‘Los miserables’, ira y desazón en los suburbios
Los miserables es un grito de rabia e impotencia ante los abusos policiales, pero también ante las desigualdades que sufren los suburbios de París.
La película de Ladj Ly aterrizó en el Festival de Cannes de 2019 como una bomba de dura realidad, una bofetada para todos aquellos que creen que el Estado de bienestar francés actual ya cumple con los valores que siempre ha defendido la nación: libertad, igualdad y fraternidad. Los miserables coge prestado el título de la gran obra de Victor Hugo para retratar las dificultades por las que pasan miles de ciudadanos que malviven en los suburbios de París, donde la crispación, la rabia y la violencia van en aumento. Ciudadanos que se sienten frustrados y abandonados por el Estado, el mismo que contrata policías para que los vigilen y los atemoricen continuamente con represalias. Ly se vale de la historia de tres policías que, un día cualquiera durante su patrulla de supervisión, se ven sumergidos en una espiral donde las víctimas y los verdugos se mimetizarán hasta límites insospechados.
Ladj Ly consigue introducirnos con naturalidad y crudeza en la realidad convulsa en la que se relacionan los agentes de la Brigada de Lucha contra la Delincuencia, que para afrontar las situaciones de riesgo imponen su autoridad a base de amenazas e intimidación, rozando la corrupción en algunos momentos. Lo que vemos es el caldo de cultivo para una futura insurrección que sirve de epicentro de la historia que cuenta Los miserables. El robo de una cría de león por parte de uno de los chavales del barrio desencadenará una serie de fatalidades (incluidos los policías). Será precisamente el disparo de un agente hacia ese chaval en plena tensión el detonante para que la situación se desboque y se radicalice hasta desdibujar la autoridad policial, provocando un golpe en la mesa por parte de los oprimidos.
Los miserables no solo es un drama social, sino también un thriller de gran carga emocional, un grito de rabia e impotencia ante los abusos policiales, las mafias locales y el desarraigo infantil que sufre la población de estos suburbios de París, que bien podrían ser también de cualquier otro país que experimente las mismas dificultades de identidad frente al gran volumen de inmigración y las desigualdades económicas.
"No hay malas hierbas, ni malos hombres. Solo hay malos cultivadores". Así lo describió Victor Hugo en palabras y 150 años más tarde Ladj Ly lo ha plasmado en imágenes con tal contundencia que le ha valido cuatro Premios César (incluido el de Mejor película), una nominación a los Oscar y otra a los Globos de Oro a mejor película extranjera, entre otros muchos reconocimientos.