El riesgo de conflicto atómico es real
La imprevisibilidad del contexto internacional aumenta el peligro de un enfrentamiento con consecuencias globales
Diversas crisis entre la Unión Soviética y EE UU —en particular la de los misiles de Cuba en 1962, la guerra de Corea en 1950-1953 y la confrontación de los misiles Pershing y SS-20 entre las dos Alemanias en 1983— vincularon históricamente el riesgo de guerra atómica con el periodo de la Guerra Fría. Aunque los arsenales de las nueve potencias nucleares han alcanzado unas 12.500 armas atómicas, la percepción pública actual de los riesgos reales y las secuelas globales de un conflicto atómico ha disminuido sorprendentemente, incluso entre los jóvenes, en comparación con la atención hacia otros retos globales como el cambio climático.
Una confrontación atómica de escala media en cualquier lugar tendría consecuencias globales. Las ingentes cantidades de ceniza y polvo liberadas a la atmósfera provocarían un descenso drástico de las temperaturas, colapsos medioambientales, pérdidas agrícolas masivas y hambrunas generalizadas (el llamado invierno nuclear). A ello se sumarían lluvias radioactivas, migraciones, caos económico y conflictos por recursos escasos. Como el riesgo atómico es real y no desaparece...