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La furia trumpista amenaza la empresa comprometida

Freno a la apuesta corporativa en favor de la diversidad, la sostenibilidad y el impacto social positivo

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Mayo 2025 / 135
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Contrarreforma empresa

Ilustración
Lola Fernández y Furiaaaaa

El tsunami global desencadenado por el regreso a la Casa Blanca de Donald Trump, que ha superado ya los 100 primeros días como presidente de EE UU, ha tenido un impacto inmediato negativo en los indicadores económicos convencionales: guerras arancelarias, caída de las Bolsas, empeoramiento de las previsiones macro, freno a la inversión y al consumo por el aumento de las incertidumbres... Pero más allá de la avalancha de datos negativos que copan cada día los medios, el tsunami amenaza con llevarse por delante los avances que parecían consolidados en un aspecto de apariencia más filosófica y menos medible, pero de gran importancia a la hora de establecer el campo de juego de la economía: la visión de la empresa como un actor que vaya más allá del reparto de beneficios y que esté comprometido con la diversidad, la sostenibilidad y el impacto social positivo en la sociedad.

No se trata de una disquisición meramente teórica, sino de enormes consecuencias prácticas que dependen, eso sí, de cómo se dirime previamente el pulso intelectual sobre cuál debe ser el papel de la empresa en la sociedad. Al menos desde la década de 1970, cuando el neoliberalismo empezó su asalto hacia la hegemonía, esta visión estuvo determinada por las ideas del Nobel de Economía Milton Friedman, quien sostenía que la única responsabilidad de una empresa es maximizar los beneficios para sus accionistas.

Sin embargo, sobre todo a partir de la Gran Recesión de finales de la década de 2000, y ante la evidencia científica de los peligros, también económicos, del cambio climático, fue cristalizando una visión alternativa de la empresa basada en el compromiso no solo con la retribución de los accionistas, sino también con sus trabajadores, proveedores y hasta con el conjunto de la sociedad y sus retos, a partir de la asunción de que la apuesta por la diversidad, la sostenibilidad y el impacto social positivo son también factores que mejoran la competitividad y la viabilidad de las empresas.

Nueva lógica

Esta nueva lógica, a la que se adhirió hasta la Business Roundtable —la gran organización de ejecutivos de EE UU— fue acercando a muchas empresas hacia programas más ambiciosos de responsabilidad social corporativa y de promoción de políticas DEI (siglas en inglés de diversidad, equidad e inclusión), entre otras (véase glosario), que ponían el foco en el impacto positivo de las empresas para el conjunto de la sociedad —y no solo para sus accionistas— y la promoción de sectores tradicionalmente excluidos de los puestos de dirección, como mujeres y perfiles distintos del hombre blanco de buena familia.

En su regreso a la Casa Blanca, Trump ha prometido literalmente demoler este paradigma, que parecía consolidarse en cada vez más empresas, como eje central de las batallas culturales que abandera contra lo que llama wokismo, la palabra que nació en ambientes progresistas para mostrar alerta frente las discriminaciones y que los nuevos populistas de derechas han convertido en símbolo de todos los demonios que aspiran a derrotar.

El presidente de EE UU se ha comportado con una agresividad extrema contra este nuevo paradigma empresarial, hasta el punto de que en enero firmó una orden ejecutiva para combatir todos los programas DEI, que tacha de “discriminatorios”, con amenazas incluso judiciales y que colocan a las corporaciones ante el dilema de volver a los viejos esquemas de management o arriesgarse a aparecer en una lista negra con ecos de renovada caza de brujas que puede dificultar mucho hacer negocios en EE UU.

“Trump está presionando mucho para forzar una marcha atrás que afecte a todas las empresas con sus maneras agresivas de ‘o conmigo o contra mí”, lamenta Ignasi Carreras, investigador del Instituto de Innovación Social de la escuela de negocios Esade, involucrado desde hace dos décadas en programas de responsabilidad empresarial.

Esta presión, que la Administración de Trump ha extendido a las empresas internacionales que quieren operar en EE UU, está teniendo mucho efecto, con una larga lista de corporaciones abjurando de los programas de diversidad, sostenibilidad y de compromiso social, o al menos dejando de exhibirlos públicamente y retirándolas de sus páginas corporativas.

'Guerra cultural'

Este cambio de tendencia empezó incluso antes de la victoria de Trump, cuando la guerra cultural del populismo derechista de todo el mundo se aceleró después de la pandemia  contra lo que consideraban expresiones woke e “intervencionismo contra la libertad”. Incluso se ha acuñado un nuevo neologismo anglosajón para describir la respuesta empresarial a esta furia trumpista, que, a menudo, se expresa con gran beligerancia y ruido en las redes sociales: greenhushing (susurro verde). Es decir, dejar de exhibir públicamente el compromiso con la sostenibilidad y los grandes retos sociales y hacerlo, a lo sumo, en voz muy baja para no generarse problemas.

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Compromiso empresas españolas
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Valores empresas

En 2021, en casi todas las presentaciones de resultados de las cotizadas del S&P 500, uno de los índices bursátiles de referencia en Wall Street, se exhibían resultados o propósitos relacionados con la sostenibilidad o la diversidad. En cambio, en el último trimestre de 2024 apenas el 10% se mantuvo aún en esta línea, según cálculos de MacroMicro, plataforma de análisis de datos (véase gráfico).

Ignasi Carreras distingue entre tres tipos de empresas: “Las estratégicamente responsables, que llevan décadas de compromiso, las oportunistas y las que nunca mostraron interés en estos temas”. A su juicio, este cambio de tendencia servirá para distinguir con claridad las  verdaderamente responsables de las oportunistas.

En la misma línea, Raghuram Rajam, profesor de la Booth School, escuela de negocios de la Universidad de Chicago, planteaba de forma provocadora la cuestión en un artículo en el Financial Times: “¿Los compromisos de responsabilidad social fueron algo más que teatro?”

Algunas corporaciones han optado por borrar sus supuestos compromisos en EE UU y mantenerlos en Europa, aunque también aquí se observan retrocesos coincidiendo con el auge de los populismos ultra, antes incluso de la victoria de Trump. Y hasta en España, donde el Gobierno de coalición de izquierdas mantiene la agenda de la empresa comprometida y diversa —la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, acaba de lanzar la Comisión de Responsabilidad de las empresas— y líderes de la patronal, como Josep Sánchez Llibre, jefe de Fomento del Trabajo, exhiben siempre en la solapa el pin arcoíris de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Dos estudios de referencia en España apuntan a un estancamiento, o incluso a un cambio de tendencia, también aquí: el último informe anual de Perspectivas, que elabora la patronal CEOE y la consultora KPMG, detecta un retroceso en la voluntad de invertir en programas de responsabilidad social entre los líderes empresariales, que ha pasado del 37% al 33%. Leve, sí, pero significativo tras muchos años de aumento sostenido.

Y algo parecido sucede con la última edición de La información sobre sostenibilidad en las empresas del IBEX 35, recién publicado por el Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa, que cada año examina a conciencia el cumplimiento de los compromisos corporativos con más de 700 indicadores. El estudio se refiere a las cuentas de 2023, que dibujan también un cambio de tendencia a la baja tras años de mejoras constantes: el conjunto de empresas del IBEX 35 obtiene un resultado medio de 44 puntos —sobre un máximo de 100, es decir, suspenso —, dos puntos por debajo que en el ejercicio anterior tras años sucesivos también de mejoras. Y lo que es peor: en esta edición, 22 de las 35 corporaciones del IBEX empeoran sus resultados, un cambio de tendencia evidente con respecto a los últimos años.

¿Marcha atrás en la UE?

El director del Observatorio, el economista Orencio Vázquez, expresa su temor ante la posibilidad de que estos vientos huracanados hayan impactado también en la Unión Europea, que abanderó durante más de una década un compromiso muy sólido, también normativo, pero que ahora está revisando varias directivas cruciales que incentivaban el compromiso con la diversidad y la sostenibilidad empresarial, así como la rendición de cuentas. Todo ello podría materializarse pronto en una norma ómnibus, que se encuentra ya muy avanzada y que ha puesto en guardia a todas las organizaciones comprometidas con este modelo empresarial, como la Plataforma por Empresas Responsables, que agrupa a la sociedad civil y Forética, que reúne a las empresas.

Vázquez advierte de “un riesgo evidente de marcha atrás en cuestiones básicas e incluso de desmantelamiento”. Y añade: “Algunos lobbies están aprovechando el miedo a Trump y tratando de imponer un falso dilema entre competitividad y sostenibilidad, a pesar de que muchos estudios demuestran que ambos van, en realidad, de la mano”.

La OCDE y la propia Comisión Europea han divulgado estudios que refuerzan este nexo. Y desde hace una década, McKinsey, una de las consultoras de referencia internacional, ha lanzado informes sucesivos para apuntalar las virtudes de esta apuesta por la sostenibilidad y la diversidad también para los beneficios de las corporaciones. El más reciente, de finales de 2023, analiza el comportamiento y los resultados de casi 1.200 corporaciones y concluye que las empresas más comprometidas con la promoción de mujeres obtienen resultados económicos el 30% por encima de la media, porcentaje que roza incluso el 40% con las corporaciones que fomentan también perfiles culturales y de orígenes diversos (véase gráfico).

Este comportamiento positivo en términos puramente económicos está acreditado también por la Fundación Seres, que desde hace casi dos décadas trata de inculcar esta cultura por la sostenibilidad y la diversidad en el tejido empresarial español y que cuenta con un laboratorio específico para analizar casos reales. Cristina Aliaga, directora del área de empresas de la fundación, está convencida de que los datos en favor de esta apuesta para la fortaleza misma de las empresas son tan abrumadores —también en áreas tan cruciales como la atracción del talento— que “no va a haber marcha atrás”. “Trump pasará, pero las evidencias están ahí y son demasiado buenas como para dejarlas perder”, concluye.

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La diversidad es rentable

Glosario

DEI: siglas en inglés de Diversity, Equity, Inclusion: diversidad, equidad e inclusión. En ocasiones se agrega la A de Accessibility.

MEI: alternativa a las políticas DEI propuestas por sus críticos. Son las siglas en inglés de Merit, Excellence and Intelligence: mérito, excelencia e inteligencia.

Woke: literalmente, despierto, en inglés. El término surgió en movimientos afroamericanos en EE UU para subrayar una actitud de alerta frente a acciones discriminatorias, y el progresismo lo extendió más allá del racismo. Para la nueva derecha populista, es la etiqueta que concentra todo el sinsentido que atribuyen al progresismo.

ODS: siglas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, 17 objetivos globales establecidos por Naciones Unidas en 2015 para afrontar retos globales como el cambio climático, la pobreza y la desigualdad. Estos objetivos forman parte de la Agenda 2030, que propone un horizonte temporal para alcanzar estos objetivos y que ha comprometido también a muchas empresas. La derecha populista le ha declarado la guerra.

ESG: siglas en inglés de Environmental, Social and Governance (ambiental, social y gobernanza), base de las métricas que describen el comportamiento de las empresas en cuestiones no estrictamente financieras y a las que prestan atención los inversores que quieren incorporar estos elementos en sus análisis.

RSC: siglas de responsabilidad social corporativa. En sus orígenes eran los programas de apoyo a las comunidades o de beneficencia que promovían las corporaciones con parte de sus beneficios. La versión moderna exige incorporarla en el núcleo mismo del modelo de negocio.

Greenwashing: adoptar un discurso ecologista pero para intentar blanquear prácticas nada sostenibles. Literalmente,  lavado verde.

Greenhusing: susurro verde, en inglés. Se aplica a aquellas  empresas que han decidico callar o bajar mucho la voz a la hora de defender políticas de sostenibilidad por el temor a ser atacadas por el trumpismo o la derecha populista.