Odisea por un espacio
Las exigencias y abusos de caseros e inmobiliarias se multiplican, en un contexto de precios disparados y mucha más demanda que oferta de alquiler
María G., una joven en la treintena, divorciada y con un hijo pequeño, ha conseguido alquilar un piso en Molins de Rei (Barcelona), por el que paga 1.080 euros al mes, cuando la inmobiliaria que se apiadó de su caso consiguió convencer a la propietaria de que la eligiera a ella como inquilina metiendo a su padre en el contrato, como si fueran a compartir piso, previas pesquisas sobre la situación financiera del progenitor. La única opción alternativa que le daba para no quedarse sin casa era obtener un aval de alguien que cubriera toda...