A veces todo ese estrés de lo que hay que hacer duerme contigo ocho horas.
Todos hacemos eso de estar con la pantalla antes de dormir. Para poder dormir bien es necesario estar a oscuras después de un rato de descanso, un espacio tranquilo para leer, para charlar, de reposo. Cuesta mucho, especialmente con el móvil, la tele... Y hace que nuestra calidad del sueño no sea la que nos gustaría. Tan importante es el tiempo como la preparación que nos ayuda a descansar.
Pero en España se cena a las 10 de la noche. Y se almuerza a las dos.
Eso tiene distintas explicaciones. Una es histórica. Aquí en España, cuando en los años 60 empieza el desarrollismo franquista, la gente, para ganar más dinero, empieza a tener dos o tres trabajos. Y empieza a hacer una jornada larguísima, con grandes pausas al mediodía. Mucha gente aprovechaba para hacer otro trabajito: llevar los números de una empresa, ir a limpiar una casa, etc. También retrasamos un montón la hora de comer porque juntamos dos o tres jornadas de trabajo. Se instala como normalidad. En España antes de esto seguíamos un horario mucho más alineado [con los demás países europeos]. Esto se junta con el hecho de que estamos en una zona horaria con muchas horas de sol, pero a la vez nos levantamos a la misma hora que otros. Retrasamos todo menos la hora de levantarnos. Conclusión: no dormimos suficiente. Un estudio calcula que los españoles duermen 20 minutos menos que la media europea. Hay que empezar a avanzar los hábitos. Es decir, comer hacia la una y cenar hacia las ocho para tener espacios de reposo antes de dormir.
Hábleme de la “pobreza de tiempo”.
Es un concepto que desarrolló Naciones Unidas junto con una universidad americana. Es la idea de que la pobreza es multidimensional de que no solo se mide en dinero. Una de estas dimensiones es la falta de tiempo. Una persona es pobre de tiempo cuando una vez ha hecho todas las cosas que debe hacer por obligación — dormir, comer, la higiene personal, el trabajo y el cuidado de otros...—, le quedan menos de dos horas del día para sí. Es un factor superimportante a la hora de pensar en políticas para atajar la pobreza, porque si solo piensas en el factor dinero, te estás saltando una parte. Además, esa pobreza de tiempo es claramente femenina y de una determinada clase social. Cuanto más dinero tienes —y especialmente si eres hombre—, de más tiempo dispones para ti mismo. Puedes externalizar muchas de tareas que para otros son obligatorias, como las tareas domésticas. Otra característica de la pobreza es que no se tiene autonomía para decidir cuándo hacer las cosas. Por ejemplo, mujeres que limpian casas y van de una a otra con horas muertas en medio.
El mundo new age habla de aprovechar el tiempo, el ahora, sin tener en cuenta que para mucha gente el tiempo es trabajar y trabajar, porque, si no, no paga el alquiler de una habitación.
El uso del tiempo es un asunto político, no individual. Por eso nosotras apostamos por defender el derecho al tiempo propio como un derecho de ciudadanía. No es que uno deba encontrar tiempo para sí mismo, para meditar... Hay unas condiciones sociales que marcan el poder encontrar este tiempo. Hay una parte de sensibilización, para que la gente sea consciente de que es un problema que trae consecuencias en la salud, en igualdad, productividad y eficiencia. Entre otras cosas, hay que construir infraestructuras que permitan acortar el tiempo dedicado al trabajo. El transporte público es un claro ejemplo de infraestructuras que arreglan esta pobreza de tiempo. Políticas como la de la ciudad de 15 minutos, donde todo puedas hacerlo a menos de 15 minutos de distancia. Eso implica pensar en los servicios, los colegios, el trabajo, etc.
Se está hablando de la jornada de 32 horas. ¿Cómo lo ve?
La reducción de la jornada laboral es la evolución lógica. Lo que hay que asegurar es que esta reducción llegue a las personas que más lo necesitan.
España fue el primer estado en introducir, por ley, la jornada laboral de ocho horas a todos los sectores laborales (1919). Pero desde entonces la sociedad se ha transformado y el malestar horario vuelve a ser una preocupación. Ahora puede ser el primer país en hacer una Ley de usos del Tiempo.