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Esa cosa anormal llamada economía

En contra de lo que suelen decir los políticos y lo que suelen creer los votantes, un país no se administra como un hogar.

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Noviembre 2022 / 107

Ilustración
Darío Adanti

Casi todo el mundo estará de acuerdo con la famosa frase de Wilkins Micawber: “Ingresos anuales de 20 libras, gastos anuales de 19 libras y 6 chelines, resultado: felicidad. Ingresos anuales de 20 libras, gastos anuales de 20 libras y seis chelines, resultado: infelicidad”. He retocado un poco las cifras para que sean más comprensibles, pero en lo esencial la idea queda clara. Si uno gasta algo menos de lo que gana, todo irá bien. Si uno gasta algo más de lo que gana, la cosa acabará mal.
Micawber terminó su vida como director de un banco en Australia. Por tanto, algo debía saber sobre el dinero, ¿no? No. Micawber, un personaje de David Copperfield, era catastrófico en la gestión financiera. El autor de la novela, Charles Dickens, alcanzó la cumbre de la literatura, pero sus conocimientos económicos no iban más allá del “tanto tengo, tanto gasto”. El escritor se inspiró en su propio padre, un derrochador patológico, para crear a Micawber.

Un país no se administra como un hogar, en contra de lo que suelen decir muchos políticos

 
Esto viene a cuento para explicar que, contra lo que suelen decir los políticos y lo que suelen creer los votantes, un país no es administrado como un hogar. Es una cosa distinta.
¿Quieren un ejemplo? En 1998, Bill Clinton logró algo increíble a día de hoy: un superávit presupuestario cercano a los 30.000 millones de dólares. La economía estadounidense funcionaba a todo gas, con un crecimiento del 4% anual, y los ingresos fiscales no paraban de aumentar. La Casa Blanca calculó que entre 1999 y 2003 se alcanzaría un superávit de 150.000 millones. ¿Qué hicieron los mercados financieros? Horrorizarse. Y con bastante razón: si a Clinton se le ocurría recomprar deuda pública con ese excedente (al final no lo hizo), el ahorro mundial se iba a hacer puñetas.

Tras los atentados del 11-S, cuando EE UU generó de nuevo déficits monstruosos, volvió la normalidad

 
El ahorro líquido, el que no se invierte en bienes más o menos estables como casas o bienes volátiles como acciones, va al banco. Con ese dinero, un banco sensato da créditos (rentables, pero con riesgo) y compra deuda pública solvente (menos rentable, pero sin riesgo). Por definición, la deuda pública más solvente es la de Estados Unidos. Los grandes inversores y los bancos centrales adquieren bonos (deuda) en dólares con avidez.
Imagínense que ese mercado de deuda se hubiera extinguido. Los economistas predecían todo tipo de catástrofes. Montañas de dinero errantes y desesperadas en busca de un refugio.
Luego llegaron George W. Bush, los atentados de 2001, las invasiones de Afganistán e Irak y Estados Unidos volvió a generar déficits monstruosos. Las cosas recuperaron la normalidad. Es decir, esa cosa tan anormal que llamamos economía, para la que nunca han valido las sumas y restas con las que nosotros nos manejamos.