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Cómo acaba la inflación

Las crisis de inflación son como las comedias sentimentales: cada una empieza a su modo pero todas terminan igual.

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Enero 2022 / 98

Ilustración
Darío Adanti

Las crisis de inflación son como las comedias sentimentales: cada una empieza a su modo pero todas terminan igual.

Del presente ramalazo inflacionario aún no sabemos gran cosa. Damos por supuesto que el encarecimiento de la energía (de cuyas causas tampoco sabemos gran cosa, aunque abunden las hipótesis) y los embotellamientos en la distribución mundial de productos (por el colapso pandémico de 2020) son las razones más obvias. De momento, faltan datos. También ignoramos aún si este ramalazo resultará duradero o se diluirá poco a poco. Otra incógnita, la duración de la pandemia influye en el proceso. Por no saber, no sabemos siquiera cuánta inflación es tolerable ni a partir de qué dígito (¿7% anual?, ¿8%? ¿10%?) se enciende la alarma roja. Como en la mayoría delos asuntos económicos, es cuestión de opiniones.

Devaluación salarial

No nos valen ni las pocas cosas que creíamos saber por experiencia. Cuando España sufrió anteriores achuchones del índice de precios al consumo (IPC), en el siglo pasado, aún existía la peseta, una moneda que tenía bien aprendido el camino de la devaluación. Devaluar suavizaba el impacto de las políticas de ajuste y ayudaba a licuar deudas. Durante la crisis financiera de 2008 descubrimos que con el euro no valían devaluaciones monetarias y se optó por la vía de la devaluación salarial, de la que aún no nos hemos recuperado.

Al final se impone el mantra de que los salarios deben subir menos que la inflación

Lamento el espóiler, pero con la que está cayendo, un chasco más no importa demasiado

Cada oleada de inflación, decíamos, comienza a su manera, como las comedias románticas. Hace 50 años fue el encarecimiento de la energía por el embargo de los países árabes petroleros contra los aliados de Israel tras la guerra de 1973. Ahora la energía está de nuevo implicada, aunque la falta de oferta de artículos esenciales para la economía internacional (desde chips hasta contenedores) constituye un factor relevante. Y si algún día se descubre que el tsunami de dinero fabricado por los grandes bancos centrales desde 2008, y aún más desde 2020, para evitar males mayores, tiene algo que ver con el asunto, no podremos hacernos los sorprendidos.

Ya saben cómo terminan las comedias románticas: con la chica y el chico juntos y felices, después de un montón de enredos. Y a estas alturas ya sabemos todos en qué desembocan las crisis de inflación. Al cabo de un montón de enredos (la fase en que nos encontramos ahora) y sea cual sea el punto de partida del guión (se disparan los costes energéticos, se paraliza el comercio internacional, cualquier cosa que se les ocurra) se termina con el mantra de que los salarios deben subir menos que la inflación. Los salarios, cuyo poder adquisitivo en España es ahora inferior a hace una década, acaban siendo culpables. Y, por tanto, los asalariados acaban siendo un poco más pobres.

Lamento el espóiler. Pero con la que está cayendo últimamente, un chasco más no importa demasiado, ¿verdad?