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"En RSC ha habido una evolución que ni nos imaginábamos"

Entrevista a Beatriz Fernández Olit, presidenta de Economistas sin Fronteras

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Marzo 2025 / 133
Fernández Olit

Fotografía
Andrea Comas

Desde su casa de Madrid, teletrabajando, nos atiende Beatriz Fernández Olit. Lleva más de 20 años ligada a Economistas sin Fronteras, y desde junio de 2022 es su presidenta. Su trabajo es muy diverso, pero, sobre todo, se ha centrado en la responsabilidad social corporativa (RSC).


No es la primera mujer presidenta de Economistas sin Fronteras, ¿no?

No. Antes estuvieron Marta Martín, Marta de la Cuesta y María Eugenia Callejón.


Loable, porque además en economía hay más hombres que mujeres. Y casi siempre los puestos de responsabilidad, también en las ONG, son masculinos.

Sí. Y la estructura ha ido evolucionando. Ahora tenemos otras dimensiones, sedes, y récord de personas trabajando. Ha habido un ejercicio interesante de innovación organizacional. Cuando entré había una dirección al uso, un director. Pero las circunstancias hicieron que hubiera que reorganizarse y se inició un proceso de reflexión. En los últimos 10 años ha cuajado un comité de coordinación rotatorio en el que participan personas de las diferentes áreas. Es un órgano de decisión comunitaria. Es quizás más cercano a la economía social. No es habitual en las ONG.


¿Ha funcionado?

Con sus luces y sus sombras, pero aquí estamos. EsF experimentó antes que la mayoría de la gente la necesidad de teletrabajar. En 2011, época de crisis para el sector social con las políticas de austeridad, dejamos nuestra sede y la UNED nos cedió una oficina, pero cabíamos la mitad. Entonces nos organizamos con la tecnología y ahora teletrabajamos dos o tres días a la semana.


Teletrabajo y mujeres en puestos directivos. ¡La vanguardia!

En la pandemia y con las crisis lo pasamos menos mal que otras organizaciones. Otra cuestión fue que, voluntariamente y consensuadamente, las personas dentro de la organización ajustaban sus jornadas laborales cuando se caía la financiación. Para ello necesitas horizontalidad.


En todos estos años, ¿cómo ha evolucionado la RSC?

Ha habido una evolución que ni nos imaginábamos. Cuando empecé, en 2004, hablabamos de una RSC voluntaria. Muchas veces se quedaba en marketing, no afectaba al núcleo de la empresa. Muchos departamentos de RSC dependían del departamento de comunicación, no del de calidad, por ejemplo. Yo tenía debates con algunas compañeras que lo cuestionaban. Pero nos empeñamos en estar ahí, en el contacto con la empresa, a veces más amigable, otras menos. Y poco a poco esos departamentos de RSC fueron pasando a depender de la dirección, como un tema más estratégico. Es verdad que las empresas han ido cambiando no por voluntariedad, sino porque las políticas y regulaciones han ido cambiando. Se les ha ido exigiendo mayor transparencia a nivel de gobierno corporativo. Hubo varios cambios y  en 2012 se empezó a hablar de derechos humanos y transparencia no financiera. Y de la asunción de las vulneraciones de los derechos humanos como una obligación. Esto ha sido fundamental.

 

¿Esto viene de gobiernos de izquierdas o de derechas? ¿O viene de Europa?

Viene de Europa y de Naciones Unidas. Luego ha habido, dependiendo de los gobiernos y de las propias comunidades autónomas, mayor sensibilidad hacia estos temas a la hora de establecer políticas públicas. Los gobiernos de izquierda tampoco es que hayan sido muy transgresores, pero sí han hecho algunas cosas más. Lo más importante ha sido la transparencia no financiera: que las empresas tuviesen obligatoriamente que reportar sobre impactos sociales y ambientales. Todo lo que son convenciones internacionales por el cambio climático, el Acuerdo de París y demás, se ha desarrollado muy deprisa. La parte social está todavía en definición. Hay unos hitos en derechos humanos que no son negociables. Pero se sigue debatiendo hasta dónde tiene que llegar la RSC en el mantenimiento de la calidad de los empleos. Dentro de la taxonomía social se podría estar hablando de derechos de consumidores, a nivel laboral, bienestar, políticas de conciliación…


Recuerdo los informes de hace solo cinco años del Observatorio de RSC. En todo lo relacionado con paraísos fiscales había mucho “no sabe, no responde”.

Esto también está dentro de esas obligaciones de transparencia. La crisis financiera hizo que los paraísos fiscales se replantearan. Se ha avanzado en que las empresas tengan que reportar sus aportaciones fiscales en cada territorio en el que operan. Y deben decir cuánto beneficio tienen en cada uno estos territorios.


A partir de la tragedia del Rana Plaza, ¿se vio alguna mejoría palpable?

Se llegó a acuerdos con las organizaciones sociales y sindicatos. Se acordaron nuevos protocolos respecto a las cadenas de valor. Pero, sobre todo, sirvió para que la ciudadanía estuviese pendiente de estos temas. Hay dos cuestiones importantes. Por un lado, los derechos humanos y el medio ambiente. Pero para las economías desarrolladas está el tema de la tributación en los territorios. Mirando hacia los dos lados de la cadena de valor, la producción y la tributación, afecta la economía en países desarrollados y en desarrollo.


Son tiempos de cambio. ¿La llegada de Trump afectará los avances?

De momento hay una apuesta decidida y no se ha dado marcha atrás. Ya veremos.


Pero todavía hay greenwashing…

Muchísimo. Pero ahora el greenwashing no es solo una cuestión de comunicación. Se intentan cumplir las obligaciones legales dando información cuestionable. Se llega a falsear datos. El caso más conocido es el de Volkswagen, que falseó los datos de las emisiones de sus motores para cumplir con la legislación ambiental. Se puede regular, pero luego hay que controlar. Y es complicado en cadenas de valor extensas.

 

Imagen
Fernández Olit

Lo que hace Trump, cerrar fronteras y subir aranceles, paradójicamente tasa los costes medioambientales de trasladar productos y explotar a los pobres.

Todo es muy complejo. Es una tendencia diferente que rompe con la globalización de las cadenas productivas, como lo fue la covid. Si pasa algo en Asia y no llegan las mercancías, tenemos un problema. Las políticas proteccionistas de Trump, que tienen también otros partidos conservadores, de alguna manera, podrían generar lo que buscamos. Pero el efecto no va a ser tan bueno porque las empresas van a otros mercados. Se centrarán, por ejemplo, en los mercados europeos. O irán a África, a Latinoamérica. Tenemos la idea de que Estados Unidos es una economía muy internacionalizada, pero no es cierto. El volumen de exportación e importación es muy limitado si lo comparamos con países grandemente exportadores como Holanda o Alemania. Muchas empresas norteamericanas producen para el mercado norteamericano. Habrá un efecto, pero no creo que se vaya a notar tanto.


Si hablamos de multinacionales, deberían poder asumir los costes socioambientales. ¿Pero cómo se aplica la RSC sin hundir a una pyme?

Cuando hablamos de impactos globales, no están las pymes. Por ejemplo, en la fiscalidad, no tributan en otros países. Las obligaciones son a partir de un cierto volumen. Puede haber algunas que sí tengan que afrontar mayores obligaciones ambientales. O, por ejemplo, la regulación laboral. Hay quienes dicen: “Esto va a generar desempleo”, pero desde 2019 no se ha generado desempleo. Entiendo que para una pyme el subir los salarios mínimos supone una carga. Es un reto, pero hay que plantearse también cuáles son los problemas de las pymes. Y uno más importante es el endeudamiento. Les deben facturas, y habitualmente son las grandes empresas que pagan a 90 días. Ellos tienen que pagar sus salarios ese mes. Y ahí se generan grandes estrangulamientos. El problema tampoco puede resolverse diciendo: “En este sector van a dar igual las condiciones laborales”.


¿De qué manera se puede ayudar sin ahogar?

Es un análisis muy profundo que  las políticas públicas también deben afrontar. Las grandes empresas tienen una función importante ahí, porque muchas veces las pymes son sus proveedoras. Y la rentabilidad no puede hacerse a costa de los bajos costes de proveedores. No estamos hablando solo de países en desarrollo, sino también aquí. Y las políticas públicas pueden hacer algo al respecto.Desde Economistas sin Fronteras proponemos el modelo de economía social y solidaria. Se parte de otros principios, de una cultura diferente.


Pero también deben pagar salarios…

Sí, pero nos han ayudado a capear crisis, ¿no? El modelo tiene otra perspectiva. No pensamos que vaya a ser la panacea, pero sí que puede ayudar.


Llevo tiempo en economía social y hay precariedad en capear crisis. ¿Se busca sobrevivir u otro modelo?

Son las reglas del juego del resto de la economía. Desde luego es un dilema.

 

Usted ha trabajado en temas relacionados con la inclusión financiera, con bancos, cajas de ahorros y bancos cooperativos. ¿A qué conclusión llega?

Las antiguas cajas de ahorros, ya casi desaparecidas, eran un modelo de banca social surgido en el siglo XIX para incluir financieramente a los hogares de menor renta. Tuvieron su función hasta que su propio modelo se pervirtió. Empezaron a aspirar a ser la banca comercial. Yo estudié esa evolución de la caída de las cajas, la reestructuración del sistema financiero y la conversión de muchas de estas entidades. Lo que quedó como banca social fueron las cooperativas, que, curiosamente, con esa crisis financiera crecieron y ampliaron su red. Mientras la gran banca ha ido reduciendo sus oficinas, encontré patrones de mayor reducción de servicios en aquellas áreas más deprimidas económicamente. Y abandono, por ejemplo, de las zonas rurales. Las cooperativas no tenían estos patrones.


Cooperativas de crédito hay muchas.

Y muchas están vinculadas al ámbito rural. Está dentro de sus principios. Los lugares en donde se toman las decisiones importan. Si se toman en las oficinas en una determinada ciudad, en un pueblo, es una cosa, y si se toman a nivel centralizado, en Madrid o Barcelona, es otra. La capacidad de decidir de la sucursal de los grandes bancos cada vez es menor, porque se están basando en modelos estadísticos, de riesgo. Y pesa menos esa información blanda, de conocer el territorio. Por ejemplo, si es una pyme se sabe qué está haciendo, qué base de apoyos tiene en el territorio. Las economías de escala son tremendas. Son muchísimo más eficientes, más rápidas en la toma de decisiones, pero los efectos en los usuarios se notan. La concentración bancaria también es muy importante. Cuando ha habido una subida de los tipos de interés para controlar la inflación, esto ha repercutido en el coste del crédito, pero no en la retribución de los depósitos. Hay un debate sobre hasta qué punto ha influido el que la banca española esté tan concentrada. Porque en otros países sí que se ha mejorado la retribución del ahorro. Cuando hablamos de inclusión financiera decimos que se tiene que asumir desde lo macro. La banca ética es un modelo exitoso, pero son entidades pequeñas, que no pueden absorberlo todo. Una persona con un trabajo precario, sin ingresos recurrentes, no interesa a los grandes bancos porque el coste de tener que atenderla es alto. Y ya ni siquiera le quieren dar servicio en una oficina. “Te abrimos la cuenta, pero en todo caso online”. Es esa banca low cost. Hay millones de personas en esta situación. Es necesario reconfigurar el sistema.


Usted tiene una especialización en turismo. ¿Los hoteles avanzan en su RSC o es una fachada del estilo “no lavamos las toallas para salvar el planeta”?

Esto es algo viejísimo. Ahora justo investigo sobre sostenibilidad turística. El sector turístico es tan amplio que podemos hablar de hoteles de diferentes tamaños, de lujo o de cadenas. Pero hablamos también de aerolíneas, que pueden reducir, por ejemplo, sus emisiones. Evidentemente, hay que exigir que vayan avanzando. Pero lo que debemos mirar es el propio modelo. ¿Es sostenible un turismo democrático en el que con cualquier nivel adquisitivo se pueda viajar adonde se quiera con un vuelo low cost?  Esto restringe las posibilidades de las empresas de invertir en innovación. Hacerlo implica un aumento de costes.


Son políticas europeas para beneficiar a las economías locales y mejorar las relaciones entre países.

No sé hasta qué punto se consigue pasando tiempo en Salou o en centros turísticos donde casi están solo con otras personas de su nacionalidad. La cuestión es replantear qué es lo que aporta el propio modelo turístico.

¿Quién es?

Fernández Olit

Beatriz Fernandez Olit es profesora titular en el Departamento de Economía y Dirección de Empresas de la Universidad de Alcalá. Obtuvo su doctorado en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) con una tesis sobre la exclusión financiera y los efectos de la transformación del sector financiero. Su investigación se centra en finanzas sostenibles, responsabilidad social corporativa e inversiones éticas. Actualmente investiga sobre turismo.