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La diplomacia en un refrán

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Noviembre 2023 / 118
Ilustración Darío Adanti

Ilustración
Darío Adanti

Henry Kissinger, ideólogo de la política exterior estadounidense durante la presidencia de Richard Nixon (1969-1974) y uno de los más distinguidos villanos de la segunda mitad del siglo XX, publicó en 1994 un libro bastante interesante y muy aburrido titulado Diplomacia. En él demostraba, con ejemplos históricos, que la diplomacia es completamente ajena a cualquier noción de ética, o incluso de moral, y que lo único que importa en las relaciones entre Estados soberanos es el realismo. O realpolitik, si prefieren uno de esos términos alemanes tan precisos.

El libro es largo e, insisto, poco ameno. Se lo resumo en pocas palabras, de forma áspera pero exacta, con un viejo refrán: “Tanto tienes, tanto vales”. Ya está. Ya saben lo fundamental de la diplomacia.

Unos tienen y otros no

Por más que digan los textos fundacionales de la ONU y la Carta de los Derechos Humanos, hay países que importan, los que tienen (armas nucleares, petróleo, gas, una voluminosa producción de alimentos o lo que sea), y hay países que no importan en absoluto porque no tienen nada. Eso se traslada a las personas.

Si usted, amable lector, se alinea entre quienes creen que cada ser humano es capaz de forjar su propio destino, pruebe a nacer en Yemen. O en Somalia. O en Etiopía. O en Armenia. O en Myanmar. O en Mali. A ver cómo se las arregla.

Los países recién citados están en guerra o sufren algún tipo de conflicto. Raramente los verán en las noticias. Cuando aparecen es porque otro país más potente, como Arabia Saudí en el caso de Yemen, los bombardean por cuestiones estratégicas. Siguiendo con el mismo ejemplo, Arabia Saudí, una dictadura teocrática con petróleo, masacró a los yemeníes para impedir que otra dictadura teocrática con petróleo, Irán, se colara en la península arábiga. Nada personal. Solo negocios.

El lingüista Noam Chomsky, crítico empecinado de la diplomacia estadounidense y de la realpolitik, recuerda siempre que puede que el problema de los palestinos es que no tienen nada y, por tanto, no importan a nadie. Ni a las grandes potencias (salvo como objeto de chantaje), ni a los países árabes, ni, por supuesto, a Israel. Por no tener, no tienen ni país.

Ocurra lo que ocurra, los palestinos están condenados al sufrimiento, a la ira y al desprecio. Si, como les ocurrió a los judíos tras muchos siglos de persecución, llegaran a tener un Estado, una tecnología de primer nivel y el respaldo incondicional de una superpotencia, habría que temerles. Pero eso no parece probable. De momento están condenados por la economía, la realpolitik y los refranes. Da igual lo que suframos por ellos o la ayuda humanitaria que les enviemos de vez en cuando: no tienen nada, sus vidas no valen nada.