La ambición abortada del gran fabricante europeo de baterías
Northvolt estaba destinada a reducir el retraso europeo respecto a sus competidores asiáticos y estadounidenses. Tras un comienzo prometedor, la aventura se fue a pique. ¿Por qué?
Su historia es de esas que tanto les gusta contar en el mundo de las start-ups: dos empresarios visionarios crean una empresa, ganan miles de millones de euros y se convierten en líder mundial del sector. Northvolt parecía, en efecto, encarnar ese cuento de hadas. Pero el cierre definitivo, el pasado 30 de junio, del Airbus de las baterías es, sobre todo, la historia de los sinsabores de un proyecto cuya ambición y la esperanza que había suscitado eran, evidentemente, demasiado grandes e ingenuas.
Los comienzos de Northvolt fueron, en efecto, muy prometedores. Fundada en 2015 por dos extrabajadores de Tesla, Peter Carlsson y Paolo Cerruti, la empresa sueca tenía un objetivo muy simple: reducir el retraso europeo respecto de sus competidores estadounidenses y asiáticos en el sector de las baterías para coches eléctricos. El sector está dominado por cuatro países: China, Japón, Corea del Sur y EE UU, que concentran el 89% de las patentes mundiales.
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