Armas: más, mejores y europeas
Reducir la dependencia de EE UU en el terreno militar, como pretende la Unión Europea, no va a ser fácil. Hay prisa por conseguirlo
El repentino vuelco en el tablero internacional ha obligado a Europa a replantearse su política de defensa. Ante la pérdida de la protección que EE UU ha proporcionado al Viejo Continente durante ocho décadas, los responsables de la Unión consideran esencial aumentar el gasto en defensa, fabricar más armas en territorio europeo y reducir al máximo la dependencia de su antiguo aliado. Va a costar conseguirlo, pues los Veintisiete están aún lejos de ser autosuficientes en el terreno militar.
Aunque pueda parecer que el desplante de Donald Trump ha pillado desprevenidos a los líderes del Viejo Continente, lo cierto es que el rearme de la Unión lleva años en marcha, espoleado por estallido de la guerra en Ucrania y las primeras señales aislacionistas emitidas desde Washington. El Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI, en sus siglas en inglés) calcula que las importaciones de armas por parte de los socios europeos de la OTAN se han duplicado en los últimos cinco años. Solo en 2024, esos países gastaron conjuntamente la cifra récord de 326.000 millones de euros en armamento.
Los datos del SIPRI muestran que Europa es hoy más dependiente que nunca de Washington en lo que se refiere a la defensa de su territorio. Hasta el 64% del material bélico adquirido por los socios europeos de la OTAN entre 2020 y 2024 llevaba el sello Made in USA, comparado con el 52% del periodo 2015-2019. Ello ha propiciado un fuerte incremento de la cuota de mercado de EE UU en las exportaciones globales de armas, hasta el 43% (véase gráfico).
Según la nueva estrategia europea —recogida en el llamado Libro Blanco de la defensa y en el Plan Rearme—, Rusia constituye la gran amenaza para la seguridad de la Unión. Para hacerle frente, la Comisión presidida por Ursula von der Leyen ha puesto sobre la mesa la creación de un mercado común de la defensa, que podría extenderse a Reino Unido, Noruega, Islandia y los países balcánicos que aspiran a sumarse a la UE: Albania, Macedonia del Norte y Montenegro. Los dos grandes objetivos son poner fin a la fragmentación europea en la fabricación de armas y sistemas de defensa y dotar a los Veintisiete de las capacidades necesarias para repeler posibles invasiones a partir de 2030.


La lista de la compra
Bruselas quiere centralizar las compras de armas para toda la Unión mediante la creación de un Mecanismo de Ventas Militares Europeo, una especie de reserva estratégica que permita a cada Estado miembro comprar las armas que considere necesarias para completar sus arsenales. La idea es que Europa sea capaz de fabricar las armas que precise en su propio territorio, y hacerlo de manera planificada con estándares comunes.
La Comisión ha identificado siete campos en los que aumentar el gasto:
• Defensa aérea y antimisiles.
• Sistemas de artillería.
• Munición y misiles.
• Drones y sistemas antidrones.
• Movilidad militar.
• Inteligencia artificial y guerra electrónica y cibernética.
• Protección de infraestructuras.
Alcanzar todos estos objetivos va a llevar tiempo, pues muchos economistas y la propia Von der Leyen reconocen que la industria europea no es capaz, en las actuales circunstancias, de producir armas en la cantidad y velocidad que se exigen.
Hay prisa por corregir la situación. A iniciativa del canciller in pectore, Fiedrich Merz, el Parlamento alemán ha probado un plan para invertir hasta un billón de euros en la mejora de la capacidad defensiva y las infraestructuras del país durante la próxima década. El presidente francés, Emmanuel Macron, el líder europeo que más ha insistido en la autosuficiencia en materia militar, ha anunciado un incremento del gasto en defensa hasta el 3,5% del PIB, frente al 2% actual, incluyendo un refuerzo de la capacidad de disuasión nuclear francesa. Francia es el único país de la Unión con armas atómicas.
La decisión de Trump de restringir el acceso de Ucrania a tecnología esencial para el funcionamiento de los aviones de combate F-16, más tarde revertida, ha socavado la confianza europea en su gran suministrador de armas. EE UU tiene la capacidad de dejar en tierra los aviones que ha vendido a sus hasta ahora aliados, deshabilitando software o interrumpiendo la venta de piezas de repuesto en aras de la seguridad nacional. Si eso llegara a suceder, la capacidad de reacción europea se vería seriamente limitada.
Hasta 13 países europeos han adquirido el avión de combate F-35 estadounidense, fabricado por Lockheed Martin y considerado el mejor del mercado por su velocidad, su baja detectabilidad y su capacidad de radar, con un coste que ronda los 200 millones de euros la unidad. Otros nueve han efectuado pedidos o tienen la versión anterior, el F-16.
Mientras tanto, Europa busca alternativas. Hace tres años, Francia, Alemania y España pusieron en marcha el proyecto NGWS/FCAS (New Generation Weapon System/Future Combat Air System) para desarrollar un nuevo avión de combate europeo, destinado a sustituir a los Rafale franceses y los Eurofighter a partir de 2040. El mismo objetivo tiene el plan británico Tempest, desarrollado conjuntamente con Italia y Japón.
Varios países han empezado a tomar distancia de EE UU. Nada más tomar posesión de su cargo, el primer ministro canadiense, Mark Carney, pidió a su ministro de Defensa que revisara la compra de F-35 a EE UU y que estudiara otras opciones “en vista del cambio de panorama”. Algunos países europeos están haciendo lo mismo. En medio de las amenazas de EE UU de anexionarse Groenlandia, Dinamarca debe elegir antes de finales de año entre dos sistemas de defensa antiaérea: el francoitaliano SAMP/TNG y el Patriot de EE UU. La decisión será un test de la verdadera voluntad europea de apoyar alternativas no estadounidenses.
Apoyo ciudadano
Tampoco va a ser fácil convencer a la ciudadanía de la necesidad de hacer un esfuerzo económico que, inevitablemente, detraerá fondos de otros fines. Los países más reticentes son los del sur de Europa, donde la amenaza rusa se percibe lejana. Las dificultades para encontrar un consenso se pusieron de manifiesto en marzo en el Congreso de los Diputados, cuando los socios de gobierno del PSOE votaron a favor de una moción que instaba al Gobierno a oponerse a la propuesta en materia de gasto militar de la Comisión Europea.
La sociedad española, según las encuestas, no ve mal del todo el aumento del gasto en defensa. El barómetro de marzo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) muestra que el 75% de los encuestados considera que la UE debería aumentar su propia capacidad de defensa y el 67,8% está a favor de crear un ejército europeo.