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Móvil en plato

Ilustración
generada con IA

Un artículo reciente en la revista Nature constata que el avance hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU no está yendo a un ritmo que haga previsible alcanzarlos en 2030, como en su momento se había esperado. Lo cual es un ejemplo manifiesto de un déficit de acción colectiva. Aunque el mundo genera suficientes alimentos para nutrir a todos los habitantes del planeta, centenares de millones de personas pasan hambre cada día. Una situación que se supone que nadie quiere, pero que no parece que seamos capaces de revertir.

Llama la atención en este contexto que uno de los pocos objetivos en los que se avanza según lo deseado son los relativos al acceso a Internet móvil en banda ancha y al uso de Internet en general. Cabe suponer que ello responde a que se han aunado en torno a la extensión de lo digital dosis adecuadas de voluntades, recursos y talento. Algo que no debe estar sucediendo en torno al objetivo de eliminar el hambre en el mundo. ¿Una situación anómala? Desde luego. ¿Sorprendente? Depende, supongo, del punto de vista.

Recordemos, por si hiciera falta, que todo lo digital es artificial. Las realidades digitales son resultado de un proceso que viene de lejos. Sus primeros hitos fueron la invención del transistor y la construcción de los primeros ordenadores en la década de 1950. Artefactos, por otra parte, basados en la invención de la matemática de la mecánica cuántica (1925), de la lógica booleana (1847) y del concepto de máquina de computación universal imaginado por Alan Turing (1936). A lo largo de décadas se fueron añadieron muchos otros hitos, de entre los que los microcircuitos, el ordenador personal, Internet y la www, la fibra óptica, los smartphones y el internet móvil, las redes sociales y hoy la IA son sólo los más conocidos. 

En esa cadena de acontecimientos, arriba apenas esbozada, han intervenido la imaginación y el talento de muchos científicos e ingenieros, así como la audacia de multitud de emprendedores. El universo digital de hoy es pues el resultado de innumerables decisiones de inversión, producción y despliegue. También de la aceptación, instintiva o consciente, de miles de millones de personas que en todo el mundo han ido incorporando lo digital a su vida diaria. 

No cabe de ningún modo considerar esa concatenación de sucesos como natural, porque no es natural nada de lo relacionado con la tecnología. Tampoco puede atribuirse al resultado del azar, porque el recurso al azar es demasiado a menudo un modo de no reconocer la ausencia de una teoría satisfactoria. 

La cincuentena de entregas de esta columna semanal digital contienen apuntes sobre otras tantas miradas a la trastienda de la realidad digital, pero no llegan a constituir una historia coherente ni mucho menos completa. Dando vueltas a cómo visualizar esa historia he recordado los versos de Jorge Luis Borges sobre una partida de ajedrez en que "Dios mueve al jugador, y este, la pieza", tras lo cual se pregunta "¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza / de polvo y tiempo y sueño y agonía?". 

Me intriga imaginar cómo serían los dioses y los dioses detrás de dioses que Borges haría intervenir de saber que mientras escribo estas líneas hay 157.000 personas jugando al ajedrez, ese juego infinito, en chess.com. Puestos a ello, me gustaría leer lo que Borges, que guardaba en su alma tantas historias, escribiría sobre los que hacen y deshacen la magia de lo digital, como también sobre cómo ésta seduce a las personas. 

La idea de que hay deidades que habitan la trastienda de lo humano viene de muy lejos. Al personificar facultades y pasiones, los dioses de la mitología griega ayudaban a dar sentido a la vida de su tiempo. Aún hoy, en nuestra época materialista y descreída, esos mitos son todavía fascinantes e inspiradores para muchos. 

No hay, en cambio, por lo menos que yo conozca, relatos de estas características sobre el fenómeno digital. Pienso que no estaría de más imaginarlos, describirlos, contarlos, compartirlos. Me voy de vacaciones llevándome la idea al rincón de fabular, por si al vaciarme de rutinas y compromisos las musas tienen a bien inspirarme. Puestos a pedir, que lo hagan sobre héroes, sobre Ulises y Frodos, porque en lo que serían los Voldemort digitales y su cohorte andamos ya bien surtidos.