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Brasil, la difícil vuelta a la normalidad

Los pactos y la reconciliación son los grandes desafíos del nuevo Gobierno de unidad nacional encabezado por Lula

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Diciembre 2022 / 108

Fotografía
Thales Renato

Los pactos y la reconciliación son los grandes desafíos del nuevo Gobierno de unidad nacional encabezado por Lula.
 
La ajustada victoria electoral de Luiz Inácio Lula da Silva aglutinando un frente de 10 partidos a partir de la frase de Paulo Freire “reunir a los divergentes para vencer a los antagónicos” fue reconocida inmediatamente por los principales líderes mundiales, lo que se interpretó como señal de alivio por el resultado. Tras la elección, Lula anunció conciliadoramente que existe un solo Brasil y que el Gobierno será para todos y de unión nacional. El país quedó dividido y radicalizado, pero se confía en que el periodo de transmisión de poderes hasta la toma de posesión el 1 de enero sea fluido. 
 
El 'efecto Alckmin'
El revitalizado vicepresidente electo, Gerardo Alckmin, lidera un equipo de transición para tratar 31 temáticas con el Gobierno saliente y coordina el consejo político del Ejecutivo de transición compuesto nada menos que por 14 partidos. El perfil de Alckmin, varias veces candidato a la presidencia (en las elecciones de 2006 perdió ante Lula en la segunda vuelta), tres veces gobernador del Estado de São Paulo y antiguo miembro del Opus Dei, diluyó, en parte, rechazos del electorado.
Dado que el actual partido de Jair Bolsonaro forma el mayor grupo de los 23 partidos en el nuevo Congreso —con 99 diputados de 513 y 14 senadores de 8—, Lula necesita formar una base democrática fuerte ampliada hacia el centro en la composición de su Gobierno, anunciada para diciembre, a fin de conseguir un equilibrio en el Congreso y articular una difícil gobernabilidad. Los partidos de la coalición de su frente amplio suman 140 diputados y 20 senadores, por lo que necesita el apoyo del Centrão (partidos sin clara identidad ideológica y normalmente aliados del poder), con 180 diputados y 30 senadores, para implementar las primeras medidas urgentes encaminadas a eliminar el ajuste social de la actual propuesta de presupuestos de 2023.
 
Siendo la pobreza, el hambre y la desigualdad problemas acuciantes en Brasil, el nuevo Gobierno quiere garantizar ya antes de su toma de posesión diversos programas sociales, entre ellos el perentorio pago de 600 reales (115 euros) a 27 millones de familias vulnerables del programa Auxílio Brasil, que finaliza en diciembre y se llamará de nuevo Bolsa Familia. Para ello, ya presentó una propuesta de enmienda constitucional de la transición para sobrepasar el techo de gasto en 175.000 millones de reales (33.500 millones de euros). Hay mucha preocupación con el déficit de las cuentas públicas que hereda Lula, quien anunció un pacto federativo con los 27 gobernadores que facilite la reforma fiscal y refuerce la inversión pública con proyectos concretos en cada Estado.
 
Protagonismo internacional
Brasil tiene demasiado peso para ser tratado como paria internacional. Mientras que Bolsonaro evitó en noviembre repetir sus malas experiencias en las anteriores cumbres del clima y del G-20, Lula aprovecha el excelente clima diplomático actual hacia Brasil y reivindica su anterior protagonismo en la escena internacional. Es la vuelta del Brasil mediador y multilateral al consenso mundial. Se aguarda el reforzamiento de la cooperación Sur-Sur, especialmente con Latinoamérica y África, y de la relación con China en el grupo de los BRICS (integrado por Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), su impulso al Mercosur y al acuerdo con la Unión Europea y su reincorporación a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). Lula ya fue invitado al Foro Económico Mundial de Davos en enero de 2023.
 
Clima y desigualdades
El desmantelamiento en la Amazonia, que durante la legislatura de Bolsonaro creció el 56%, se ha acelerado, y Brasil aspira ahora a coliderar la agenda ambiental internacional con la crisis climática como eje fundamental de su actuación. Lula participó como invitado en la COP-27 de Egipto, donde ligó la cuestión climática al combate a las desigualdades. Se estudió la constitución de una Alianza de Naciones Amazónicas para coordinar políticas de preservación y contra la delincuencia ambiental, así como de una coalición de países con las mayores selvas tropicales junto con Indonesia y Congo.
Lula también ofreció acoger la COP-30 de 2025, y fue acusado de usurpador por Bolsonaro, que - siguiendo al abandono de Trump de los acuerdos de París - renunció a organizar la COP-25 fijada en Brasil. La recuperación del Fondo Amazonas fue anunciada por Noruega y Alemania, y Brasil pretende una mayor aproximación a la agenda verde de la OECD. El nuevo Gobierno también despierta grandes expectativas en educación y ciencia, que fueron denostadas por el negacionismo con recortes presupuestarios federales del 65% de las becas y del 56% en ciencia. La producción científica brasileña aún equivale a las de México y Argentina juntas.
 
No hubo golpe
Existe un Brasil distópico con mentiras colectivas que lastran la convivencia. El día siguiente a las elecciones amaneció con más de 300 bloqueos de autovías en todo el país. El presidente Bolsonaro admitió ambiguamente el resultado apenas dos días después sin condenar las protestas que acusaban de raude en las urnas y pedían la intervención militar frente a acuartelamientos. Poco antes de la segunda vuelta de las elecciones, los comandantes de los tres ejércitos habían rehuido apoyar cualquier involución política y una auditoria del Ministerio de Defensa no encontró irregularidades en las urnas, aunque las consideró vulnerables. A fecha 15 de noviembre, día de la proclamación de la República, seguían las críticas al Ejército por no haber dado el golpe, mientras que los bloqueos que causaron desabastecimientos y perjuicios graves habían descendido al bloquear el Constitucional cuentas de empresarios que los financiaban. Estos hechos son también considerados una demostración de fuerza de un Bolsonaro oculto e inquieto por la pérdida de un foro privilegiado.
La pacificación y el mutuo entendimiento son necesarios para evitar enfrentamientos y avanzar hacia un Brasil abierto que pueda desarrollar su extraordinario potencial. Aún es pronto para muchas especulaciones antes de la formación de un Gobierno plural (carteras claves de Economía y Defensa) y no se puede subestimar el riesgo de que los actos antidemocráticos perduren hasta la toma de posesión en enero, sobre la que tampoco está confirmada la participación de Bolsonaro. Este deja una extrema derecha fuerte y organizada dispuesta a boicotear al nuevo Gobierno. Como bien decía Tom Jobim, “o Brasil não é para principiantes”.