Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

¿Tiene lo digital una agenda oculta?

Comparte
Cerebro con ideas

En el origen de cada objeto o realidad artificial hay una persona o personas sin cuya imaginación, cuidado y determinación esa realidad no hubiera llegado a existir. Cuanto más sorprendente o extraordinaria nos resulte esa creación, más estimulante resulta observarla en todo detalle para atisbar cuáles podrían ser los “por qué” y “para qué” de sus creadores, e incluso para hacerse una idea del carácter, la personalidad, la naturaleza humana de quienes albergaron esas motivaciones y propósitos.

Aplicar este ejercicio a lo digital tiene sentido, porque todo lo digital es artificial. El intento de hacerlo desbordaría los límites de esta columna, por lo que me limitaré a unos breves apuntes que me propongo desarrollar en otro trabajo.

La hipótesis de que las principales motivaciones para la creación y la expansión de lo digital son económicas es demasiado simplista, además de no siempre cierta. Por citar sólo dos ejemplos, Linus Torvalds no creó Linux para ganar dinero, como tampoco Tim Berners-Lee cuando donó al mundo la www.

Otro discurso, habitual entre consultores de empresa y escuelas de emprendimiento hace énfasis en aumentos potenciales de productividad económica. Según McKinsey, por ejemplo, la Inteligencia Artificial generativa podría añadir a la economía el equivalente de 2,6 a 4,4 billones de dólares al año. Pero la experiencia de otras oleadas tecnológicas, incluyendo la persistente paradoja de la productividad, sugiere que la revolución de la IA no será tan rápida ni tan generalizada como algunos pretenden hacernos creer. Hace ya mucho que la economista Carlota Pérez diagnosticó que la adopción extensiva de un cambio tecnológico viene precedida por una fase en que una minoría de inversores especulativos se enriquecen inflando burbujas de expectativas exageradas, en tanto que la inversión productiva se mantiene prudentemente a la espera.

Sucede no obstante que la intensidad de la propaganda especulativa, que hace énfasis sólo en las ventajas potenciales de la nueva tecnología a la vez que obvia sus peligros, genera cambios de mentalidad en la sociedad en general, incluyendo a las administraciones y a los reguladores. Manuel Castells diagnosticó a este respecto que el paradigma digital sustituiría al industrial por ser más eficiente no sólo en la acumulación de riqueza, sino también en la de poder. Y como él mismo señaló, el poder más efectivo reside en la capacidad de modificar la mente humana.

Aventuro pues que el objetivo de una hipotética agenda oculta que empuja la expansión de lo digital es la modificación de nuestras mentes, de nuestras formas de pensar, sentir y actuar. Algunas de estas modificaciones son ya observables a poco que prestemos atención, incluso sobre nosotros mismos. Podemos observar además que desde la introducción de las calculadoras electrónicas hasta las redes sociales y ahora la IA, los productos y servicios digitales han evolucionado hacia una mayor cercanía, incluso una mayor intimidad, y por tanto mayores oportunidades de influencia sobre nosotros. Me resisto a creer que esa trayectoria sea fruto del azar. Retengo pues, a riesgo de que me califiquen de ludita, la afirmación de Rob Riemen de que la característica de la civilización es precisamente la capacidad humana de decir "no". Alto y claro.