De la plataforma a las violencias machistas
Los datos de los países europeos apuntan a que la economía de plataforma produce un incremento de las violencias machistas
Han pasado 25 años desde que se inició la transición de la fábrica como unidad de producción de referencia de la economía industrial del siglo XX a las plataformas digitales. La pandemia ha acelerado aún más la expansión de la economía de plataforma, basada en un modelo de trabajo mediado por plataformas digitales, como Taskrabbit y Uber. Antes de la covid-19, el 11% de la población activa de la UE había prestado servicios a través de una plataforma, frente al 20% de después. En paralelo, desde la covid-19, el progreso hacia la igualdad de género se ha ralentizado y, particularmente, las violencias machistas se han incrementado. Los análisis apuntan a ello. Y esto, tanto en los modelos basados en capitalismo extraccionista como Upword y Deliveroo, como en los alternativos prosociales como el cooperativismo de plataforma o en la tradición previa de comunes digitales. Respecto al impacto de la economía de plataforma en violencias machistas un primer estudio exploratorio, que hemos llevado a cabo en el grupo de investigación Dimmons (junto con Carlos Guardian, Susana Galan y Ricard Espelt) apunta a la hipótesis de agudización de las violencias machistas con la economía de plataforma. El estudio se ha basado en la reciente base de datos de violencias de los estados europeos confeccionado gracias a que, por primera vez, el Instituto Europeo de Igualdad de Género ha hecho un análisis para poder intergrarlos. El análisis por país apuntaría a la misma conclusión. Los resultados preliminares se ven corroborados para el caso concreto del Estado Español, con el análisis de datos administrativos de violencia en el Estado español respecto a ofertas en el sector de plataformas de reparto.
Peor que antes
¿De qué manera la economía de plataforma estaría reforzando las violencias machistas? Podríamos apuntar a algunos posibles mecanismos. Primero, la economía de plataforma supone una transición hacia un modelo de trabajo que expone más a las mujeres en los dos espacios en los que más están creciendo las violencias: el hogar con el teletrabajo donde puede tener lugar la violencias de género (¿qué pasarían a ser un nuevo riesgo laboral?) y las violencias digitales que se dan en los entornos digitales. Segundo, el trabajo de plataforma, además, suele estar basado en condiciones de trabajo más precarias, en que la responsabilidad de las plataformas respecto a la protección social de los y las trabajadoras (en muchas ocasiones en condición de falsos autónomos) se ven reducidas y en que los planes de igualdad aún no están adaptados para poder atender estas nuevas realidades. Las violencias machistas se dan en todas las clases sociales y condiciones laborales, pero una menor independencia económica ligada a la precariedad podría dificultar la salida de las situaciones de violencia. Tercero, el mayor aislamiento del modelo de trabajo de plataforma también podría reducir el capital social de las víctimas y dificulta la construcción de lazos íntimos y de confianza para construir redes de apoyo, denuncia y salida de las víctimas.
Regulación
Estamos en un momento crítico de regulación y definición del modelo de economía de plataforma. El mayor alineamiento de este modelo con los derechos laborales y los derechos en general apuntan a sus bondades, al tiempo que sería un avance atender las limitaciones respecto a la igualdad de género, y explorar cómo las plataformas podrían alinearse con ella y contribuir a erradicar las violencias machistas. El programa de plataformización feminista de la economía social y solidaria Matchimpulsa en Barcelona iría en esta dirección. Es el impulso de un modelo de economía de plataformas digitales feministas, que, precisamente, ha sido el tema central del VIII Congreso de Economía Feminista celebrado en Barcelona los pasados 16-18 de marzo de 2023, cuyas conclusiones están recogidas en la relatoría resultante.