Nel González Zapico: “Hay que volver a tejer redes de apoyo”
El presidente de Salud Mental España pone de relieve la paradoja de que una sociedad hiperconectada esté desconectando a la gente de la gente
Durante el Mes Mundial de la Salud Mental, el octubre pasado, organizaciones y empresas difundieron mensajes sobre la importancia del tema. De ello hablamos con Nel González Zapico, presidente de la confederación Salud Mental España, quien subraya que aún queda mucho camino por recorrer.
El informe que Salud Mental España presentó a principios de año dice que las personas con problemas de salud mental tienen dificultades cuando quieren contratar seguros o acceder a productos financieros. ¿Por qué?
Puede que usted no se acuerde, pero hace tiempo los seguros médicos privados no aseguraban a las personas que pertenecían a grupos de riesgo. E incluían a los homosexuales, por ejemplo, por riesgo de padecer VIH. Lo mismo existió siempre con el trastorno mental. Una persona con un trastorno mental grave siempre es víctima debido al estigma y a la cultura social. Existen esas falsas creencias que dicen que la gente con trastorno mental no es fiable. Ahora ya está demostrado que es terrible no cubrir los seguros de la gente que podía ser susceptible de contraer el VIH. Pero está ocurriendo lo mismo, por ejemplo, con las personas que tienen riesgo cardíaco. No les quieren hacer seguros de vida. Y si lo hacen es es con una cuantía inasumible. La cultura popular dice que las personas con problemas de salud mental no son fiables, son imprevisibles, no son constantes y otras connotaciones que pueden agravar más la situación. No se consideran dignas de ser ni aseguradas ni empleadas. Y muchas veces, ni siquiera escuchadas.
¿Y esto cómo se resuelve?
El estigma se puede romper. Es un proceso muy lento, porque los prejuicios siempre acompañaron a la cultura humana. Ya decía el Código de Hammurabi que la locura era la vestimenta de los hombres cuando eran abandonados por los dioses. Y eso es algo que permanece. Son connotaciones que llevan a pensar que la locura es un castigo divino y que, si estás loco, es por algo. Eso es muy difícil de romper, pero se puede.
¿Cómo se empieza?
La principal forma es hablar con normalidad de las cosas. Que las personas puedan contar con naturalidad sus circunstancias personales. Que puedan ser escuchadas. El 50% de las personas que tienen un trastorno mental y tienen un trabajo no lo comparten con sus compañeros y compañeras por miedo al rechazo. Y hablamos del miedo al rechazo de sus compañeros. No digo ya del miedo al empresario o la empresaria, a que pueden decir: “No cuento contigo”.
Las empresas hacen test psicológicos como parte del proceso de selección.
Es así. Y luchar contra el estigma es una tarea ingente. Pero creemos que el primer paso es normalizar la salud mental. Y que poco a poco vayamos asumiendo que esa máxima que dice la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que una de cada cuatro personas a lo largo su vida va a tener un problema de salud mental es la realidad en la que vivimos. Los datos nos muestran que para el año 2030 la principal causa de discapacidad en el mundo va a ser un problema de salud mental y eso tiene una derivada económica gravísima. Ahora mismo es insostenible mantener el menoscabo para la economía que suponen las bajas por problemas de salud mental. En España calculamos que la economía pierde 62.000 millones de euros, el 4% del PIB, por temas relacionados con la salud mental. Cualquier cosa que se haga por el bienestar de la gente y por la salud mental es una inversión.
Durante la pandemia entrevisté para esta revista a un psiquiatra, Moty Benyakar, experto en salud mental en momentos de crisis. Predecía que después de la pandemia podían venir cosas feas: odios, guerras... porque tenemos la necesidad de culpabilizar a otros de lo que nos pasa y no lo podemos entender ni aceptar, sobre todo cuando no hay un culpable. ¿Qué opina?
En primer lugar, nadie nos preparó nunca para enfrentarnos a la parte cruda de la vida. La principal intervención en origen para la promoción de la salud mental y la prevención del sufrimiento está en una intervención en educación emocional en niños y niñas. Y, efectivamente, tras una catástrofe natural nos puede llegar lo que está pasando ahora. Esto es especialmente importante para la gente joven, que entra en un momento de cambio sin esperanza por las guerras, por el cambio climático, por catástrofes naturales, porque hay precariedad en el trabajo. Se preguntan: “¿Qué futuro tengo?”. Eso afecta a una generación entera. Y es también una tragedia cultural. Todo depende de nuestra actitud ante las cosas, pero para tener una actitud positiva hay que tener primero una educación adecuada y, después, un entorno receptivo. El principal apoyo que tienen las personas cuando tienen problemas de salud mental o malestar emocional es simplemente alguien con quien compartir, a quien contarle lo que les pasa. Lo que echamos en falta son los medios económicos que permitan que haya profesionales que puedan atender esas necesidades.
El Gobierno dijo que iba a poner mucho más dinero en temas de salud mental ¿Qué pasó?
Entendemos que es imposible que un país como España pueda ahora mismo cubrir esta carencia si no es progresivamente. Agradecemos la voluntad, el Plan de Salud Mental y la creación del Comisionado de Salud Mental. Son pasos, pero más bien simbólicos por ahora. La realidad es que hacen falta muchos profesionales, fundamentalmente de psicología, que acompañen a la gente en sus necesidades, de una forma real, no con las tremendas listas se espera que hay. Te dan una consulta para dentro de cuatro meses. Y, a veces, cuando estás en crisis, cuatro meses es demasiado.
Puede que la persona enferma se suicide antes.
La necesidad se está empezando a poner encima de la mesa. Pero hacen falta muchos medios económicos, lo tenemos clarísimo. Reivindicamos que en la Ley General de Presupuestos del Estado se vaya asignando progresivamente más dinero a la salud mental. Sabemos que de un día para otro no podemos contar con ello.
Como argentina, estoy muy acostumbrada a ir a una psicóloga. Al menos en Buenos Aires es muy común, y nadie piensa mal por ello. Sin embargo, en España —aunque últimamente, menos— se ve bastante reticencia. La gente dice que eso es para locos.
En América, en general, tenéis una idiosincrasia que yo admiro. Aquí hay varias razones por las cuales la gente no pide auxilio. La primera es que, efectivamente, el estigma sigue funcionando. Por otro lado, no hay recursos. Si un joven dice: “Mamá: no me encuentro bien”, y tengo la posibilidad de ir al médico de cabecera y tener un profesional de la psicología, pues entonces seguramente sería más fácil. Pero si la madre tiene dos hijos, un sueldo precario y no puede pagar a veces en invierno la calefacción, le dirá: “Hijo mío, tienes que aguantarte. Tienes que aprender que la vida será así”. Con esa dureza.
Las empresas pueden discriminar o no, pero también imagino que lo que cuenta serán las leyes. ¿En esto se ha avanzado?
Se deben implementar las medidas legales necesarias para obligar a las empresas a hacer evaluación de riesgos psicosociales en el reconocimiento médico anual. Y también se debe ayudar a las empresas a que tengan la capacidad para adaptar puestos.
Es un tema difícil, porque podría suponer una presión más para las empresas, especialmente en el caso de las pymes, que representan más del 95% del tejido empresarial español y suelen ser poco productivas.
En algunos casos están experimentando ya. Claro, hablamos de grandes grupos empresariales con 70.000 empleados. Pero es factible que haya otras empresas que sirvan de apoyo, que puedan atender las necesidades de varias empresas pequeñas. Ya se hace en muchos otros niveles. Por ejemplo, con servicios jurídicos: varias empresas recurren al mismo servicio.
El tema es que puedan asumir económicamente ese servicio.
Se debe contemplar el apoyo a las pymes mediante exenciones o apoyos fiscales como incentivo.
Ustedes en Salud Mental España elaboran estadísticas. ¿Cómo ha evolucionado la cuestión en las últimas décadas?
Los problemas de salud mental siguen en aumento. La ministra de Trabajo ya reconoció que en España hay 600.000 bajas laborales al año solamente por problemas de salud mental. No es ninguna broma. La mayoría de ellos son aparentemente trastornos menores: depresión y demás. Pero es que el coste de una depresión en absentismo es brutal. Después de la pandemia se disparó. Con el teletrabajo se introdujeron unos elementos que permitieron que las empresas se fueran adaptando poco a poco. Pero el teletrabajo también debe implicar tener derecho a la desconexión.
En el informe de su confederación me llamó la atención el aumento de los suicidios en personas mayores. ¿Qué está pasando?
Creemos tener identificada una de las principales causas, que es la soledad no deseada. Eso puede llevar a ese sentimiento de inutilidad, de “ya no valgo para nada, ¿qué pinto aquí?”. Creemos que faltan redes de apoyo. Cuando yo era joven un poderosísimo recurso social era la asociación de vecinos, o la asociación de amas de casa, o la asociación cultural del barrio, o el grupo de montaña, etc. Todo eso está desapareciendo. Deberíamos volver a esa dimensión de barrio, más sencilla, que va a hacer que yo, con 80 años, pueda ir a jugar la partida con mis colegas. O, sencillamente, que haya una excursión en un autobús que me lleve al santuario de la virgen más próxima.
Luego están las nuevas tecnologías. ¿Cómo afecta tanta conexión, tantas redes sociales a veces tan agresivas?
Hay dos niveles muy diferenciados. Por una parte, está la gente mayor. A esa gente se le está negando la posibilidad de ir a un aeropuerto, porque son inmensos. O que vaya a una sucursal de banco, porque ya no las hay. El mundo está hecho de una forma agresiva para que la gente mayor se sienta de verdad sola, abandonada e inútil. Y eso es una lacra que viene precisamente por el progreso de las nuevas tecnologías. También está la tremenda soledad que aportan las redes sociales a los adolescentes. Por no nombrar las nuevas adicciones, desde comprar hasta la pornografía. Curiosamente, la sociedad hiperconectada está desconectando a la gente de la gente. Y eso daña de una forma brutal la salud mental.
¿Quién es?
El asturiano Nel González Zapico entró en el mundo asociativo en 2000 como familiar de una persona con trastorno mental. Comenzó como capacitador en los grupos de apoyo en Asturias y en 2012 llegó a la vicepresidencia de Salud Mental España. Desde 2015 ha sido elegido varias veces presidente de la confederación. Tiene conocimientos en creación de empresas, economía social y voluntariado. También ha formado parte de la plataforma de voluntariado de Arcelor Mittal, empresa donde trabajó hasta su jubilación.