El tomate marroquí, fruto amargo del libre comercio con Europa
Los consumidores europeos se benefician del tomate de Marruecos a costa de la explotación de las trabajadoras y del agotamiento de los recursos hídricos. Es un modelo que agoniza
A la sombra de un muro, una decena de mujeres esperan pacientemente en cuclillas a uno de los responsables locales de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos de Biougra, 37 kilómetros al sureste de Agadir (suroeste de Marruecos). Envueltas en amplias telas de brillantes colores, solo nos muestran sus ojos.
Estas trabajadoras agrícolas temporeras vienen de los invernaderos de la región del Sus, la mayor zona de producción y explotación de tomates con destino a Europa. Iniciaron a finales de noviembre de 2024, espontáneamente y sin estar encuadradas en un sindicato, uno de los raros movimientos sociales de este sector clave para la economía de Marruecos.
El país está entre los 20 primeros productores mundiales de tomate y más del 50% de su volumen se destina a la exportación. Es el primer proveedor de la UE, donde el 61% del tomate importado procede de ese país. De 149.823 toneladas en 2000, su exportación a la Unión Europea alcanzó las 492.428 toneladas en 2023. Su valor pasó, en 23 años, de 122 millones a 973 millones de euros.
En la gran y mal iluminada sala del local de la asociación, una de las obreras...