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“La estabilidad en el empleo no va a la par en salarios y horarios”

Sònia Moragrega pilota junto a Elisenda Xifre la Fundación Intermedia, que ayuda a mejorar la empleabilidad de las personas

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Abril 2023 / 112

Lola Fernández

Sònia Moragrega pilota conjuntamente con Elisenda Xifre la Fundación Intermedia, una entidad sin ánimo de lucro que trabaja por la inclusión social ayudando a mejorar la empleabilidad de las personas, especialmente las que se encuentran en una situación vulnerable. Esta fundación se creó en el momento cumbre del paro en España tras la crisis inmobiliaria, hace poco más de una década.

¿Cómo ha cambiado en esta década la situación de los colectivos vulnerables?
Hoy hay más personas en situación en riesgo de pobreza y, por tanto, de vulnerabilidad. La crisis de 2008 y las posteriores ligadas a la pandemia, la guerra de Ucrania y la inflación hacen que los grupos vulnerables se hayan ampliado de mil maneras posibles. Precisamente, hace tres años, durante la situación de pandemia, creamos Intermedia X Feina para dar cobertura a colectivos generalistas, porque empezamos a atender a gente que había perdido su trabajo, o cuya ocupación se había quedo congelada y necesitaba redefinir su perfil competencial y reinvertarse en nuevas ocupaciones.

Entonces, la recuperación no hace menguar el riesgos de pobreza... 
No, para nada. Hoy a muchas más personas les cuesta más llegar a fin de mes que hace 10 años. Hay más hogares con más necesidad de apoyo en vivienda, alimentación y trabajo.

¿Qué impacto está teniendo la reforma laboral en los colectivos vulnerables?
Se está haciendo una apuesta positiva por lograr contratos indefinidos y estables, pero la estabilidad de las contrataciones indefinidas no va a la par con salarios dignos ni con jornadas estables en horas. Son menos horas y mal pagadas.

¿En qué medida las últimas crisis han impactado más o menos a las mujeres?
La crisis de 2008 fue de hombres y de mujeres. Muchos hombres perdieron su trabajo, a menudo vinculado a la construcción. Y, a la vez, vimos surgir a un colectivo al que atender de muchas mujeres que, bien cuidaban de sus hijos, bien tenían empleos complementarios al de su pareja, y que necesitaban reforzar su apuesta laboral. Muchas tenían estudios y necesitaban reciclarse. Ya no era trabajar como complemento: había que sostener el hogar, lo cual tuvo su lado positivo, obviamente.
 

¿Y en el caso de la pandemia?
Las mujeres han sufrido más la crisis de la covid y poscovid. En el comercio y la hostelería, muchos puestos están cubiertos en buena medida por mujeres, con empleos de baja remuneración. Hemos tenido que trabajar en programas específicos para mujeres desde una lógica de recuperación integral. También nos encontramos con un gran colectivo de mujeres que trabajaba en la atención domiciliaria y que se quedaron sin empleo. Intentamos reorientarlas hacia centros sociosanitarios y residencias. No siempre fue posible: quienes estaban trabajando en casas en la economía sumergida, en la limpieza o la jardinería, vivieron situaciones complicadas.

El coronavirus volvió visibles los trabajos esenciales. ¿De qué ha servido?
Pues no ayudó a cambiar las cosas, ni en consideración social ni en condiciones laborales. Ni en limpieza ni en el ámbito sociosanitario. 

Se augura un tsunami tecnológico letal para el empleo y, a la vez, el grueso de la oferta de empleo se concentra en trabajos considerados elementales como la hostelería, el campo y los cuidados. ¿Qué lectura hace de ello?
El sector de la hostelería vive una situación de rebote. Bares, restaurantes y hoteles cerraron del todo durante la pandemia. La gente que vivía de ello tuvo que buscarse la vida. Y quien pudo se profesionalizó en otros sectores. Ahora, si la hostelería no se pone las pilas con buenas condiciones laborales, los profesionales no volverán a ella. Las condiciones salariales y de horarios de este sector no son las adecuadas, aunque las personas que necesitan trabajar de forma desesperada acaben aceptándolas. Pero también es cierto que muchas ofertas no las podemos cubrir.

Entonces, ¿atribuye este desajuste solo a las condiciones laborales?
Hay casos en que se debe a la falta formación, y por eso la ofrecemos, pero sí creo que es un tema de malas condiciones.

Cuénteme con qué tipo de condiciones se encuentran en las ofertas.
Publicamos las ofertas a través de nuestro portal Intermediajob, y si detectamos algunas que no son suficientemente claras respeto a condiciones salariales, no las publicamos. A veces nos encontramos con ofertas que, aunque sean parciales, esconden jornadas más amplias. Por ejemplo, publicamos pocas ofertas en el ámbito de las camareras de piso, porque vemos que no reúnen los requisitos mínimos. A veces se ofrecen contratos de media jornada cuando, en realidad, se trabajan 10 o 12 horas. 

Pero muchas empresas en varios sectores afirman que no encuentran a gente. ¿Todas ofrecen malas condiciones?
Bueno, sí existen también desajustes importantes de perfil. Muchos puestos no se cubren porque no ofrecen buenas condiciones, pero hay ofertas de sectores como la logística que requieren un plus de dominio de ciertas aplicaciones y a lo mejor hay personas que podrían hacerlo pero no se ven ahí. A veces, las ofertas no se cubren porque a la persona le falta formación y se puede solventar. Hay quien ve difícil cambiar de sector aunque en el suyo se ponga difícil, o porque implica movilidad geográfica o porque el puesto carece de flexibilidad horaria para cuidar a los hijos.

¿Qué papel tiene la inmigración?
A veces, las personas inmigrantes ocupan esos lugares con peores condiciones. A veces, sin contrato laboral. Trabajamos con las empresas para que puedan tramitar el PRT con los profesionales, pero es difícil. Tenemos que distinguir entre quienes tienen papeles y quienes no. Las empresas no suelen contratar a quienes no los tienen, y es difícil hacerlo con la ley de extranjería, porque gestionar una oferta de trabajo es un proceso muy largo. Pero las empresas deben abrir la mente: tenemos a mucha gente que ya está aquí, dispuesta a trabajar. Las entidades podemos preseleccionar y formar a las personas con perfiles que se buscan. Podríamos formarlas y que hicieran sus prácticas en las empresas que necesitan personal. Y así ya las conocerían. Es verdad que ello requiere cierta planificación: esperar a la siguiente temporada para tenerlas listas. Pero se puede hacer. En el caso de la gente joven, la ley ha facilitado que quien realice un curso de formación disponga de un PRT por arraigo provisional.
 

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Sonia Moragrera

Ustedes buscan mejorar la empleabilidad de las personas trabajando en sus competencias. ¿Cómo se hace eso?
Cuando nos entra una oferta con determinados requisitos de titulación o de experiencia intentamos traducirlos a las competencias necesarias para el puesto. Por una parte, hablamos con la empresa: hay perfiles para los que, por automatismo, se requiere una titulación superior específica, pero que luego, para las tareas que se van a realizar en la práctica, no tiene sentido. Si vemos que alguien carece de una titulación específica, pero que sí tiene habilidades para desempeñar el puesto y que, con formación, podría encajar, intentamos convencer a la empresa. Cuando una persona viene con su currículum, el reto es hacer aflorar sus habilidades para poder transferirlas a otras ocupaciones y reorientarla profesionalmente.

¿En qué sectores sucede más?
Por ejemplo, las empresas nos pedían muchos licenciados o graduados para trabajar en comercio electrónico, o en  marketing digital, o en programación. Hay mucha demanda de estos puestos. Entonces nos inventamos la formación en técnico en e-commerce, que es una figura mixta que a la vez pueda trabajar en una pequeña empresa con almacén para gestionar la venta online de la tienda, promocionar esta mediante campañas en redes y, a la vez, llevar el almacén desde la lógica de la logística. Y este perfil tiene una salida increíble. La gracia es ofrecer contenidos muy enfocados a cubrir las necesidades de las empresas, que hasta pueden participar en la formación. Si les enseñamos los programas que usan las compañías, y si tienen las habilidades para aplicar esos conocimientos, ¿por qué exigir una licenciatura?

¿Las empresas aceptan con facilidad este cambio de chip?
Es muy difícil. Pero siempre acabas encontrando empresas socialmente responsables que se dan cuenta de que se trata de una oportunidad, tanto para ellas como para las personas candidatas. Empiezan a entrar en ello. También es cierto que esta estrategia tiene una parte perversa, y es la de que para según qué tipos de empleos se vaya bajando de nivel.

¿Hasta qué punto aumenta la brecha digital entre colectivos vulnerables?
Vemos una grave brecha digital que se agrava para las personas en situación de vulnerabilidad. Ello afecta a cómo encontrar trabajo, pero también a todas las gestiones de la vida cotidiana. Tendremos que hacer mayores esfuerzos.

Ustedes hablan de un 30% de inserción de las personas a las que atienden. ¿Es mucho? ¿Poco? ¿En qué momento se considera que una persona se ha insertado?
Cada programa al que nos presentamos tiene su forma de medir la inserción. Nuestro objetivo como fundación es conseguir una inserción de calidad. La mayoría de contratos a partir de los que se computa una inserción son de seis meses. Hubo épocas en que casi llegamos a la inserción del 40% del total de personas a las que atendemos. Pero todo depende de los programas que estemos gestionando en este momento. Cuando ejecutamos un programa destinado a personas con perfil generalista, cuya inserción es más fácil, el porcentaje sube. Pero si gestionamos otros destinados a colectivos muy vulnerables, de los que cobran la renta de ciudadanía, como es el caso este año, mantenernos en este 32% lo considero muy alto.
 

¿La ley de empleo dará mayor estabilidad a los programas, que eran anuales?
Cuando termina la subvención, se acaba el programa. Eso genera mucha inestabilidad. Ahora se empiezan a crear proyectos plurianuales. Algo que nos inquieta es el despliegue de la ley [catalana] de concertación de políticas de empleo. Compro al 100% que las políticas de empleo aterricen en el territorio bajo el liderazgo de los ayuntamientos, y con implicación de los distintos agentes del territorio. Pero luchamos para que sea obligada también la participación del tercer sector, que ahora se contempla "si ha lugar". Podría suceder que un ayuntamiento decidiera consorciar ciertos servicios pero optando por atender a los perfiles más generalistas y fáciles de inserir. Las entidades sociales solemos trabajar con los más vulnerables, de más difícil inserción. 

¿Qué utilidad tienen las bonificaciones de contratos para crear empleo?
Son una medida positiva, porque dan oportunidades y permiten recontactar con el mundo laboral, pero insuficiente. Nuestra propia fundación tiene contratadas a muchas personas gracias a bonificaciones. Algunas las acaba absorbiendo la entidad, y, a las que no, les hacemos un acompañamiento para que den el salto a otras empresas. Pero esto no lo pueden hacer todas las empresas. Yo prefiero las políticas activas, que ayudan a que la gente se forme, y apoyar a las empresas financiando líneas de negocio para que creen oportunidades de empleo. Si no se ha creado una necesidad de ese perfil de trabajo, se acabó. Importa cómo crear empleo real.

¿Se da el salto al empleo desde el ingreso mínimo vital y las rentas mínimas?
Es difícil darlo, pero no porque las personas beneficiarias no quieran trabajar. No pueden dar un salto por un contrato de un mes o dos. O de pocas horas a la semana. O si van a cobrar casi lo mismo que con la prestación. Porque cuando termine el contrato, volver a activar la prestación llevará su tiempo, y pueden pasar meses sin tener de qué vivir. Y, aunque intentemos concienciar de que hay que aceptar los trabajos porque pueden ser una oportunidad, o porque las condiciones de acceso a las ayudas pueden cambiar, a menudo, es más fuerte el miedo a quedarse sin nada. Y más con los problemas que hay de acceso a una vivienda. Por esto tendría sentido una renta básica universal, aunque creemos que siempre debería ir acompañada de programas de inserción. Permitiría realizar aproximaciones al mercado laboral o a la formación sin miedo a caer en el abismo. No sabemos qué va a pasar con el proyecto piloto de renta básica catalán. De momento, lo han parado. Las rentas actuales dan cero tranquilidad. La inserción es baja, pese a todo el acompañamiento en algunos programas, del 20%.

¿Es optimista sobre la reforma de los servicios de empleo públicos, que no están sirviendo para encontrar trabajo?
El solo hecho de que se plantee una renovación de los servicios de empleo es muy importante y positivo. Las oficinas de empleo no funcionan. La gente no confía en ellas para encontrar trabajo. En Cataluña se está intentando que parezcan más amables y cercanas, sin tanto guardia de seguridad, largas colas y citas previas.

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Sonia Moragrera

¿Quién es?

Sònia Moragrega (Barcelona, 1972) lleva toda su vida profesional ligada a la acción social desde la atención y la inclusión de personas en situación de vulnerabilidad. 
Se licenció en Filosofía y Ciencias de la Educación y Pedagogía Terapéutica por la Universidad de Barcelona y su labor la llevó a cursar un posgrado en Inserción Laboral en la Universitat Politécnica de Catalunya (UPC ) y en Ciudadanía e Inmigración en la Universidad de Girona (UdG). Moragrega ha estado en la sala de máquinas de la Fundación Intermedia desde su creación, en 2012: primero, como directora de operaciones; después, como directora general, y desde 2021, como directora general corporativa. Procedía de una de las
tres entidades que confluyen en Intermedia: la Fundación Surt, que lucha por defender los derechos sociales, económicos y culturales de las mujeres. Las otras dos son IRES y Suara.