El pasado 15 de marzo se celebró en Roma una importante manifestación de la sociedad civil (intelectuales, artistas, sindicatos, organizaciones no gubernamentales y algunos partidos políticos) con el propósito de reivindicar el sentimiento de pertinencia a la Unión. La notable afirmación de europeísmo puso al descubierto, al mismo tiempo, la profunda división entre los manifestantes por las respuestas de la Unión ante los desafíos que afronta. Las diferencias se centran, sobre todo, entre la propuesta de reforzar la defensa europea promovida por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, respaldada por todos los Estados miembros, y los partidos y sectores sociales que califican la iniciativa de belicista y contraria a los valores de paz que inspiraron la creación de la Unión.
Frente a esta disyuntiva, que adquiere distinta intensidad en función de la proximidad de cada país a la frontera con Rusia, resultan muy inspiradoras las reflexiones del jurista Luigi Ferrajoli. El profesor italiano, referente del constitucionalismo, justifica su participación en la concentración de Roma diciendo que estuvo allí “para manifestar la existencia de otra idea de Europa: la que, con toda seguridad, ve en Europa el lugar de las democracias constitucionales, de la separación de poderes, de la unidad en la diversidad, según la máxima adoptada en 2000 por la Unión, es decir, de la igualdad y, sobre todo, de la coexistencia pacífica”, según recoge la revista electrónica Sin Permiso.
El profesor Ferrajoli añade: “Es justo participar también por muchas otras razones importantes: porque Europa, no solo la nuestra, sino también la de Von der Leyen y los Macron, se ve hoy atacada por todos los reaccionarios y fascistas de Occidente, que quieren destruir su identidad democrática residual; porque contra los fascistas, que están en auge en todo el mundo, cualquier alianza es justa; porque manifestarse en defensa de la Unión Europea, incluso con todas su gravísimas limitaciones, significa hoy manifestarse contra Trump, contra Musk, contra Milei, contra Meloni y contra todos los soberanismos y derivadas autocráticas y parafascistas que se están produciendo en todo Occidente”. Ferrajoli recuerda que gracias a la extraordinaria convivencia pacífica entre 27 países, “Europa ha demostrado que es posible una integración entre pueblos diferentes, incluso para toda la humanidad”.
Triple desafío
La experiencia de Roma debería multiplicarse en otras ciudades europeas. “Europa está despertando, pero todavía no se ha levantado”, como ha dibujado gráficamente la situación actual Josep Borrell. Con ocasión del reciente reconocimiento recibido por parte de la Secretaría General Iberoamericana, el exjefe de la diplomacia europea sintetizó el triple desafío que afronta la Unión: el conflicto con Rusia, el cambio de posición de los Estados Unidos de Trump y el proceso de desoccidentalización del mundo ante la creciente influencia que están adquiriendo China, India, Brasil y otros países emergentes.
Impulso federalista
La historia europea nos enseña que las crisis ponen al descubierto las carencias de sus esfuerzos de integración, pero también que son la ocasión para corregirlos. La construcción europea ha sido realmente muy accidentada. Sus inicios están muy marcados por el voluntarismo y el idealismo con resultados valiosos, desde los primeros pasos del movimiento federalista en 1941, impulsado por los heroicos luchadores italianos Altiero Spinelli, Ernesto Rossi y Eugenio Colorni —este último asesinado por los fascistas—, autores del seminal Manifiesto de Ventotene. Es un texto noble vilipendiado estos días por Georgia Meloni.
Después de la Segunda Guerra Mundial hubo iniciativas más ambiciosas, como la de Winston Churchill, que en 1946 propuso construir “una especie de Estados Unidos de Europa”. Dos años más tarde, los federalistas europeos celebraron el Congreso de La Haya, que dio dos importantes frutos: el Consejo de Europa y el Tribunal Europeo Derechos Humanos, instituciones no pertenecientes a la UE. Durante el proceso de la construcción europea, Francia vetó en 1954 la construcción de la Comunidad Europea de la Defensa, que antes había propuesto. Fue una ingenua decisión.
La relevancia de las asignaturas pendientes de la UE (unión fiscal y modelo social) no ha hecho más que crecer ante la configuración de un mundo de bloques. Europa debe replantear su futuro adaptando su defensa para mantener su modelo y, sobre todo, establecer otras relaciones con los países emergentes.