oído: “Yo soy el alfa en esta relación”. En su biografía Musk: el empresario que anticipa el futuro (Península, 2016), el periodista Ashlee Vance lo describe como “un sabelotodo pendenciero con un enorme ego”.
En mayo de 2021, durante su intervención en el programa televisivo de humor Saturday Night Live, Musk confirmó que tiene síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista que dificulta las relaciones sociales y despierta un interés obsesivo por determinados temas. Las personas con ese diagnóstico suelen tener, como él, un lenguaje fluido y una capacidad intelectual igual o superior a la media de la población.
Musk ha reconocido que consume ketamina por prescripción médica. La ketamina es un fármaco utilizado principalmente como anestésico, pero cada vez más como tratamiento de la depresión, ansiedad y otros trastornos mentales. Por su alto potencial adictivo, su comercialización está controlada en la mayoría de los países. El neurocientífico Sam Harris, que fue amigo suyo hasta que ambos se distanciaron en 2020 por discrepancias sobre cómo afrontar la pandemia, describe a Musk como un usuario compulsivo de las redes sociales capaz de pasarse noches enteras esnifando ketamina y difundiendo bulos por X, como si se tratara de un videojuego.
A pesar de su arrogancia, Musk parece ser consciente de algunos de sus defectos. “Si hiciéramos una lista de mis pecados, parecería que soy la peor persona sobre la tierra”, dijo en una entrevista TED en 2022. “Pero si los comparas con las cosas que he hecho bien, tiene mucho más sentido”.