1700 La revolución agrícola europea
Tener una agricultura productiva es un requisito previo para el desarrollo económico de las naciones. Los cambios ocurridos en Europa a través de la historia aportan claves muy valiosas para avanzar hacia ese objetivo.
¿Qué relación hay entre revolución agrícola y desarrollo? Para responder a esta pregunta viene bien observar el campo europeo de principios del siglo XVIII. Los cambios no fueron revolucionarios por su rapidez. Más bien parecen lentos, dubitativos y se extendieron durante cuatro siglos, entre el XV y el XIX, con dos periodos de aceleración alrededor de 1700 y 1850.
Una agricultura más productiva y más vinculada al intercambio solo se desarrolla junto con el crecimiento de los mercados, sobre todo urbanos. Es en el de Flandes, más urbanizado y con industria, donde se colocaron las bases de una agricultura más productiva a partir del siglo XV gracias a la reducción del barbecho. La rotación tradicional en trienios —dejar descansar una tierra durante 15 meses y luego a medio barbecho durante otros 8 meses; o sea: ¡dos tercios del tiempo!— desapareció poco a poco, reemplazado por el prado artificial y los cultivos de forraje de ciclo corto, como el nabo, entre cereales de invierno y de primavera.
En los siglos XVI y XVII se llevan a cabo experiencias similares en la llanura padana, en Italia, y en la Garona...