Una mezcla cultural que produce un sabor exquisito
La Fundació Mescladís fomenta en tres restaurantes el apoyo mutuo para el desarrollo comunitario y la regularización migrante
El ajetreo es constante cuando llegan los comensales a sentarse en las mesas. Están al lado de cuadros con personas de diversos colores y facciones. “Migrar es un derecho”, reza un cartel en la pared. Un equipo de cocina trabaja a toda máquina para tener los pedidos a tiempo y llevarlos a las mesas (que están a tope siempre). Pero no es un simple equipo de cocina. Es todo lo que hay detrás: una escuela de cocina, de hostelería y de atención al cliente. Hay profesores y profesoras que acompañan en todo momento a las personas que están atendiendo las mesas y en los fuegos.
Están en uno de los tres restaurantes que tiene la Fundació Mescladís, en Barcelona, para ayudar a personas que vienen de muy lejos a buscar una vida mejor. Se han quedado muchos años, tienen un arraigo, pero no han podido tener los documentos necesarios para vivir una vida tranquila, en parte porque no han recibido una oferta laboral.
En el Mescladís les enseñan hostelería, cocina y atención. Y, además, les dan todo el apoyo: desde los papeles que necesitan para quedarse hasta atención psicológica. Y también les ayudan desde lo emocional y lo cotidiano, para que puedan regularizar su situación y se ubiquen en el mercado ordinario. Y lo consiguen con éxito. El 72% de las personas que trabajan en el Mescladís se inserta en el mercado ordinario.
Años de aprendizaje
Martín Habiague es el responsable, creador y promotor de toda la idea del Mescladís, que nació ya hace 18 años y que hoy cuenta con 60 personas trabajando, de las que 27 tienen un trabajo fijo y el resto está en proceso de aprendizaje. Todos cobran como mínimo el salario de convenio. Y, por nivel de responsabilidad, hay una brecha salarial que no sube de 2/1. El salario más bajo (lavar platos) es de 1.300 euros.
Habiague conoce bien las dificultades de la migración porque él mismo es un migrante, proveniente de Argentina y con parada anterior en Bélgica. “La promesa es enriquecernos mutuamente”, explica. “Y el lenguaje para ello es la cocina”. Y el arte, que forma parte también de los restaurantes, y de la revista Mescladís, que publican desde hace poco.
El tema migratorio es el centro, pero también lo es la convivencia, el desarrollo comunitario y la apertura de la sensibilidad hacia culturas distintas por parte de la población local.
Por ello, trabajan en varias líneas, una de las cuales son talleres en escuelas y para adultos.
Aunque reciben subvenciones, y también colaboran en red con otras fundaciones como Cáritas y Cruz Roja, el 90% de la sostenibilidad económica del proyecto proviene de las ventas de comida y catering en los restaurantes. "No necesitamos las subvenciones, pero nos ayudan a consolidar el proyecto y a hacernos más fuertes", agrega Habiague.
A futuro la tarea está clara: maximizar el impacto social, ampliando también el negocio, que incluye, además, catering y talleres de cocina comercial.