Después de la catástrofe
Los desastres naturales, las guerras y las pandemias dejan secuelas psicológicas que deben atenderse
Un año después de la dana que atravesó la Comunidad Valenciana, lo más difícil de medir no son los metros cúbicos de agua, sino el temblor que quedó por dentro. En muchos barrios la obra gruesa terminó, pero el insomnio persiste, los sobresaltos vuelven con cada alerta y la tramitación de ayudas divide a quienes pudieron rehacerse de quienes todavía esperan. En Atención Primaria, los equipos de Psicología y Trabajo Social describen un patrón que se repite tras cada desastre: el malestar emocional. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que una de cada cinco personas expuestas a una catástrofe desarrolla depresión, ansiedad o estrés postraumático; casi todas presentan algún sufrimiento psíquico a corto plazo.
La distribución del daño por la dana no fue aleatoria. En las poblaciones con menos renta, viviendas más antiguas o sin seguro, la recuperación ha sido más lenta. Ese diferencial socioeconómico —no el fenómeno meteorológico— explica por qué unos barrios vuelven a la normalidad antes que otros. Entre las vecinas y vecinos hay un hilo común: miedo recurrente, cansancio, irritabilidad; lo...