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Alternativas al capitalismo digital

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Tecnología

Entrevistado sobre su último libro (The crisis of democratic capitalism), Martin Wolf, un periodista económico de gran prestigio, afirma que "nuestro sistema, basado en el matrimonio de la democracia con la economía de mercado, está fallando [...] Tenemos que revertirlo antes de que sea demasiado tarde".

Se me antoja que se puede aplicar un diagnóstico similar al despliegue de las tecnologías digitales, que en las democracias occidentales se ha producido en un entorno de economía de mercado con una supervisión más bien escasa. La expansión de lo digital ha conllevado muchos beneficios, si bien mal distribuidos, pero también importantes daños colaterales que para nada cabe considerar como inevitables. No está claro que se esté a tiempo de revertir los efectos nocivos de las redes sociales. Pero sería imperdonable que no se adoptasen medidas necesarias para prevenir y atajar los riesgos ciertos del despliegue irresponsable de aplicaciones de la inteligencia artificial y los grandes modelos de lenguaje.

No será fácil ni puede darse por descontado. El debate sobre la propuesta de legislación sobre la inteligencia artificial (IA) aprobada hace poco por el Parlamento Europeo ha confirmado, por si todavía hacía falta, que "los artefactos tienen política", lo cual no satisface a todo el mundo. Una larga lista de empresarios europeos han firmado una carta denunciando que se pretenda regular por ley la IA generativa, argumentando que es demasiado pronto para conocer sus "riesgos reales". Sin embargo, su (presunta) incapacidad para anticipar esos riesgos no les impide asegurar que los grandes modelos de lenguaje son "poderosas herramientas que conformarán no sólo nuestra economía, sino también nuestra cultura". Su deseo es que la regulación de la IA sea confiada a "una entidad compuesta por expertos" que, "en diálogo con la economía, lleven a cabo un proceso ágil de adaptación continua al rápido ritmo de desarrollo tecnológico". Una propuesta poco disimulada de captura regulatoria, me parece a mí.

Creo que procede plantear exactamente lo contrario: politizar y democratizar la supervisión y el control social del despliegue de tecnologías de alto impacto social, como es el caso de la IA. Siendo realistas, es necesario asumir, como apunta Martin Wolf, que el matrimonio entre democracia y economía de mercado no está en su mejor momento, lo que probablemente obligue a abordar en paralelo reformas de procesos económicos, democráticos y tecnológicos.

No son de esperar resultados fáciles ni inmediatos. Más bien al contrario, pienso que será necesario antes de nada prepararse como para una travesía: reunir tripulación, equipaje y cartas de navegación. Sobre esto último tengo la intención de aprovechar la pausa estival (esta es la última columna de La trastienda digital antes de vacaciones) para afilar ideas. Profundizar, por ejemplo, en las estrategias de Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI, un pequeño volumen cuya lectura recomiendo. Sus tesis de partida me parecen a la vez radicales y razonables: otro mundo es posible; pueden mejorarse las condiciones de prosperidad humana para la mayoría; ya se están creando elementos de ese mundo; hay formas de llegar ahí, pero no a partir de sueños cargados de ira, sino aplicando una lógica estratégica con posibilidades de funcionar en la práctica.

Nos reencontramos en septiembre. Buen verano.