El número de muertes aún es elevado y las alteraciones provocadas en el cerebro y otros órganos de numerosos infectados se prolongan durante años.
Las pandemias no terminan pulsando un interruptor. A pesar de la creencia generalizada de que se ha acabado, la muerte y los trastornos continúan”. Un grupo de especialistas estadounidenses de primer nivel respondió así en una carta abierta publicada en octubre al presidente Joe Biden, que había hecho una afirmación poco matizada: “La epidemia ha terminado”.
Aunque la creencia generalizada entre la población es que, tras tres años de pandemia, esto está a punto de acabar, la realidad se aproxima bastante más a lo que dicen los científicos que a la atrevida proclamación del normalmente cauto presidente norteamericano. Un dato de lo que está sucediendo en España puede ayudar a corroborarlo: en el segundo semestre de 2022 han fallecido casi 9.000 personas infectadas de covid, unos cientos más que en el mismo periodo de 2021 (véase gráfico). Hay muchos menos pacientes hospitalizados y en las UCI, pero los fallecimientos no han remitido.
En otros países de nuestro entorno, como en Alemania y Francia, también se han contabilizado unos cientos de fallecidos más en el segundo semestre de 2022 que en el de 2021, mientras que en Italia el incremento ha sido de más de 6.000.
La parte más frágil de la población, los mayores de 80 años, es la que soporta esas cifras todavía altas de fallecimientos. En España, dos de cada tres muertes por covid son de personas de este grupo, mientras que solo 1 de cada 20 tiene menos de 60 años. Para los ancianos con una salud quebrantada, el virus de la covid puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. A estas alturas aún triplica el impacto mortal del virus de la gripe, según los cálculos más conservadores.
La variante ómicron del SARS-CoV-2, ahora absolutamente predominante, es menos capaz que algunas de las anteriores de producir enfermedad grave, pero su habilidad para contagiar a personas que ya han sido infectadas con anterioridad o vacunadas facilita su difusión entre toda la población y, en consecuencia, su llegada a los enfermos más frágiles. Con las medidas de protección actuales (en España, solo mascarillas en el transporte público y los centros de salud) el nivel de infecciones y muertes puede aumentar a corto plazo por el frío, pero mantenerse sin variantes significativas en el conjunto del año, salvo que el virus tenga otra mutación importante.
9.000 personas infectadas por covid fallecidas en España durante el segundo semestre de 2022, más que en el mismo periodo de 2021
La manera de romper ese equilibrio poco favorable es desarrollar una nueva generación de vacunas, orales o intranasales, que bloqueen la transmisión, según el responsable de la lucha contra la covid en EE UU, Ashish Jha. Con estos nuevos fármacos, ya en fase avanzada de desarrollo, se prevé reducir drásticamente las infecciones y las consiguientes muertes.
El drama de China
En 2022, Asia ha sido muy castigada por la pandemia. Países que habían sido capaces de mantener a raya el virus con medidas estrictas perfectamente planificadas han acabado sucumbiendo a la variante ómicron. En Japón, en el año que acaba de terminar se han producido el doble de fallecimientos que en los dos años anteriores sumados. En Corea del Sur, las víctimas no se han multiplicado por dos, sino por seis.
Un caso llamativo ha sido el de Hong Kong, donde en solo dos meses, del 20 de febrero al 20 de abril de 2022, se pasó de 288 a 9.329 muertes acumuladas. Después de unas restricciones draconianas orientadas por la política de exterminación del virus, denominada covid cero, el cambio hacia una política de convivencia con el patógeno produjo ese fuerte aumento de fallecimientos.
La nueva generación de vacunas está en fase avanzada de desarrollo
La extrapolación de los datos de la antigua colonia británica a la China continental, que renunció el 7 de diciembre pasado a su obcecada apuesta por la covid cero, es escalofriante. Modelos elaborados por instituciones de tres países diferentes coinciden en prever un mínimo de un millón de fallecimientos provocados por el virus en los próximos meses. El de la empresa británica especializada en modelos de predicción Airfinity prevé, además, un pico de 3,7 millones de contagios diarios en enero y otro de 4,2 millones en marzo. Hasta el cambio de política, Pekín había comunicado en casi tres años solo 350.000 contagios y poco más de 5.000 muertes en una población de más de 1.400 millones de personas.
Las autoridades sanitarias chinas, en cualquier caso, han dejado claro que solo contabilizan como fallecidos por covid los decesos por neumonía o fallo respiratorio, lo que deja fuera los casos en que el virus agrava una enfermedad preexistente, que son la mayoría. Eso hace prever que las cifras oficiales van a quedar lejos de las previsiones de los modelos. De momento, en las dos semanas posteriores al cambio de política solo hubo oficialmente 15 fallecimientos.
+10% de los contagiados sintomáticos contrae algún tipo de covid persistente, según la OMS
De la noche a la mañana, todo ha cambiado en China. De considerar el virus como un peligrosísimo enemigo se ha pasado a comparar la covid con una simple gripe. Del confinamiento de ciudades enteras por unos pocos casos y la reclusión en instalaciones especiales de cualquier contagiado y sus contactos se ha pasado a simples aislamientos en el domicilio de aquellos que se infecten. De pruebas masivas a toda la población para detectar virus en los asintomáticos y la obligación de presentar una PCR reciente para entrar en locales públicos se ha pasado a test voluntarios y acceso sin restricciones. Y las durísimas trabas a viajar se han suprimido, un cambio relevante porque a finales de enero se celebra el Año Nuevo Lunar, el periodo en que se producen el máximo de viajes en China.
Los países asiáticos han acabado sucumbiendo a la variante ómicron
A este salto sin red se suma un dato preocupante: la franja de edad que menos se ha vacunado en ese país es la de los mayores de 80 años, precisamente la que concentra el mayor número de fallecimientos. Solo el 65% de ese grupo de población ha recibido la pauta de dos inyecciones (en España se ha vacunado casi el 100%) y aún menos, el 40%, lleva la tercera dosis. Pekín cuenta con una vacuna inhalable sometida ya a ensayos, aunque se desconocen los resultados. Es el tipo de vacuna oportuno para reducir la circulación del virus, pero puede llegar tarde para una población de 1.400 millones de personas. Además, no es evidente que los ancianos que han rechazado los inyectables acepten la inhalación.
Meses o años
La muerte es la manifestación más odiosa de la enfermedad, pero no la única. El sufrimiento que acarrea el contagio del virus afecta a muchísimas personas en forma de enfermedad grave al producirse la infección, pero también en forma de secuelas invalidantes que duran meses o años, lo que se ha denominado covid persistente.
Los especialistas diferencian entre dos tipos de secuelas. Por una parte, las causadas por los tratamientos aplicados a los enfermos críticos que han pasado por las unidades de cuidados intensivos para ser sometidos a respiración mecánica y otros procedimientos agresivos. Son similares a las de otras enfermedades graves que requieren UCI e incluyen el estrés postraumático. Por otra parte, las secuelas que aparecen unas pocas semanas o meses después de la infección sin conexión aparente con ella. Es la covid persistente propiamente dicha, que afecta sobretodo a mujeres de mediana edad.
Una característica de las secuelas del virus es su gran variabilidad
La covid persistente va a suponer un aumento notable del gasto sanitario
Una característica de estas secuelas que prolongan el sufrimiento es su gran variabilidad. Pueden ser jaquecas más o menos fuertes u otros dolores que se repiten periódicamente, afectaciones en diversos órganos (hígado, riñón, corazón, además de los pulmones) alterados por la infección vírica, niebla mental que dificulta la concentración y que impide incluso trabajar o fatiga permanente e invalidante. La gran mayoría de los diagnosticados de covid persistente que llegan a los hospitales presentan los dos últimos síntomas. Recuerda en muchos casos al síndrome de fatiga crónica, desdeñado durante mucho tiempo e infrainvestigado, que también se relaciona con infecciones víricas.
"Acción inmediata"
La enfermedad en el hígado, los riñones y el corazón, aunque se produzca semanas después de la infección se considera relacionada con el deterioro del tejido epitelial de esos órganos, cuyas células expresan el receptor ACE2, el utilizado por el virus para entrar en ellas y multiplicarse.
Los problemas neurológicos (fatiga mental, pérdida de memoria, dificultad de concentración) son más difíciles de vincular con el virus. El daño cerebral que los causa lo atribuyen algunos investigadores a la acción inadecuada de algunos componentes del sistema inmunitario del paciente provocada por la infección. Otras investigaciones analizan si el virus de la covid ha despertado algún otro virus latente (se estudia el de Epstein-Barr, presente en el 90% de la población) y algunas más se centran en el posible mal funcionamiento de la barrera hematoencefálica. De momento, en lo que coinciden los científicos involucrados es en que hace falta más investigación para comprender lo que pasa y tratar de ponerle remedio. Porque, de momento, no hay un tratamiento eficaz para curar la covid persistente relacionada con el daño cerebral. El tratamiento que reciben de momento los enfermos es el de rehabilitación motora y neurocognitiva. Eso permite a algunos de los pacientes volver a trabajar (a veces mediante una adaptación del puesto de trabajo) y volver a tener una vida más o menos satisfactoria, aunque sea con más limitaciones que la que se llevaba antes de la infección. Resumiendo: hay mejoras en las condiciones de vida, pero no curación.
15% de las bajas laborales en EE UU se atribuyen a la covid persistente
Aunque es difícil cuantificar el impacto de la covid persistente, dada la variedad de sus manifestaciones, resulta evidente que va a suponer un aumento del gasto sanitario, aunque, de momento, haya poca conciencia de ello. El secretario general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, consideraba en un artículo publicado en octubre que la covid prolongada “está devastando las vidas y los medios de subsistencia” de decenas de millones de personas y necesita “una acción inmediata y sostenida” de los diferentes gobiernos. Un estudio efectuado en EE UU concluye que el 15% de las bajas laborales en el país se deben a esa enfermedad.
La OMS estima que entre el 10% y el 20% de los contagiados sintomáticos contrae algún tipo de covid persistente. Esos porcentaje pueden disminuir porque la variante ómicron produce menos enfermedad a largo plazo y las vacunas también reducen los casos. Pero eso no impide que estén enfermando infectados por ómicron y vacunados. Incluso hay ejemplos de reinfección de pacientes de covid persistente que sufren una regresión en la rehabilitación tras el nuevo ataque del virus.
Sin duda, las pandemias no terminan pulsando un interruptor.