La falsa promesa de Trump
La guerra arancelaria no devolverá empleos a EE UU, sino que empeorará la situación de las clases populares
Lo que está en juego con los derechos arancelarios de Donald Trump no son solo los intercambios comerciales, sino una promesa de justicia: la idea de que los trabajadores poco cualificados, sacrificados por la globalización, podrían acabar siendo los ganadores de una revancha proteccionista. Esto sería justo, pero no es lo que va a suceder.
La Administración de Trump defiende una idea simple: si la globalización ha destruido empleos, entonces la desglobalización —en otras palabras: gravar las importaciones y reubicar la producción— los volverá a crear. Es una lógica de simetría. Lamentablemente, se trata de una simetría tramposa. El camino que lleva a la desindustrialización no es el mismo que el que conduciría, hipotéticamente, a una reindustrialización.
Es cierto que la globalización ha tenido efectos desigualitarios. Trabajos como los de David H. Autor, David Dorn y Gordon H. Hanson* han demostrado que la apertura a la competencia china ha causado pérdidas masivas de empleos en la industria manufacturera de EE UU, especialmente entre los trabajadores poco cualificados. Sin embargo, recuperar esos empleos es...