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Más basura, suspenso en reciclaje

España avanza a paso de tortuga en la recuperación de desechos para convertirlos en recursos

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Abril 2025 / 134
valor de los residuos

Ilustración
Lola Fernández

Generamos tanta basura y reciclamos tan mal que algunos gestos que ahora pueden parecer raros acabarán convirtiéndose en costumbre, como ha sucedido en otros países de nuestro entorno. Un caso claro sucede con los envases de plástico que contienen menos de tres litros: en noviembre del año próximo, podremos ir a un establecimiento y devolver una lata de un refresco o de una cerveza, o un brik de agua o de zumo. Podríamos hacerlo porque somos personas responsables, pero la experiencia de estos últimos años muestra que, pese a mejorar, necesitamos un pequeño cebo: cuando se compre el refresco, se pagarán unos céntimos de depósito, y se recuperarán al devolverlo a un lugar específico para ello, como si se tratara del pago por uso del carrito de la compra.

Se le llama Sistema de Depósito Devolución y Retorno (SDDR). En otros países, como Alemania, uno de los buenos alumnos en materia de reciclaje, se logra así que se reutilice más del 90% de este tipo de envases.

Guerra de cifras

¿Acaso no metemos estos pequeños envases de plástico en el contenedor que toca (el amarillo)? "Pues no lo suficiente. Estamos muy lejos en reciclaje de residuos en general y, en envases, en particular, de modo que si podemos darle valor a una lata, es más fácil que no la tiremos", explica César Sánchez, de Retorna, una de las entidades integradas en Alianza Residuo Cero. Explica que, por ley, el productor de envases debe hacerse cargo de los que pone en el mercado, de modo que paga a los ayuntamientos por aquellos que van a los contenedores de colores, pero no por los que acaban en el gris (los de rechazo), ni en las papeleras o en el suelo.

Ha habido guerra de cifras durante años entre las organizaciones ambientalistas y Ecoembes —organización que gestiona el sistema de reciclaje de envases en España, y de la que forman parte grandes empresas de bebidas, distribución, fabricantes de envases e industrias de reciclaje— sobre el alcance de la recogida separada de plástico de estas botellas pequeñas. El Ministerio de Transición Ecológica zanjó el asunto a finales del año pasado con una medición que deja en mal lugar el sistema actual, que lleva más de dos décadas en marcha. La tasa de recogida selectiva se queda en un 41,3%.

Este porcentaje tiene consecuencias: la ley española de residuos de 2022 planteaba una serie de objetivos para cumplir con la normativa europea sobre la cuestión, con metas intermedias. Y en 2023 tocaba alcanzar un 70%. Según Ecoembes, se cumplía de sobra; no, según estudios como el de la consultora Eunomia, con métodos de cálculo distintos.

El vidrio queda fuera del cambio que viene, al menos por hoy.

Sobre todo, mezcla

Aunque los residuos municipales medidos en kilo por habitante se han reducido en España  —un  7,9% en relación al nivel de 1995—y aunque globalmente estamos por debajo de la media de la Unión Europea —con 465 kg per cápita, fente a la media de la UE de 511 kg per cápita—, en la última década la tendencia ha sido de subida, tanto por persona como globalmente (ver gráfico).

En total, generamos 23 millones de residuos urbanos, y, de ellos, la gran mayoría (77,6%) son mezclados: alimentos, productos electrónicos, ropa, higiene personal... en cuanto al 22,4% restante, sobre todos se recogen desechos de papel y cartón, así como vegetales y animales; a mayor distancia, vidrio y envases.

Si se considera el total de residuos generados —no solo los de los hogares, que suponen una quinta parte del total, sino del conjunto de actividades económicas—, hablamos de 110,1 millones de toneladas, de las que, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2022 se recicló un 54,7%.

Pero si hablamos de residuos municipales, únicamente se recicla un 43% de ellos. Pese a que este porcentaje —que incluye  material reciclado y preparado para la reutilización, así como compostaje— ha mejorado en relación al de una década atrás —estábamos en poco más del 30%—, la situación sigue siendo de suspenso total, vistos los requisitos de la Unión Europea. Ya este año 2025, un 55% de los deshechos municipales debería poderse recuperar. Y el listón sube al 60% de cara a 2030.

Ojo: iremos a peor

Hay que tener en cuenta, además,  que, dentro de dos años, en 2027, una parte del material orgánico sacado de la basura mezclada —que logra bioestabilizarse para que no cause daños ambientales—dejará de poderse contabilizar como reciclado. Al restarla, el nivel de reciclaje caerá a poco más del 30%.

Mezclar papel y comida

"Es evidente que la gente no tira las cosas donde las tiene que tirar, y que el sistema podría ser mejor. Si se tira cartón mezclado con piel de plátano o restos de comida, se devalúa la calidad del cartón y la papelera descontará una parte como impropio, pero creo que el problema reside sobre todo en cómo están diseñados los productos. Pongo un ejemplo: se sacan al mercado productos cuyos envases se descartan para su valorización por culpa de una etiqueta o de un tapón. A la hora de clasificar, se percibe como material indistinto", lamenta Victoria Ferrer, directora del Gremio de Recuperación de Cataluña, cuyas empresas asociadas representan más de un 80% del material que se recupera en esta comunidad autónoma, y que trabajan con 400 plantas de gestión de residuos. La Alianza Residuo Cero atribuye también a las empresas que ponen envases en el mercado parte del pobre resultado del sistema, "pues no cumplen con la responsabilidad ampliada de productor que les toca", dice Sánchez.

A por materias primas

El gran reto los gestores de residuos es convertirse de algún modo en proveedores de materias primas, a partir de los desechos. "Los residuos tienen valor, aunque faltan infraestructuras para extraérselo. Un particular puede recoger placas electrónicas de un PC porque contiene metales preciosos, pero, pese a multitud de tutoriales, por volumen y esfuerzo no le merecerá la pena. Mucho menos si debe manipular químicos peligrosos sin saber bien cómo", añade Victoria Ferrer.

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evolución residuos

"De los residuos que entran en una planta de gestión, se valoriza entre un 60% y un 70%, pero como solo se clasifica bien un 70%, en realidad se valoriza mucho menos", añade la directora del gremio en Cataluña, muy crítica con "la competencia desleal" de los gestores ilegales, que no están registrados ni son objecto de inspecciones. A diferencia de los legales, no permiten la trazabilidad de los materiales ni tienen licencia.

'Mineros urbanos'

Los residuos, y en particular la chatarra, que terminan en el vertedero sería mucho mayor si no fuera por esos trabajadores informales, habitualmente hombres, la gran mayoría de ellos inmigrantes, que deambulan por las calles de las grandes ciudades armados con un carrito que van llenando de restos que encuentran al rebuscar en los contenedores. El proyecto Wastecare, (2023-2024) realizado por varios investigadores de la Universitat de Barcelona (UB) y financiado por el Ayuntamiento de esta ciudad,  estimó que en Barcelona trabajan en ello al menos 3.200 personas. Su tarea, realizada en condiciones de marginalidad (en el 78% de casos, sin papeles), les ocupa cerca de 60 horas a la semana, para ganar menos de 500 euros mensuales. El salario mínimo es 1.184 euros.

No se trata solo de que recojan, de media 100 kg de chatarra diarios, sino de una contribución al ecosistema del reciclado que solo se conoce dentro del sector. "Si no estuvieran ahí, el material nos entraría igual, pero más sucio, porque estos mineros urbanos realizan un trabajo previo de separación, tras recoger los desechos: por ejemplo, si encuentran un tendedero, saben que hay que quitarle el revestido de plástico para quedarse con el material que interesa", añade Ferrer.

Los recolectores informales venden el material recogido a empresas que bien solo se lo compran para revenderlo a quienes tratan residuos, bien a empresas que directamente tratan los residuos. Pero, para poder presentarse en una planta, no basta con haber hecho acopio de unos cuantos kilos de chatarra, sino que hacen falta toneladas. De ahí la importancia de su trabajo. Hace años, en 2013, el Gremio de Recuperación de Cataluña concluyó que un 22% de los residuos se canalizan a través de esta figura, la más frágil de la cadena de todo el ecosistema que mueve miles de millones.

Según Wastecare, seis de cada 10 hogares deja objetos y materiales en la calle, junto a un contenedor, pensando que los mineros urbanos los podrán aprovechar. Y tres de cada diez mantienen relación directa con ellos. Para este colectivo, la implantación de sistemas mejoran la recogida separada a los que vamos —como el sistema de pago puerta por puerta o el contenedor inteligente, en el que se paga más en función de los residuos que se generan— no es una buena noticia. Sobre todo, cuando implica al contenedor gris.

El sector de los residuos, en los que numerosas entidades sociales están involucradas —especialmente en la gestión de ropa usada— genera oportunidades de inserción social a personas en situación de vulnerabilidad.

Contratos  de inserción

La Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria (AERESS) —que en 2023 lanzó una marca global y unificada, La Recuperadora, para su actividad de recuperación de ropa y otros productos de segunda mano, lo que permite, entre otros, reforzar el modelo de inserción— se dedica a ello. De 1.800 contratos, un 48% son de inserción. Los colectivos sociales atendidos han sido en un 40% personas migrantes y refugiadas, y en un 25%, personas paradas de larga duración.

"Sí, se genera cada vez más volumen, más residuos. Recogemos sobre todo equipos de telefonía y electrónica, muebles y textiles. También otras cosas, pero sobre todo, los tres primeros. Y hay un porcentaje de rechazo más alto, sobre todo en el caso del textil, por la menor calidad, por el menor índice de recuperación", explica Natalia Castellanos, subdirectora técnica de AERESS experta en estrategias de economía circular en la cadena de valor textil. El material recuperable se manda a tiendas de segunda mano.

Según estimaciones del IVIE y la Fundación BBVA, la tasa del uso circular de materiales en España—ligada con las tasas de reciclaje—es muy modesta y, además, ha empeorado con el tiempo: si en 2010 era del 10,4%, en 2022 reculó al 7,1%.

Entre los avances pendientes contra los residuos, en este caso los plásticos, figura el de los embalajes de un solo uso para frutas y verduras frescas. Se está a la espera de que el Ministerio de Agricultura especifique la lista de excepciones a la prohibición, por cuestión de durabilidad del producto.

Conceptos

residuos

Incineración Instalación donde se queman los residuos (un 10,26%, en España). Las entidades ambientalistas alertan de sus costes ambientales y para la salud. Pueden generar energía con la combustión.

Vertedero Depósito de residuos, que ya no se pueden reutilizar, reciclar, quemar o revalorizar. Los hay controlados, donde la basura se aísla. Los incontrolados son basureros en cualquier explanada o barranco. Bruselas ha denunciado a España ante la justicia europea por mantener 195 vertederos ilegales no cerrados, ni sellados ni restaurados desde 2008, por daños al medio ambiente y a la salud.

Reciclaje Operación de recuperación que permite que los materiales residuales se reprocesen en productos, materiales o sustancias para su fin original u otros. La Guardia Civil ha alertado de la proliferación de incendios en plantas de reciclaje; más, desde que, en 2018, China, gran importador, cerró las puertas; más, desde que se paga tasa por lo que se lleva al vertedero.

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la gran obra

Un 'corto' con premio Goya sobre el valor de los residuos

El corto ganador de los premios Goya 2025 La gran obra habla de la relación entre una pareja que va al punto verde y un padre y un hijo chatarreros. La primera escena nos muestra a la pareja dentro del coche impaciente por el proceso. En seguida se acerca uno de los chatarreros, y pregunta si tienen algo para reciclar. Automáticamente el marido dice que no. Ella, por el contrario, le pregunta si le interesaría una TV rota, en una típica representación sobre la división sexual del trabajo y la empatía. Un instante después, la mujer pregunta si les interesaría una secadora que tienen en casa. El resto del corto sucede en la entrada de un chalé donde le ofrecen a los chatarreros un objeto tras otro, en una sucesión de planos cortos que representan las tensiones de los intercambios: el marido, incomodo; la mujer, desvelando la incapacidad del marido para trasportar la secadora, los libros, las lámparas; y los chatarreros, recogiendo los diversos objetos.

El corto juega con la escena como si fuera algo singular. Sin embargo, según la investigación WasteCare, el 60% de los hogares dejan objetos y materiales en la calle, pensando que lo recogerán los chatarreros, y un 30% tienen relaciones directas con ellos. Es decir, no estamos solos en la gestión de nuestros residuos.

En la escena final, antes de irse, los chatarreros reorganizan la carga de la furgoneta. Con este fin, sacan de esta un cuadro que ya traían. La esposa nos indica con la mirada que reconoce que no es un cuadro cualquiera. Los chatarreros lo detectan. Los esposos ofrecen un precio. Sigue una negociación. Se cuestiona la bondad de la familia y la pasividad de los chatarreros.

Entre el cuadro y las lámparas

La mística de la reconstrucción del valor de lo que se llevan los chatarreros se hace inteligible cuando la esposa admite que el cuadro extraído de la furgoneta es de “un gran artista” y que podría costar más que el propio chalé. Comprendemos así el “gusto” o “la capacidad de valorar” de la esposa, pero no "la capacidad de valorar" de los chatarreros en relación a la secadora o a las lámparas. De hecho, el “gusto” de los chatarreros no tiene sentido para la mayor parte de nosotros. Extraño, teniendo en cuenta que los residuos nos rodean.