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“Los hombres deben dejarse de excusas”

Nacida en 1978 en Posadas, a orillas del río Paraná, Mercedes D’Alessandro es doctora en Economía por la Universidad de Buenos Aires, donde impartió clase durante 15 años. Presentó su tesis doctoral en 2013 con el título Contribuciones críticas a la epistemología de la economía.

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Enero 2019 / 65
Mercedes D’Alessandro

La economista Mercedes D’Alessandro es una figura destacada del movimiento feminista en Argentina, que acaba de vivir un año histórico con motivo del debate de la ley del derecho al aborto, rechazada finalmente por el Senado. Es cofundadora del medio digital Economía Femini(s)ta, dedicado a dar visibilidad a las reivindicaciones feministas, ofrecer formación a las mujeres y proponer alternativas para avanzar en la igualdad. Muy activa en redes sociales, participa con frecuencia en debates de prensa, radio y televisión, en los que aborda los temas económicos y de género con un estilo directo, afán didáctico y sentido del humor. D’Alessandro conversó con Alternativas Económicas durante una reciente visita a Madrid, donde presentó su libro Economía Feminista: las mujeres, el trabajo y el amor (Ediciones B).

¿Cómo definiría la economía feminista?

La economía feminista es una crítica a la concepción de la economía con la que yo me formé, que es la que se estudia en la mayoría de las universidades. Es una crítica que ilumina un aspecto de la economía que, en general, queda fuera del debate económico, que es el trabajo que se hace en el interior de los hogares: lavar, planchar, cocinar... un trabajo que en general hacen las mujeres y que no tiene retribución. La economía feminista muestra cómo a partir de los roles que nos asigna la sociedad a varones y mujeres en el sistema productivo, las mujeres ocupamos gran parte de nuestro tiempo en hacer estos trabajos no pagados. Ello genera un montón de desigualdades que se suman a las que produce el propio sistema capitalista.

¿Qué cambios son más urgentes para avanzar hacia una economía más igualitaria?

Hay tres tipos de cambio: teóricos,  prácticos y políticos. En lo práctico, en las relaciones cotidianas, es un cambio cultural que debe comenzar en las familias con una redistribución más equitativa de las tareas del hogar. Se trata de que entre todos lavemos los platos, organicemos las compras, llevemos los niños a la escuela, etcétera. Pero esto no alcanza, porque la familia también cambió y hay muchas mujeres que están solas, sin un varón con quien compartir esas tareas. Ahí es donde aparecen las políticas públicas, que se traducen, por ejemplo, en jardines maternoparentales, en licencias de maternidad y paternidad y en la provisión de cuidados a las personas mayores. En general, son las mujeres las que terminan atendiendo a las personas que están enfermas en los hogares, a las que tienen una discapacidad y a los niños pequeños. Es una cuestión en la que el Estado podría proveer en una mejor medida. En el plano teórico, la economía política a lo largo de la historia solo estudia los fenómenos que tienen que ver con el precio: las devaluaciones, el tipo de cambio, las exportaciones, las inversiones, la Bolsa... Como los trabajos domésticos se realizan sin contrapartida monetaria alguna, quedan fuera de la órbita de la economía, y como no aparecen en la parte teórica de la economía, tampoco se miden metodológicamente y no se diseñan políticas públicas. Los naturalizamos como si hubiera enanitos invisibles que lo hacen todo y como si el tiempo que se dedica a eso no existiera.

¿Cree que el capitalismo y el patriarcado son inseparables o es posible que la economía de mercado conviva con la igualdad de derechos entre hombres y mujeres?

Lo voy a poner al revés. El capitalismo es un sistema que produce desigualdad, y cada vez más. Es algo que lo vienen estudiando muchos autores, el último de ellos Thomas Piketty. Es difícil pensar que en un sistema que produce desigualdad podamos conseguir igualdad entre varones y mujeres. Lo que sí creo que podemos hacer es trabajar en cerrar algunas brechas y que en el trabajo de cerrar estas brechas podamos transformar también el sistema. Como dice Silvia Federici, una autora que me gusta mucho, el trabajo doméstico no remunerado es el principal campo de batalla. Si nosotras logramos transformar cómo producimos nuestra subsistencia, nuestra vida cotidiana, probablemente transformemos también las estructuras de desigualdad que produce el sistema en su conjunto.

El año 2018 ha sido histórico en la lucha de las mujeres por la igualdad en España. ¿Ha sucedido lo mismo en Argentina y en el resto de América Latina?

En Argentina se viene experimentando una transformación muy fuerte desde 2015. El primer impulso tuvo lugar en junio de ese año, con la movilización masiva Ni una menos en contra de los feminicidios. En Argentina es asesinada todos los días una mujer por el hecho de ser mujer. Eso hizo que muchas mujeres salieran a la calle. Desde entonces ha habido más movilizaciones y también se hicieron paros de mujeres internacionales.

¿Qué impacto ha tenido el debate por el aborto legal?

En América Latina el aborto solo es legal en Uruguay y en Cuba. Este año el debate sobre el aborto legal llegó al Congreso en Argentina y duró desde marzo hasta agosto. Se aprobó en la Cámara de Diputados y se rechazó en el Senado. Ese fue un momento muy impactante del movimiento feminista, en el que se vio toda la fuerza y el potencial que tiene. Fue algo muy novedoso porque fue un movimiento transversal, no solo en lo ideológico, sino también en cuestiones de edad y de clase social. Participaron desde diputados y senadores de Cambiemos, que es el partido oficial más ligado al neoliberalismo, y la derecha conservadora, hasta gente de la izquierda más izquierda de todas. Todos los bloques tuvieron diputados y diputadas favor y en contra.

Hay una nueva generación de feministas muy luchadora y muy asertiva en sus reivindicaciones. ¿A qué se debe este auge?

Es una nueva generación en términos amplios, no solo en términos de edad. Están las niñas de 14 a 18 años, están las mujeres de 30 y 40, están las históricas de 70 y 80 años que vienen trabajando por el aborto legal desde hace muchísimo tiempo, están las mujeres trans, las mujeres lesbianas... Hay muchos grupos y movimientos que se nuclearon en torno a esta movilización.

¿Quién es?

Nacida en 1978 en Posadas, a orillas del río Paraná, Mercedes D’Alessandro es doctora en Economía por la Universidad de Buenos Aires, donde impartió clase durante 15 años. Presentó su tesis doctoral en 2013 con el título Contribuciones críticas a la epistemología de la economía. Indagación en los fundamentos filosóficos de la ciencia económica. Desde hace cinco años reside en Nueva York. Tuitera compulsiva, en sus ratos libres ejerce de DJ. Su último libro va ya por la tercera edición en Argentina y ha visto la luz en Colombia, España y México.

 

Las reivindicaciones feministas han penetrado con fuerza en la agenda política, económica y social, pero están creciendo partidos de extrema derecha que quieren frenar esos avances ¿Es posible una vuelta atrás?

Lastimosamente, sí hay vuelta atrás, y todos los días vemos muestras de ello. En Argentina hemos vivido el caso de Lucía Pérez, una chica de 16 años que fue asesinada en condiciones horribles en Mar del Plata. Recientemente, terminó el juicio y a los acusados solo los condenaron por tenencia de drogas, no por el feminicidio, algo parecido a lo que ha pasado con La Manada en España. Mientras avanzamos con nuestras reivindicaciones, con estar más unidas, con proyectos de ley, con más espacio en las agendas de los partidos políticos, al mismo tiempo ocurren estos embates... Nos pasó también con el aborto. Fue una movilización muy fuerte, pero perdimos. Y no solo es eso, sino que surgió un nuevo fenómeno político, el del pañuelo celeste, contrario al derecho del aborto. Se organizan, por ejemplo, para ir al hospital e interrumpir el aborto de una chica de 15 años violada, una causa legal para abortar en Argentina. También empapelaron ciudades enteras con fotos de fetos y los nombres de diputados que votaron a favor del proyecto... Al tiempo que avanzamos, también sufrimos retrocesos, y a veces nos damos con la pared contra la que estamos peleando. Es difícil...

¿Hay diferencias entre la lucha feminista de América Latina y de España?

Creo que sí, por un motivo en concreto. En América Latina, en general, convivimos con altísimos niveles de desigualdad en términos económicos. En Argentina, por ejemplo, casi el 40% de los trabajadores y las trabajadoras tiene empleos precarios, el 40% de los menores de 14 años vive en un hogar pobre y entre las personas de menores ingresos, 7 de cada 10 son mujeres. Hay un montón de cuestiones estructurales que tienen que ver con la pobreza, con el desempleo, con la precarización laboral, que son muy diferentes de los países europeos, donde las estructuras de desigualdad aparecen con más fuerza cuando hay algún problema. Pasó aquí en España, en Portugal y en Grecia con la crisis de 2008, cuando las medidas de austeridad hicieron asomarse la cara fea del capitalismo. Pero esto es algo que en Argentina y en otros países latinoamericanos está presente todo el tiempo. Es una condición estructural, no un problema que aparece cíclicamente. Eso hace que los movimientos feministas estén muy influidos por las cuestiones económicas.

“Cuando las mujeres no están en la política, sus demandas no aparecen”

“Hay muchas cuestiones culturales que debemos combatir en las familias”

Usted es una firme defensora de la participación de las mujeres en la política y en las instituciones. ¿Por qué es tan importante?

Cuando las mujeres no están en las organizaciones y en la política, sus demandas no aparecen. En Argentina estamos viviendo una recesión económica muy fuerte, la más grave desde 2001, ¿y quiénes se sientan a negociar las soluciones? Sindicalistas varones, empresarios varones, equipos económicos varones... Mientras tanto, las mujeres tienen los mayores índices de precarización laboral, de desempleo y de pobreza.

¿Por qué las mujeres sufren más la precarización laboral?

Porque ocupan mucho tiempo en tareas domésticas no remuneradas. Lo que suele suceder es que las mujeres con hijos o hijas tienen trabajos en los que pueden entrar más tarde o retirarse más temprano para buscar a los niños en la escuela. Suelen faltar mucho al trabajo porque tienen que resolver cualquier problema que surja en el hogar. Esto hace que no puedan crecer laboralmente y no les den más salario, más promociones, o no las manden de viaje.

Las mujeres siguen haciéndose cargo de la mayor parte de las labores domésticas y del cuidado de los hijos y de las personas mayores, incluso en los países que se consideran más avanzados. ¿Por qué nos cuesta tanto cambiar?

Hay muchas cuestiones culturales, que son las que tenemos que combatir en el interior de las familias. Si hay una pareja con un bebé y el papá le está cambiando los pañales, la gente dice: “¡pero qué gran papá!”. Ahora, si la madre está cambiando los pañales, nadie la va a mirar. A lo sumo, le dirán: “La estás limpiando mal, el bebé tiene frío...”, la van a criticar por algo que está haciendo mal. Está muy naturalizado que las mujeres somos las guardianas de esas tareas. ¿Cuántos varones han dejado de trabajar para quedarse en casa y cuidar de la familia? A las mujeres esto les pasa todo el tiempo. Si eres una empresaria muy exitosa, te van a preguntar: “¿Y quién se queda con tus hijos?”. Todavía está culturalmente muy arraigado que el camino de la mujer debe ser la gobernadora del hogar.

El estereotipo dibuja al hombre latinoamericano, y también al español, como un macho tradicional al que le cuesta cambiar viejas maneras de pensar y costumbres muy arraigadas... ¿Es así en la realidad?

Es un mito y una excusa de los varones decir: “Es que yo soy torpe, soy así, me educaron de esta manera...” para no intentar el cambio. Las feministas venimos trabajando muchísimo en desaprender un montón de cuestiones para las que nos habían educado. A mí también me entrenaron para ser mamá, esposa, planchar, lavar cocinar, vestirme de rosa, ser muy femenina... Sin embargo, una va reprogramándose y planteándose cosas: cuáles son mis deseos, qué quiero realmente, cómo me comporto frente a determinadas opciones... Los varones también tienen que hacer este trabajo, dejarse de excusas y no escudarse en que le educaron para hacer determinadas cuestiones. A todos nos educaron en esta sociedad machista. Los varones tienen privilegios por el hecho de ser varón, y tienen que renunciar a algunos de ellos, cosas muy simples como cambiar pañales sin esperar que se les festeje.

Los directivos de las grandes empresas siguen siendo mayoritariamente hombres. ¿Hasta cuándo?

No solo los directivos de las empresas, sino de los sindicatos; en Argentina, incluso en los sindicatos en los que las trabajadoras son mayoría. En la enseñanza, 8 de cada 10 trabajadoras son mujeres y el líder sindical es un varón. No solo pasa en las empresas; también en los países. En el mundo hay actualmente solo 20 mujeres presidentas, primeras ministras o cancilleres (ministras de Asuntos Exteriores). En la historia de América Latina solo ha habido 10 mujeres presidentas. La primera vez que hubo cuatro al mismo tiempo fue en 2014: Michelle Bachelet en Chile, Dilma Rousseff en Brasil, Cristina Fernández de Kirchner en Argentina y Laura Chinchilla en Costa Rica. En toda América no hay hoy ninguna presidenta, ni en Canadá, ni en EE UU ni en América Latina. Quienes se sientan en las mesas donde se discuten los asuntos clave para el planeta son casi todos varones. En el G-20, por ejemplo, solo están Theresa May y Angela Merkel.

Usted que vive en Estados Unidos. ¿Qué impacto está teniendo el movimiento #MeToo?

Es impresionante. Se vio en las elecciones legislativas de noviembre. Hubo una cantidad récord de candidatas mujeres, y muchas ganaron, entre ellas la primera mujer musulmana, las primeras nativas americanas, la congresista más joven... Hubo realmente un despertar político de las mujeres. Después de esta nueva ola y de estas elecciones con tantas mujeres en las listas, el movimiento va a experimentar un empuje. 

LUCHADORA Y DIVULGADORA: Las mujeres, denuncia Mercedes D’Alessandro, sufren los mayores índices de precariedad laboral, desempleo y pobreza, mientras las grandes decisiones políticas  siguen tomándolas los hombres. FOTO: J. P. V.-G.

 

LOGROS

“Hay que desmitificar la menstruación”

 

¿Qué es el ‘FeminIndex’ que usted y sus compañeras han creado en Argentina?

Es una herramienta que lanzamos en las elecciones de 2017 para medir el compromiso con la agenda de género de los candidatos y candidatas que aspiraban a entrar en el Congreso. Les planteamos una encuesta con 15 preguntas sobre violencia machista, economía feminista, la participación política de las mujeres, los derechos sexuales y reproductivos y otros temas. Les pusimos nota en los distintos apartados e hicimos una lista con una especie de cartas de superhéroes en las que salían las caras de los candidatos con sus puntuaciones. Los propios candidatos comenzaron a competir entre sí. Los que sacaban buena nota lo destacaban en sus redes sociales, otros protestaban porque no se había tenido en cuenta determinada propuesta a la hora de puntuarlos. Muchos nunca habían dicho nada sobre algunos temas y a partir de la encuesta tuvieron que hacerlo.

También han lanzado la iniciativa Menstruacción. ¿En qué consiste?

Es una iniciativa para pedir que se eliminen los impuestos a los productos de gestión menstrual (toallitas, tampones, etcétera), que en Argentina son del 21% y que realmente son impuestos contra la mujer. También pedimos la distribución gratuita de estos productos para mujeres sin recursos. En Argentina, el costo de menstruar para una mujer pobre con tres hijas es casi dos meses de salario anual. Eso implica que muchas veces no se cambian y no tienen la higiene que necesitan. A veces las niñas dejan de ir a la escuela y de hacer deporte. Con frecuencia no se habla del tema, es un tabú. Queremos desmitificar la menstruación. La campaña ha tenido mucha aceptación. Una diputada ha presentado un proyecto de ley en el Congreso con las dos medidas. 

 

ESTEREOTIPOS

“A las chicas les faltan modelos a seguir”

 

El sector de la tecnología es el que más crece y también está dominado por hombres. ¿Por qué?

Algo está cambiando en este terreno. En Argentina hay un grupo que se llama Las de Sistemas, que son mujeres que programan, y otro que se llama Chicas en Tecnología. En el ámbito de la programación hay aún una mujer por cada 10 varones. El estereotipo asociado al programador es un varón con sudadera, capucha y auriculares frente a la computadora, como los de las series Silicon Valley o Big Bang Theory... A las chicas les faltan modelos a seguir. En Argentina, casi el 20% de las mujeres trabaja de empleada doméstica. Es la principal ocupación de la mujer, seguida de maestra y enfermera. Son todos trabajos de cuidados, es un sesgo tremendo.

¿Son algunas religiones un freno para el avance de la mujer?

Yo vengo de una provincia muy católica en Argentina y creo que la religión está ocupando espacios que en realidad corresponden a la política. El problema es cuando los Gobiernos se unen en sus reclamos con la Iglesia, mezclando creencias religiosas y políticas públicas. Es lo que pasó el año pasado en Argentina con el debate del aborto. La Iglesia ejerció una gran influencia sobre muchos diputados y senadores.