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Un programa solvente cocinado a fuego lento

La generación de economistas fraguada durante la Gran Recesión reta los corsés de la ortodoxia con aportaciones originales para políticas alternativas

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Septiembre 2024 / 127
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Economistas Piketty y Mazzucato
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Ante una visita a Madrid del economista francés Thomas Piketty, a principios de 2022, los asesores de la Moncloa evaluaron la conveniencia de un gran acto junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como habían protagonizado ya en 2015, poco después de llegar a la secretaría general del PSOE. No en balde, desde la publicación de El capital en el siglo XXI (Fondo de Cultura Económica, 2014) Piketty se había convertido en una especie de icono global de la economía de izquierdas, dispuesta a presentar un auténtico contraprograma a la ortodoxia neoliberal y a su apuesta por la austeridad perpetua.

Pero Sánchez ya no era un líder opositor, sino el presidente del Gobierno, y la Moncloa consideró que las propuestas de Piketty eran demasiado radicales, por lo que dejó el escenario a la vicepresidenta, Yolanda Díaz. “Nosotros somos más de Mazzucato”, se excusaron en la Moncloa.

En un mundo tan dado a los bandos, la izquierda con vocación de gobierno parece dividirse, a menudo, entre los partidarios de las propuestas económicas de Piketty, de 53 años y director de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París, y los que subrayan su entusiasmo con las de Mariana Mazzucato, economista italoestadounidense de 56 años y directora del Instituto de Innovación y Propósito Público en la University College de Londres.

En realidad, se trata de dos enfoques compatibles y con objetivos similares —situar la economía al servicio de la mayoría de la población con estados del bienestar eficientes que atajen la desigualdad—, aunque pongan el foco en aspectos complementarios: Piketty, en la reforma fiscal para aumentar los recursos y la implicación de los más ricos; Mazzucato, en la modernización del sector público y su revalorización como actor clave en la creación de valor en beneficio de la mayoría.

La supuesta rivalidad Piketty-Mazzucato señala en el fondo la potencia de una nueva generación de economistas progresistas que no habían cumplido aún los 40 años cuando en 2007 estallaron en EE UU las hipotecas subprime, hecho que acabó desencadenando la mayor crisis económica global desde el crac de 1929.

Nuevos retos

Los estragos provocados por la respuesta a la crisis que se adoptó en Europa, que primó las políticas de austeridad siguiendo el manual ortodoxo, estimuló a esta nueva generación de economistas en la búsqueda de recetas alternativas originales, fuera incluso de los márgenes del paradigma keynesiano, para intentar adaptarse mejor al mundo del siglo XXI, condicionado por retos como el cambio climático y la revolución digital.

Década y media después, esta nueva generación de economistas ha ido entrando en su madurez con una sólida obra publicada que ha ensanchado los marcos analíticos de la economía progresista con una catarata de propuestas que constituyen, en la práctica, un auténtico programa económico reformista para reforzar el estado del bienestar, hacerlo sostenible y responder a los problemas de fondo que los movimientos ultra instrumentalizan.

Piketty es el más famoso de todos ellos, tras el sorpresivo éxito de El capital en el siglo XXI, que triunfó pese a ser una obra académica de más de 600 páginas. En este trabajo, que evoca una actualización de El Capital, de Karl Marx, que describió el capitalismo del siglo XIX, Piketty demuestra, tras analizar de forma exhaustiva datos económicos de los últimos 250 años, que la tasa del capital crece más rápidamente que la economía, lo que desboca la desigualdad.

Según su análisis, ello supone un problema no solo en términos morales, sino también de eficiencia económica y, de hecho, como había sucedido en 1929, fue una de las causas que llevaron a la crisis que arrancó en 2007, de la que sectores de las clases populares aún no se han recuperado, lo que alimenta su desencanto.

En el análisis de Piketty, la desigualdad pasa a ser el eje central y la prioridad debe ser revertirla. En Capital e ideología (Deusto, 2019) analiza de forma exhaustiva (1.200 páginas) su historia y sus causas, que vincula al rol de las ideologías y que, por tanto, son abordables desde las políticas públicas. En este trabajo monumental amplía sus propuestas para conseguirlo, entre las que incluye una ambiciosa reforma fiscal progresiva, con un impuesto del 2% al patrimonio de los ricos; vías para la participación de los trabajadores en las empresas y una “herencia universal” de 20.000 euros a los jóvenes para fomentar el emprendimiento.

La influencia de Piketty se observa también en su capacidad para crear escuela e impulsar proyectos internacionales como el World Inequality Lab, que reúne ingentes cantidades de datos. Entre sus discípulos destaca Gabriel Zucman, el más joven de esta nueva generación de economistas, parisino de 37 años con carrera en Berkeley (EE UU) y ahora en la Escuela Normal Superior de París.

Elusión fiscal

Zucman se ha convertido en referencia internacional en la lucha contra los paraísos fiscales y la elusión fiscal y ha desarrollado propuestas impositivas de gran solvencia técnica que desbaratan el fatalismo de que en una economía globalizada el Estado no cuenta con instrumentos para que los más ricos paguen impuestos. Entre sus obras destacan La riqueza oculta de las naciones (Pasado & Presente, 2015) y El triunfo de la injusticia (Taurus, 2021).

Por su parte, Mazzucato sacudió la visión del Estado como monstruo burocrático a adelgazar, un estigma que la hegemonía neoliberal había conseguido imponer, con El estado emprendedor (RBA, 2014), un libro crucial que revalorizó el papel del sector público no solo para la cohesión social, sino también en la generación de valor, incluso cuando en el último eslabón se acaba apuntando el mérito a una empresa privada, cuyo éxito habría sido imposible sin la previa contribución pública.

Los planteamientos de Mazzucato sacuden el paradigma ortodoxo con una visión moderna del sector público como eje de una economía dinámica al servicio de la mayoría y una redefinición de la colaboración público-privada. En la última década, la economista ha ido aportando investigaciones complementarias que horadan algunos de los dogmas neoliberales mejor instalados: en El valor de las cosas (Taurus, 2019) demuestra que algunos de los actores económicos con mejor reputación no son generadores, sino extractores de valor, con la gran banca como ejemplo. Y en El gran engaño (Taurus, 2024) muestra las consecuencias fatales del poder acumulado por las consultoras  —particularmente, McKinsey— en detrimento de una Administración pública menguante, devorada por las externalizaciones, a menudo caras, ineficientes y con conflictos de interés.

Al menos otras tres mujeres de la misma generación han hecho aportaciones sustanciales a la disciplina económica en la misma línea de forjar un nuevo paradigma al servicio de la mayoría, que sirva de vacuna para prevenir el avance de la ultraderecha: la más laureada es Esther Duflo (París, 1972), catedrática del MIT y ganadora del Nobel de 2019 junto con Abhijit V. Banerjee por sus investigaciones sobre el impacto de las políticas del desarrollo desde una perspectiva nada eurocéntrica y sin esconder los problemas que, en ocasiones, puede provocar la globalización en los sectores populares en el primer mundo. Ambos firman Buena economía para tiempos difíciles (Taurus, 2020), que es también una introspección autocrítica sobre la arrogancia de la economía hegemónica.

Economía rosquilla

Kate Raworth, economista británica de 54 años de Oxford, ha desarrollado el modelo de “economía donut” (o rosquilla), un planteamiento ambicioso y, a la vez, didáctico para aunar en un mismo esquema “el fin de mes y el fin del mundo”. Es decir: un modelo que busque colmar las necesidades básicas de la ciudadanía —educación, salud, techo, etc.— sin sobrepasar los límites ecológicos del planeta. La fórmula, que incluye una veintena de indicadores clave a menudo ninguneados por la economía oficial, se expuso en Economía rosquilla (Paidós, 2018) y ha dado pie al movimiento DEAL.

Y Stephanie Kelton, estadounidense de 55 años y catedrática de la Universidad Stony Brook, en Nueva York, es una de las referentes de la teoría monetaria moderna, una enmienda a la totalidad al enfoque ortodoxo sobre la creación del dinero y la doctrina oficial sobre el déficit público y la deuda que tanto constriñe cualquier intento de poner en pie políticas expansivas. Kelton, autora de El mito del déficit (Taurus, 2021), se sabe “hereje”, pero no es ninguna profana: además de catedrática, ha trabajado en el Comité Presupuestario del Senado de EE UU y explica con solvencia que tanto la arquitectura de los bancos centrales como el discurso político-económico oficial “siguen anclados a una desfasada mentalidad”, como si aún rigiera el patrón oro. Su planteamiento aumentaría muchísimo el margen de maniobra presupuestario para atender las necesidades de la población.

El programa económico solvente alternativo a la ortodoxia neoliberal parece listo, y cuenta con muchas aportaciones que han pulido en la última década los mejores economistas que alcanzaron la madurez investigando los estragos de la Gran Recesión. Ya solo faltan gobiernos que se atrevan de verdad a implementarlo.