Democracia amenazada
El giro repentino de Washington en la guerra de Ucrania y la agresividad hacia la UE ponen fin a una era iniciada tras la Segunda Guerra Mundial y ponen en peligro las libertades
En poco más de un mes, la situación geopolítica y económica de Europa y el mundo ha registrado una profunda transformación. El cambio de posición de EE UU en la guerra de Ucrania y en las relaciones comerciales abre una era nueva. El Gobierno de Donald Trump ha abandonado su apoyo a Ucrania y ha iniciado negociaciones directas con Putin para acabar con el conflicto cuando se cumplen tres años de la guerra de agresión lanzada por Rusia. A pesar de las dificultades que supone la demolición de la alianza atlántica, la Unión ha mostrado su apoyo a Ucrania y a su presidente, Volodimir Zelenski.
La tensión entre EE UU y Europa se agravó repentinamente a partir del 20 de enero con el regreso de Trump a la Casa Blanca. Las sucesivas amenazas y decisiones de aumentar los aranceles a las importaciones de México, Canadá, China, que llegan al 25% para el acero, aluminio, coches y medicamentos procedentes de Europa, causaron una gran inquietud en las asociaciones empresariales y gobiernos europeos.
Sin embargo, la verdadera profundidad de la ruptura en las relaciones entre Washington y Bruselas apareció un mes después, en la Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich entre el 14 y el 16 de febrero. En la reunión, el vicepresidente de EE UU, J. D. Vance, lanzó una despectiva diatriba contra la Unión Europea, cuestionando su democracia. Sus palabras fueron muy explícitas: “La amenaza que más me preocupa respecto a Europa no es Rusia, no es China, no es ningún otro actor externo. Lo que me preocupa es la amenaza desde dentro: el retroceso de Europa respecto a algunos de sus valores más fundamentales , valores compartidos con EE UU”.
Las manifestaciones de Vance se producían tras su ninguneo al canciller alemán, Olaf Scholz, con quien no quiso reunirse, mientras que sí se entrevistaba con la candidata de extrema derecha y antieuropea Alternativa por Alemania, (AfD), Alice Weidel, en plena campaña electoral. El resultado de las elecciones alemanas del 23 de febrero supone un nuevo giro a la derecha y más debilidad para la Unión. Los conservadores de la CDU alcanzaron el 28,5% de los votos, mientras que la AfD se alzó con el 20,6% de los sufragios tras el serio retroceso de los socialdemócratas, que quedaron relegados a una tercera posición con el 16,4%.
Las palabras de Vance y la decisión de Trump de excluir a Europa de las negociaciones de paz sobre Ucrania confirmaron la ruptura de la alianza atlántica construida en 1945 tras la Segunda Guerra Mundial. Los acontecimientos históricos se han acelerado vertiginosamente. Unos días después, el 18 de febrero, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, y el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, se reunieron en Riad (Arabia Saudí) para tratar el futuro de Ucrania. El encuentro significó la rehabilitación de Putin y una escandalosa tergiversación de la historia. Trump acusó a Zelenski de haber iniciado las hostilidades y le calificó de dictador. Europa quedó ostensiblemente marginada.
Soledad de la Unión
La respuesta europea no vino de la Unión, sino que fue articulada por el presidente francés, Emmanuel Macron, en un encuentro en París con los líderes de varios países europeos (Alemania, Italia, España, Polonia, Países Bajos, Dinamarca y Reino Unido), el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. Posteriormente, Macron fue a Washington para tratar de convencer a Trump de que se incluyera a la UE en las negociaciones de paz.
Los acontecimientos se precipitan en Europa a una velocidad vertiginosa. Lenin, el líder bolchevique, ya había dicho en 1917: “Hay décadas en las que no pasa nada y hay semanas en las que pasan décadas”.
La preocupación inicial de Europa sobre las consecuencias económicas de los aranceles estadounidenses ha quedado completamente sobrepasada por otros desafíos más serios. La Unión ha descubierto que sus mayores fragilidades están en su defensa y en el retraso tecnológico. La debilidad en defensa ha quedado al descubierto tras el cambio de bando de Trump, que encuentra una mejor sintonía con Putin. Hay que recordar que la seguridad de otros Estados de la UE corre serios riesgos tras las insinuaciones del mandatario ruso. En el ámbito tecnológico, durante los últimos años ha quedado patente la extraordinaria dependencia de las empresas europeas de las grandes corporaciones de EE UU, que han alcanzado un mayor desarrollo de la inteligencia artificial.



En materia de defensa, la planificación y la producción de armamento sigue estando muy fragmentada en función de las fronteras nacionales. Un ejemplo de esta exagerada división es que en Europa hay 12 tipos de tanques, mientras que en EE UU solo tienen un modelo. En pocas semanas, la Unión ha tomado conciencia de la necesidad de equiparse para la defensa basándose en sus propias fuerzas, tanto para la fabricación armamentista con sus propias industrias como para su financiación. En este nuevo escenario, la Comisión estima que las necesidades adicionales de gasto en materia militar para la próxima década se elevan a 500.000 millones de euros. De momento, se estudia la posibilidad de utilizar unos 93.000 millones de euros de fondos creados para afrontar la crisis de la covid-19 que no se habían utilizado. Hay que recordar que, según estimaciones de la Comisión, las ayudas militar y financiera europeas a Ucrania han alcanzado los 132.000 millones de euros, una cifra superior a los 114.000 millones proporcionada por EE UU.
Falta de inversión
La fuerte dependencia de la industria europea de las tecnológicas estadounidenses revela “serios problemas de competitividad”, como ha reconocido el comisario de Economía, Valdis Dombrovskis. El economista Alfredo Pastor, ex secretario de Estado de Economía, señala que la falta de inversión en la industria alemana era conocida: “Un economista chino conocedor del sector me explicó que había observado que las fábricas de automóviles en Alemania habían concentrado sus inversiones en la promoción de las marcas más que en la mejora de la calidad y la eficiencia de sus industrias”.


Un informe del instituto de investigación alemán CESifo, publicado tras la crisis financiera, señalaba que entre 2002 y 2007Alemania logró ahorrar unos 1,6 billones de euros. De este volumen, solo dedicó 562.000 millones a modernizar el país con inversiones en infraestructuras, equipamientos de industrias e investigación. La banca alemana prefirió dedicar la mayor parte del ahorro (1,05 billones de euros) a inversiones exteriores, principalmente a España, donde obtenían una mayor rentabilidad. Estas inversiones, por cierto, tuvieron un papel determinante en la creación de la burbuja inmobiliaria.
Ataque a los valores
Un documento impulsado por los centros de estudios Notre Europe y Hertie School, vinculados al Centro Jacques Delors, titulado Después de un mes de Trump: para Europa, es hora de elegir, asume la necesidad de responder a las amenazas del Gobierno de EE UU. “Después de un mes de provocaciones, ataques y mandatos despectivos”, sostiene, “ahora sabemos que con el presidente de EE UU nos enfrentamos a peligros graves y múltiples. Depende de nosotros responder estratégicamente”.
Las entidades firmantes consideran especialmente preocupante “la amenaza de seguridad en el frente oriental”. Recuerdan que Trump “abrió su negociación bilateral con Putin concediendo sin contrapartidas la mayoría de las demandas de Moscú” y “sus ataques a los valores europeos y su apoyo a fuerzas políticas extremistas”. El texto, que sintetiza la posición del núcleo de pensamiento más europeísta, llama a “movilizar a una gran parte del mundo que piensa como nosotros, pero que no tiene los medios para actuar con decisión”. Y concluye: “Construir esta estrategia defensiva y disuasiva es ahora un imperativo existencial”.
Javier López, eurodiputado socialista y vicepresidente del Parlamento Europeo, considera que lo más grave que está haciendo Trump es cambiar la naturaleza del Estado. “Estamos ante una desregulación masiva: la sustitución de las políticas de las administraciones públicas por la lógica de los oligarcas”. Reconoce López las dificultades: “Ahora en Europa nos encontramos con la hostilidad rusa, la demolición del vínculo atlántico y una fuerza de extrema derecha importante en el Parlamento Europeo de casi 190 eurodiputados”, más de una cuarta parte de la Cámara.
Dependencia mutua
El comercio entre la UE y EE UU ha sido una de las prioridades para la Comisión y para la industria de varios países, especialmente Alemania. Un informe del Servicio de Investigación del Parlamento Europeo (EPRS, por sus siglas en inglés) indica que en 2023 la UE tuvo un superávit comercial de bienes, mientras que EE UU tuvo un balance favorable en servicios. En total, la balanza de bienes y servicios de la UE con su socio transatlántico registró un superávit de 48.000 millones de euros a favor de Europa, lo que representa solo el 3% del flujo comercial total, que asciende a 1,6 billones de euros.
EE UU es el mayor mercado para las exportaciones de bienes de la Unión Europea, con un saldo favorable de 157.000 euros en 2023, según la oficina estadística Eurostat. En lo que respecta a los servicios, la balanza favorece a Washington, con un saldo favorable de 109.000 millones de euros (véanse los cuadros adjuntos en esta misma página).
La autoridades comunitarias barajan tres tipos de herramientas para hacer frente a la agresividad comercial estadounidense. En primer lugar, los Veintisiete podría imponer contramedidas mediante aranceles adicionales a los productos estadounidenses. En segundo lugar, podría recurrir a la Organización Mundial de Comercio (OMC) si consideran que el Gobierno de Washington está incumpliendo las normas comerciales internacionales y exigir compensaciones. En tercer lugar, podría utilizar el instrumento de coerción, regulado por el reglamento CE 2023/2675, en vigor desde el 27 de diciembre de 2023. El instrumento anticoerción permite a Bruselas imponer contramedidas a terceros países que intenten ejercer presión sobre la formulación de políticas europeas. De todas formas, Europa prefiere la negociación a la confrontación.